Breve visión de la historia de la Iglesia en el Uruguay. Daniel Bazzano, Carlos Vener, Alvaro Martinez y Hector Carrere. Obsur. 148 págs., 1992.
Un excelente aporte a la historiografía nacional que logra dos objetivos centrales: presentar en forma global el proceso de la Iglesia desde la época colonial hasta nuestros días y, en segundo término, comenzar a paliar la ya tradicional invisibilización que ha sufrido por gran parte de los espacios académicos.
Cabe acotar asimismo que es mucho más que una “historia de la Iglesia Católica para católicos”, pues los diversos trabajos no vacilan en sumergirse en las polémicas de cada época, muchas de ellas no laudadas todavía.
Se inicia recuperando la fecunda obra de los Padres Franciscanos en 1625 con las Misiones de “San Francisco de los Olivares de los Charruas” y de “San Antonio de los Chana”, experiencias evangelizadoras que el propio Dámaso Antonio Larrañaga recupera en su diario. Es una labor aparentemente menor del punto histórico que define la impronta de la labor eclesial: el sagrado respeto al derecho a la vida, pues en ella está la luz del alma, sean españoles o indígenas, radicalmente distinto que otros procesos colonizadores.
Dicho proceso tuvo eclosión en el albor de la revolución cuando los padres franciscanos son expulsados por el Virrey Elìo hacia el campamento artiguista: “Váyanse con sus amigos los matreros”. Fueron épocas complejas en las cuales los procesos políticos impactaron en el espacio sacro también. Un claro ejemplo es la Misión de la Santa Sede encabezada por Muzi, que no vacila en definir los bandos “en patriota e irreligioso y partidario del Rey y de la Religión”; sacerdotes celosos son los realistas, los patriotas son sacerdotes que terminan por generar escándalo.
Es especialmente interesante la recuperación de monseñor Jacinto Vera, el cura gaucho y su difícil apostolado desarrollado en1859-1881. Fue una época signada por el conflicto, entre otros, del racionalismo universitario con la Iglesia católica. Es la época que va a definir la obra de Mariano Soler, primer Arzobispo de Montevideo, que no vacila en desarrollar una dura confrontación con los enemigos de la Iglesia. Sus sermones siguen marcando un claro derrotero.
Hay un capítulo central que atañe a la separación con el Estado en el período 1917-1919, con la labor de José Enrique Rodó y la virulencia de la prédica laicista por antonomasia.
Cómo impactó el siglo XX en la Iglesia es el capítulo final y el desafío del Concilio Vaticano II con la conformación de diversas corrientes para entender la labor eterna en el mundo profano.