El médico, biólogo, escritor e investigador francés Alexis Carrel, galardonado con el Premio Nobel de Medicina en el año 1912 por sus valiosos aportes a la cirugía y las ciencias médicas, mantuvo durante toda su vida una incesante búsqueda del conocimiento y de la verdad, en todo lo que atañe al ser humano, concebido como un todo físico y espiritual.
Una clara vocación
Alexis Carrel asistió en Lyon a la Escuela Jesuita de San José, de donde a la edad de 17 años egresó con el título de Bachiller en ciencias y letras. Su marcado interés por la investigación científica y la cirugía, sumado al deseo de mantener un trato directo con los pacientes, motivó su firme decisión de ingresar en la Facultad de Medicina de Lyon. Aprobadas las prácticas y los exámenes finales, fue aceptado en el Hospital de la Cruz Roja, experiencia que completó durante cinco años como internado en distintos hospitales de Lyon.
Es en ese período que el joven Carrel fue conmovido por un hecho que vino a marcar el rumbo de su vida profesional. El presidente francés, François Sadi Carnot, atacado por un anarquista italiano, murió horas después porque no fue posible suturar la vena lesionada. Se trataba de un problema que la cirugía de la época no podía resolver y cuando no se imagina el modo de hacerlo ni se dispone de la tecnología apropiada, la imposibilidad se transforma fácilmente en un axioma.
Pero Alexis Carrel se propuso trasponer ese límite, poniendo todo su esfuerzo para encontrar una solución. Ese primer desafío, al que respondió con la entrega total de sus capacidades y voluntad de trabajo, le hizo especialista en cirugía vascular experimental, llegando hasta a tomar clases de costura para interiorizarse en el manejo de la aguja y el hilo. Así logró desarrollar hábiles métodos de sutura, ensayados con todo tipo de materiales, para pasar después al ensayo con animales, logrando unir vasos sanguíneos de apenas 1mm de diámetro, técnica que al poco tiempo aplicaría en humanos. El gran aporte de Carrel, como suele ocurrir con muchas innovaciones, tuvo consecuencias que excedieron su intención inicial, ya que fue fundamental para el trasplante de órganos.
Nuevos logros y ambiciosas metas
Su incorporación al Instituto Médico Rockefeller de Nueva York le permitió realizar numerosos trasplantes de órganos enteros con sus vasos sanguíneos. En reconocimiento a su destacada labor, seis años más tarde en 1912, Alexis Carrel recibía el Premio Nobel de Medicina.
Durante la Primera Guerra Mundial, el ya renombrado científico, que no por eso abandonaba su sentido práctico, ideó una solución antiséptica compuesta por agua, hipoclorito, borato sódico y ácido bórico, que se hizo muy popular en diversas partes del mundo. Su método para el tratamiento de las heridas de guerra logró una importante disminución de la mortalidad por infecciones. También Carrel y su colega Theodore Tuffier avanzaron en la técnica de intubación laríngea, que facilitó la cura de muchas lesiones torácicas.
La fama internacional lograda por el joven Carrel le permitió relacionarse con destacadas figuras de su tiempo como Luis Pasteur, Albert Einstein, Henri Poincaré, Julián Huxley y Jacques Maritain. En particular, con este último mantuvo un fértil intercambio de ideas acerca de la necesidad de que la sociedad moderna retomase su camino espiritual, orientada hacia la interioridad del ser. La dureza de lo vivido en la guerra y las reflexiones compartidas dieron origen a su libro “El hombre, ese desconocido” que alcanzó amplia divulgación y se trajujo a más de 20 idiomas. Esta obra alerta sobre la sociedad tecnocrática en donde domina una ciencia que estudia al hombre solo sectorialmente, ignorando aspectos sustanciales de su naturaleza, ya que el lenguaje científico nunca ha podido describir satisfactoriamente el arte, el sentimiento moral, la oración o el sentido de lo divino.
Otro de los personajes famosos con quien Carrel pudo relacionarse fue el aviador Charles Lindbergh. En ese entonces Carrel mantenía vivas en laboratorio células del músculo cardíaco de pollos, esperando que el desarrollo de estos experimentos pudiera conducir algún día a trasponer el más implacable de los límites, como es el de la muerte física. Su amigo Lindbergh ayudó, con sus conocimientos de mecánica, a diseñar un sistema que mantuvo vivas las células de corazón de pollo durante 18 años.
Pensar sin barreras
El pensamiento de Alexis Carrel, siempre abierto a nuevas inquietudes, volaba por encima de los que para la mayoría de la gente son límites infranqueables, condición que le causó más de un inconveniente. En varios de sus libros utiliza expresiones no tan cuidadosas como las que hoy en día exige la corrección política, y que han sido interpretadas como racistas y hasta promotoras de la eugenesia. Sin embargo, su amor a la humanidad, demostrado en su constante labor para la preservación de la vida y el alivio del sufrimiento, permite suponer que tales interpretaciones se basan en términos enunciados por el autor sin los detalles suficientes que podrían aclarar tales malentendidos.
Poco antes de su larga estancia en los Estados Unidos, Alexis Carrel había presenciado una curación desde el punto de vista médico inexplicable en el santuario de Lourdes. Su relato, muy difundido por la prensa de Lyon, no mencionaba la palabra “milagro”, lo que irritó por igual a creyentes y a escépticos, quienes promovieron muchos obstáculos en su carrera académica. Pero Carrel no condicionaba su pensamiento a lo circunstancial y mucho después, ya madura su experiencia, reconoció la existencia del milagro, en un libro publicado tres años después de su muerte.
Su actitud durante la ocupación alemana en Francia, cuando Carrel entabló negociaciones para mantener el funcionamiento de la “Fundación francesa para la investigación de los problemas del hombre”, significó que en la Francia liberada le destituyeran de su cargo y le acusaran de “colaboracionista”. Años más tarde llegó hasta retirarse su nombre de las calles, en más de 20 ciudades francesas.
En la actualidad, es fuerte el movimiento para reivindicar la memoria de quien hizo invalorables aportes a la medicina y escribió textos que conservan en gran parte su vigencia.
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