Hace un año, mi amigo Ricardo Cozzano me sugirió una nota sobre Epitecto y la reforma jubilatoria. Un poco sorprendido le pedí ampliación. Me hizo una exposición sobre el tema que me pareció sumamente razonable y le dije que lo mismo que me había dicho lo escribiera y enviara con su firma a La Mañana (11/10/23).
Estos tiempos que vivimos me parecen apropiados para volver sobre Epicteto, ese personaje “pobre, cojo y esclavo” de que habla don Francisco de Quevedo. Sobre todo, le dedica unas cuantas líneas en su texto Nombre, origen, intento, recomendación y descendencia de la doctrina estoica. Dice el gran español, hablando de los estoicos, que esa doctrina nos la dio Epicteto “en arte fácil y provechoso”. Pero Quevedo, traductor y comentarista de Séneca, de quien recibió una fuerte influencia, tomó el estoicismo a beneficio de inventario. Si bien coincidía en el propósito de dar a la filosofía una orientación práctica en busca de la mejora individual para producir la mejoría moral y política de la sociedad, Quevedo fue un estoico cristiano. En ese sentido corrige en su propuesta todo lo que hay de escepticismo en el pensamiento estoico. Aunque lo más interesante es, siguiendo al teólogo francés Pedro Coméstor, hacer notar que se inspira en el libro de Job.
Cuando vienen a avisarle que un torbellino derrumbó la casa aplastando a sus hijos e hijas, Job contesta: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo tornaré allá. Yavé me lo dio, Yavé me lo ha quitado. ¡Sea bendito el nombre de Yavé!”. Más adelante, ulcerado de pies a cabeza, le dice irónicamente su esposa “¿Aún sigues aferrado a tu integridad? ¡Bendice a Dios y muérete!”. Job le responde: “Has hablado como la mujer necia. ¿No recibimos de Dios los bienes? ¡Por qué no vamos a recibir también los males?”. Para Quevedo estas similitudes son plenamente probatorias tomando en cuenta que el libro de Job fue escrito varios siglos antes.
El Manual
Epitecto no dejó obra escrita. Una suerte de resumen sobre sus enseñanzas es obra del historiador y político romano Flavio Arriano. El texto lleva por nombre Enquiridion, que significa “manual”, porque eso es lo que es: un libro que contiene lo más importante de una materia. Veamos alguna de sus propuestas
Sobre lo que puedes controlar y lo que no
La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no. Solo tras haber hecho frente a esta regla fundamental y haber aprendido a distinguir entre lo que podemos controlar y lo que no, serán posibles la tranquilidad interior y la eficacia exterior.
Veamos las cosas tal como son en verdad
Las circunstancias no se presentan para satisfacer nuestras expectativas. Las cosas suceden por sí mismas. La gente se comporta tal como es. Aprovecha lo que realmente obtienes.
Abre los ojos: tienes que ver las cosas tal como son y así te ahorrarás el dolor de los falsos vínculos y la decepción evitable.
Piensa en lo que te deleita, las herramientas con las que cuentas, las personas a quienes quieres. Pero recuerda que tienen su propio carácter específico, el cual poco o nada tiene que ver con las formas que tenemos de verlo.
A modo de ejercicio, piensa en la cosa más insignificante a la que te sientas vinculado. Pongamos, por ejemplo, que tienes una copa favorita. Al fin y al cabo, no es más que una copa, de ahí que si se rompe puedas soportarlo. A continuación, toma una cosa o una persona para con quien tus sentimientos y pensamientos de apego sean más intensos.
Recuerda, por ejemplo, cuando abraces a tu hijo, a tu marido, a tu esposa, que estás abrazando a un mortal. Así, si uno de ellos, muriera, podrías soportarlo con entereza. Cuando algo acontece, lo único que está en tu mano es la actitud que tomas al respecto; tanto puedes aceptarlo como tomarlo a mal.
Lo que en verdad nos espanta y desalienta no son los acontecimientos exteriores por sí mismos, sino la manera en que pensamos acerca de ellos. No son las cosas lo que nos trastorna, sino nuestra interpretación de su significado.
¡Deja de asustarte a ti mismo con ideas impetuosas, con tus impresiones sobre el modo en que las cosas son!
Las cosas, por sí mismas, no nos hacen daño ni nos ponen trabas. Tampoco las demás personas. La forma en que veamos las cosas es otro asunto. Son nuestras actitudes y reacciones las que nos causan problemas.
Por consiguiente, ni siquiera la muerte tiene gran importancia por sí misma. Es nuestro concepto de la muerte, nuestra idea, lo que es terrible, lo que nos aterroriza. Hay formas distintas de pensar sobre la muerte. Examina a fondo tus conceptos sobre la muerte y todo lo demás. ¿Son realmente ciertos? ¿Te hacen algún bien? No temas a la muerte y al dolor; teme al temor a la muerte y al dolor.
Ni vergüenza ni culpa
Si lo que sentimos acerca de las cosas es lo que nos atormenta, más que las cosas en sí mismas, resulta absurdo culpar a los demás. Por consiguiente, cuando sufrimos un revés, una molestia o una aflicción, no les echemos la culpa a los demás, sino a nuestra propia actitud. La gente mezquina suele reprochar a los demás su propio infortunio. La mayoría de la gente se lo reprocha a sí misma. Quienes se consagran a una vida de sabiduría, comprenden que el impulso de culpar a algo o a alguien es una necedad, que nada se gana con culpar, ya sea a los demás o a uno mismo.
Las cosas son sencillamente lo que son. Los demás que piensen lo que quieran; no es asunto nuestro. Ni vergüenza, ni culpa.
Crea tu propio mérito
No dependas nunca de la admiración de los demás. No tiene ningún valor. El mérito personal no puede proceder de una fuente externa. No lo encontrarás en las relaciones personales, ni en la estima de los demás. Es cosa probada que las personas, incluso quienes te quieren, no estarán necesariamente de acuerdo con tus ideas, no te comprenderán ni compartirán tu entusiasmo. ¡Madura! ¡A quién le importa lo que los demás piensen de ti!
Acepta con calma los acontecimientos tal como ocurren
No exijas que los acontecimientos sucedan como deseas. Acéptalos tal como son realmente. Así te será posible la paz.
Tu voluntad está siempre bajo tu poder
En verdad nada te detiene. Nada te retiene realmente, puesto que tu voluntad está siempre bajo tu control. La enfermedad puede desafiar a tu cuerpo. ¿Pero acaso eres sólo cuerpo?
Utiliza plenamente lo que te sucede
Cada dificultad con la que tropezamos en la vida nos ofrece la oportunidad de volvernos hacia dentro e invocar nuestros recursos íntimos. Las pruebas que soportamos puede y deben darnos a conocer nuestra fuerza.
La buena vida es la vida de la serenidad interior
El signo más claro de una vida superior es la serenidad. El progreso moral tiene como resultado liberarse de la confusión interior. Puedes dejar de preocuparte por esto y aquello.
Si buscas una vida superior, abstente de emplear pautas de pensamiento habituales como éstas: “Si no trabajo más duramente, nunca me ganaré bien la vida, nadie me tomará en consideración, seré un don nadie” o “si no critico a mi jefe, se aprovechará de mi buena voluntad”.
Es mucho mejor morir de hambre libre de pesares y temores que vivir en la abundancia acosado por la preocupación, el pavor, el recelo y el deseo desenfrenado.
Si le pasa lo mismo que a mí, tendrá algunas dudas sobre si será capaz de cumplir con estas propuestas. No se descorazone. Quevedo, que era mucho más reflexivo que la mayoría de nosotros, dijo: “Yo he tenido esa doctrina por estudio continuo, no sé si ella ha tenido en mí buen estudiante”.
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