Carmen Posadas, nacida en Montevideo, es una de las escritoras contemporáneas más mediáticas y exitosas. Reside desde hace varias décadas en Madrid, si bien su actividad literaria y periodística le suponen constantes viajes. Su vastísima obra, que comprende novelas, ensayos y cuentos infantiles, ha sido traducida a decenas de idiomas.
Debido a las distintas misiones asignadas a su padre diplomático, a la edad de 12 años deja el Uruguay y comienza un destino en el exterior que sin duda enriqueció su experiencia vital y dio incentivo a su imaginación.
En 1998, con su novela “Pequeñas infamias”, ganó el Premio Planeta, primero de los numerosos galardones obtenidos desde entonces por su labor como narradora y periodista.
Pero ni la fama ni la múltiple variedad de horizontes que recorre han logrado apartar al Uruguay del corazón de Carmen Posadas, quien, con la simpatía y sencillez que la caracteriza, dedica en exclusiva esta entrevista a La Mañana.
Tu vida es una historia tan fascinante como las que escribes. ¿Cómo fue tu infancia en Uruguay? ¿Te gustaba leer? ¿Inventabas cuentos?
Tuve una infancia muy feliz. Vivíamos en una enorme quinta en el Prado, que era como un mundo en sí mismo. Allí todo parecía posible. Desde lo más aventurero a lo más mágico. El paraíso de cualquier niño. Más que leer lo que me gustaba era que papá nos leyera. Si Gervasio y yo somos escritores es porque él nos hizo viajar a través de los libros desde chicos.
¿Qué autores han sido, en lo literario, tus referentes, o suscitaron tu admiración?
En cada época de la vida un autor diferente. De muy chica la mitología griega que nos leía papá, después y también gracias a él Sherlock Holmes, Wodehouse, Dante, Proust, Horacio Quiroga, Dickens y tantos más. Yo de más adulta descubrí a Kafka, Stendhal, Jane Austen, las hermanas Brontë, etc. Por supuesto también a Borges, Cortázar, García Márquez, Marguerite Yourcenar. La lista es tan larga que no acabaría nunca.
¿Cómo viviste los años en Moscú? Supongo que todavía no se sabía mucho de los crímenes del comunismo, que recién empezaron a conocerse con la aparición del libro de Solzhenitsyn. “Archipiélago Gulag”, ¿Ya se vislumbraba algo? ¿Qué sentiste cuando llevabas tu ramo de novia a la tumba de Lenin?
Mi familia vivió allí cuatro años. Yo solo me casé en Moscú (no con un ruso sino con un español), de modo que solo pasábamos vacaciones allí. En los años 70 se sabía de los crímenes de Stalin, obviamente, pero la publicación de “Archipiélago Gulag” fue una conmoción incluso en Rusia. Recuerdo un día que el mucamo, muy serio, le pasó a mi padre una bandejita con una nota. En ella se leía: ¿Podría prestarme por favor su ejemplar de Archipiélago Gulag? Me gustaría leérmelo.
Lo del ramo de novia a Lenin fue una gamberrada. Yo tenía 19 años, tenía curiosidad por ver la momia de Lenin expuesta en la Plaza Roja, pero había una cola larguísima. Sabía que las novias soviéticas tenían la costumbre de llevar su ramo a Lenin. Así que aproveche para que me colaran y saltarme la cola
Dijiste una vez que te sentías “uruguaya por los cuatro costados” ¿Es una cuestión de sentimiento? ¿No hay rasgos característicos que se van perdiendo al estar mucho tiempo en otros lugares?
Claro que hay rasgos y características que se van perdiendo y al final uno ya no es de aquí ni de allá. Pero a pesar de que le debo todo a España (mis hijas, mi carrera, mi marido, etc.), siempre hago gala de ser uruguaya. No entiendo a esa gente que renuncia a sus raíces. Yo estoy orgullosísima de ellas.
Empezaste a escribir para los niños. Según dicen el más difícil de los géneros. ¿Lo crees así?
Escribir para niños es muy difícil. Pero cuando empecé (yo nunca fui a la universidad) no me atrevía a escribir para grandes. Tuve suerte porque ya con el primer libro me dieron un premio del Ministerio de Cultura al mejor libro editado en el año 1984.
En varias de tus novelas describes ambientes con notable sagacidad y mucho humor. Pienso por ejemplo en “Pequeñas infamias” o en “Hoy caviar, mañana sardinas”. ¿Cuánto hay de autobiográfico, sobre todo en este último?
En “Hoy caviar, mañana sardinas” todo es autobiográfico, es nuestra vida. La mía y la de mi familia. En el resto de mi obra hay retazos de mi vida, pero son solo eso.
También la novela histórica, como “El testigo invisible”, se te da muy bien. Y son varias de tus novelas en las que el marco histórico cobra especial importancia, como en “La bella Otero” y en “La Peregrina”. Supongo que eso implica una gran labor previa de documentación. ¿Cómo lo llevas?
Sí, pero eso me encanta. Aprendo mucho documentándome, es (casi) lo más divertido de todo el proceso. Trabajo duro, pero fascinante
Teniendo en cuenta las indudables diferencias como medio de expresión ¿Qué lugar ocupa el periodismo en tu mundo creativo? ¿Lo vives como una actividad complementaria o como una vocación paralela?
Me gusta mucho escribir en prensa. Me permite tratar temas de actualidad y analizar este mundo tan loco en el que vivimos. También me procura muchas satisfacciones.
Hay gente que se acerca con un artículo mío en la mano para decirme que tal o cual reflexión les ayudó en un momento complicado de su vida o le abrió un ángulo nuevo a tal o cual problema o asunto
“Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro “. ¿Qué piensas de esa frase atribuida a José Martí? ¿Una democratización del quehacer literario?
Hoy en día todo el mundo quiere ser escritor. No lo entiendo y me deja bastante perpleja. Primero porque la mitad de estas personas no han leído nada y se dedican a descubrir el Mediterráneo y segundo porque escribir un mal libro cuesta tanto esfuerzo como escribir uno bueno. ¡Es una trabajera!
¿Es una lacra de nuestro tiempo el mezclar la ideología de un artista y hasta sus condiciones morales, con la valoración de su obra?
Es absurdo. Recuerdo a los peores tiempos de la censura moral. Antes se condenaban libros por “inmorales” o “irreverentes”. Ahora es exactamente lo mismo, solo que rigen los parámetros morales de nuestra nueva religión laica: la corrección política
¿Qué le dirías a alguien que quiere ser escritor?
Qué lea, que se forme y luego escriba. Aunque Martí dijera que todo el mundo debe “tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro”, ninguna de las tres cosas es indispensable
Madrid, diciembre 2022
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