Belisario Roldán (h) fue abogado, poeta, periodista, escritor, dramaturgo, político, pero, sobre todo, un príncipe de la oratoria como lo consideraron sus contemporáneos. Lo apodaban «Piquito de oro» -como llamaron a Juan de Antioquía: «Crisóstomo» o sea «boca de oro»- otros preferían el mote de «Demóstenes argentino». Juan José de Soiza Reilly lo describió como «un magnetizador de muchedumbres». Giménez Pastor dice que «“entraba en trance” al dirigir la palabra a las gentes».
Electo diputado nacional en 1902, dos años después se debatía en la Cámara sobre la ley de Residencia, que apuntaba directamente a los anarquistas extranjeros y a la posibilidad del Poder Ejecutivo de desterrarlos en acuerdo de ministros.
El joven y novel diputado socialista Alfredo Palacios, era fuerte opositor a la norma y adjetivaba duramente a sus defensores.
Roldán reflexiona sobre el ideal anarquista. «Consiste sencillamente en odiar a la mayoría de sus semejantes, en odiar a la República, en odiar a la bandera de la nación, y en preconizar el crimen […]». Porque «la Constitución Nacional, como todos los estatutos legales, no tiene valor alguno y constituye la negación del derecho y de la justicia», para los anarquistas.
En esa línea de pensamiento que critica Roldán estaba el ácrata uruguayo Ángel Falco, bien explícita en sus Cantos rojos: «mentira son la patria y la bandera, y mentira la fe que las protege». ¿Implicaba esto la negación de todas las banderas? No: «los colores de todas las banderas han de integrarse en la bandera roja», sigue Falco.
Belisario termina su polémica con Palacios pronosticando que «las banderas rojas serán siempre trapos intrusos» en la Argentina.
Pero por esa extraña peripecia que es la vida, mientras Falco terminó arriando su rojo estandarte, Roldán pareció recorrer el camino contrario. Falco se adecuó a la política de Batlle, que como hace notar Carlos Real de Azúa, «llenó los cuadros de la actividad consular y diplomática (con intelectuales anarquistas) siempre que, naturalmente, bajaran aquellos la llama de la rebeldía». Hasta Roberto de las Carreras pidió su carguito diplomático… y lo obtuvo.
¿Y qué fue de Roldán?
Dejó la política en 1906 y se dedicó a su amor por Arnolda Brinkmann y a la literatura.
Arnoldina -como consta en su partida de bautismo en la iglesia Nuestra Señora del Socorro, el 20 de junio de 1876- era hija de Abraham Julius Brinkmann (protestante) y doña Catalina Moreno (católica).
Brinkmann había fundado, en 1892, el pueblo que lleva su nombre, en el noreste de la provincia de Córdoba.
Belisario, amigo de la familia desde joven, visitaba el pueblo y se alojaba en la casa de los Brinkmann, en la que tenía una habitación donde, dicen, solía escribir hasta en las paredes sus versos dedicados a Arnolda, como era familiarmente llamada. El poeta era aficionado a la vida nocturna, lo cual no encajaba exactamente con el modelo familiar de los Brinkmann. Es así que un pariente de Arnolda, Teodoro de Bary (h), tiene algún desencuentro con él, que como no podía ser de otra manera en aquellos tiempos heroicos, termina en duelo.
En la mañana del 20 de noviembre de 1907, se batieron en el Hipódromo Argentino. El arma de elección fue el sable y ambos contendores terminaron heridos. Pero más allá de los tajos, a Belisario le dolió la separación de Arnolda. La mejor arma de un poeta no es el sable sino la poesía. De modo que poco después del lance caballeresco entregó a la prestigiosa revista Caras y caretas (Buenos Aires) -nada que ver con la publicación actual-algunas poesías. El 11 de enero de 1908, la revista, de la que Roldán fue asiduo colaborador, publica bajo el título Remember, un poema que va directamente al corazón de Arnolda y que transcribimos parcialmente:
«Te amaban tal mis ansias pasionales en la loca efusión de su lirismo, que espíritu y materia, a un tiempo mismo, por amarte mejor eran rivales.
Y no sé qué ha faltado a mi ventura, hoy que interrogo a solas la conciencia si la ciencia de amar, que es gaya ciencia, o aquella de morir, que es ciencia oscura…
Pues sabes que, de pie sobre mis penas, ya en las angustias donde tiembla el paso por disfrazar de aurora aquel ocaso, lo teñí con la sangre de mis venas».
Curiosamente, el título del poema no coincide con el de Con sangre que lleva en su primer libro de poemas, La senda encantada. El que aparece como Remember, comienza:
«Conocí tu faz extraña, mujer de cara morena, una noche de verbena, entre música y champaña». Y no parece referirse a su amada. En fin… licencias poéticas.
Como fuere, Belisario y Arnoldina se casaron el 14 de diciembre de 1911.
Los últimos años
Prologando en 1920 una reedición de La senda… los recuerdos lo invaden en tropel. El poeta vuelve a sentir la emoción de aquel «muchacho pálido y alegre […] feliz porque era joven y joven porque era feliz…». Se encuentra «al doblar esta curva de la vida, desde la cual, por estar en alto, se ven con la misma claridad el pasado a la espalda y la tumba en lontananza». Y sigue reclamando para la estrofa «emoción, humanidad y vida». No importa que «la pasión económica sea la única […] de este pueblo, de cuyo seno está proscripto el romance y donde no hay más tragedias que las […] del oro».
El escritor, poeta, docente y crítico literario Antonio Pagés Larraya opina que la mala salud y la falta de éxitos personales lo volcaron hacia «un idealismo destructivo […] casi cincuentón, enfermo y anarquista». Se quita la vida en 1922.
Dejó cinco libros de poemas: La senda encantada, Bajo la toca de lino, Letanías de la tarde, Llamas en la noche y Poesías completas. Varias obras teatrales entre 1912 y 1920: Aunque no queramos, Los contagios, Luz de hoguera, El autor de la denuncia, La viuda influyente, El amigo de suerte, Cosas de París, La niña a la moda, Hacia las cumbres, El rosal de las ruinas, Rozas, La jugadora, Mister Franck, El señor corregidor, ¿Hay novedades?, Amor que miente, Romeo en pantuflas, Las últimas violetas, La ola de fuego, Cuando muere el día, Mauricio Norton, El bronce, La ganzúa de oro, El acaparador, El señor diputado, Campo adentro, El puñal de los troveros, El burlador de mujeres, La virgen de la pureza. Y dos libros de cuentos: Cuentos de amargura (1917) y La venus del arrabal (1920).
Desde agosto de 2018 sus cenizas descansan junto a las de sus suegros, su esposa y su hijo en la bóveda construida en el patio de la iglesia San Juan Bautista en Brinkmann.
Dante hubiera ubicado a Belisario en el segundo recinto del séptimo círculo. Setecientos años después, ¿contradice este hecho la disposición del c.1184 del Código Canónigo de 1983?
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