China. Henry Kissinger. DEBATE. 621 págs. , 2017, $1090.
China Virus, red social Tik Tok son algunos de los blancos favoritos de las diatribas semanales de Donald Trump. Pero en un mundo unipolar, China retorna por sus fueros milenarios de actor político central. ¿Qué es China realmente? Algunas respuestas y disquisiciones brillantes se pueden encontrar en este soberbio ensayo de, no tan paradójicamente, un personaje ominoso para los latinoamericanos: Henry Kissinger.
Está dividido en tres grandes secciones. La primera es una aproximación a su historia, especialmente en el “siglo de la humillación”, signado por las Guerras del Opio por las cuales las potencias occidentales más Rusia la arrasaron militarmente y también, inspirados en los sacrosantos principios del liberalismo económico de cuño británico, la obligaron a permitir el libre comercio de la droga que destruyó millones de vidas. Solo por la correspondencia de las autoridades chinas a la Emperatriz Victoria apelando a su condición de gobernante y de mujer que debería velar por la salud de los súbditos, vale la lectura de esta obra. Pero a Kissinger le interesa la historia en su aspecto pragmático: cómo en una situación de derrota desmoralizante y de oprobio, la elite china logró un camino para asegurar la sobrevivencia de su patria. La clave fue visualizar la vulnerabilidad occidental: su individualismo y egoísmo, que llevaron a que cada potencia colonial a realizar tratados a espaldas de las otras potencias. Esos diferenciales fueron, a la larga, los que posibilitaron mantener la integridad territorial china.
En la segunda sección trata el acercamiento entre China y EE.UU., entre Mao Tse Tung y Zhou Enlai, y Nixon y Kissinger, con la transcripción de parte de las entrevistas entre dichos líderes para construir un nivel de entendimiento operativo. Un manual del rol real de la diplomacia. “En sesenta años de vida pública no me he encontrado con una figura más convincente que Zhou Enlai… La pasión de Mao se esforzó por oprimir a la oposición. El intelecto de Zhou buscó persuadir o ganarle la partida a la oposición. Mao era sardónico, Zhou perspicaz”.
La tercera sección está centrada en la antítesis como estilo de liderazgo: Deng, el dirigente que tomó el timón en la etapa subsiguiente, “no tenía una gran oficina, rechazó todos los títulos honoríficos, casi nunca aparecía en televisión y practicó la política casi completamente tras bambalinas”.
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