Cartas del verano de 1926. Marina Tsvietáieva. Boris Pasternak. Rainer Maria Rilke. EDITORIAL MINÚSCULA. Barcelona. 436 págs. $1290
Una pequeña gran joya. No solamente es la correspondencia privada entre intelectuales claves en la creación literaria del SXX sino la de testigos más que lúcidos en épocas oscuras. El crítico norteamericano Fredric Jameson solía decir que los artistas, los creadores, logran expresar en su tiempo lo que los historiadores y los científicos sociales una generación más tarde intentan todavía discernir.
Marina Tsvetáieva (1892-1941) fue una escritora rusa, poetisa, con una creatividad deslumbrante que ha permanecido en un anonimato casi total en función de su desgraciado periplo personal. Al estar interdicta por el régimen revolucionario, su vida fue una sucesión pesadillesca de privaciones, exilios, persecuciones, destierros y por último cárcel en el gulag donde se quitó la vida. En 1922 emprende el camino del exilio pero las desavenencias con los otros rusos tampoco hace fácil su vida por lo cual retorna siguiendo a su esposo a la URSS.
Boris Pasternak (1890-1960), poeta, escritor ruso galardonado con el Premio Nobel y autor de Doctor Zhivago configuró casi todas las contradicciones de un intelectual en tiempos difíciles. Siendo un creador clave de la literatura rusa y habiendo crecido en un contexto cosmopolita que lo llevó a estudiar filosofía en Alemania y codearse con la pléyade de artistas de la época, era interlocutor de Stalin pero asimismo tuvo que rechazar el Premio Nobel por la presión del régimen. No es una digresión: la muy uruguaya Susana Soca habría salvado una copia de Doctor Zhivago para su publicación en Occidente.
Rainer María Rilke (1875-1926) fue el gran poeta y novelista austríaco que marcó una cumbre en la literatura alemana con Elegías de Duino, Cartas a un Joven Poeta y Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. Configuró parte de un contexto fascinante de la gran cultura centroeuropea, marcado por las vanguardias estéticas, la irrupción del psicoanálisis y el espanto de la Primera Guerra Mundial.
Pasternak, marcado por el futurismo, había conocido a Rilke años antes, el cual, luego de continuos viajes y mudanzas por diversos países, fijaría su residencia en Suiza. Es así que constituyen un extraño espacio de encuentro virtual, tan solo por correspondencia, entre este peculiar triángulo de creadores entre los cuales había sentimientos entrecruzados. Dicha correspondencia se cortará con el fallecimiento por leucemia de Rilke.
Absolutamente fascinante.