La Junta Departamental de Montevideo aprobó con fecha 19/10/2019 el Decreto 37252 por el cual tres de cuatro calles a nominarse deberán serlo con nombres de mujeres. Pese al tiempo transcurrido, no se han logrado avances en ese sentido. Y no es que se esté aplicando aquella vieja fórmula del Derecho Indiano: «Se acata, pero no se cumple», aunque algo de eso hay. La diferencia es que, en el caso colonial, la distancia y la dificultad de las comunicaciones hacía que cuando llegaban las órdenes de la corona, las circunstancias habían variado de tal modo que se hacían inaplicables.
Cuando la Junta montevideana adoptó la decisión, seguramente en una nube de buenas intenciones, no tuvo en cuenta lo que explica la profesora María Emilia Pérez Santarcieri, presidenta de la Comisión de Nomenclátor de Montevideo.
Es que en determinados períodos históricos no hubo mujeres con actividad pública. Y agrega: «Nuestra actitud ha sido vigilante y tratando el tema. Pero hay un momento en el que no puedo inventar mujeres donde no las había. Ahora, hay gente que está encantada, y te dice por qué no ponen a Fulana o Mengana. Desde las alcaldías nos han mandado nombres absurdos, como ponerle Marilyn Monroe o Cleopatra, o una señora que llegó a decir que pongamos a su sobrina porque se murió joven. Eso no es serio», manifestó la profesora a un medio de prensa. Explica que las agrupaciones de nombres obedecen a una lógica que hay que cuidar. «La gente que no está dentro de este tema, solo quiere poner…», dice.
Suponemos que, dentro de esa categoría del «no estar en el tema», incluye a la mayoría de los ediles, asesores, movimientos feministas, lobbies, grupos de presión y, además, a un importante sector de la prensa…
Antes de que empiecen a llegar nombres como Dolores Ibárruri, Rosa Luxemburgo, Eusapia Palladino, o Lorena Bobbitt, nos parece del caso hacer algunas sugerencias valiéndonos del Diccionario de Seudónimos de Arturo Scarone. Se entiende que se trata de la edición de 1942. Pero aún con esa limitación, aporta un importante número de nombres de mujeres, que en su mayoría se dedicaron a la literatura, al periodismo o a la obra social. Y en algún caso, como el de doña Teresa Santos de Bosch a todas esas actividades (La Mañana 30/06/2021 p.29).
Laura Carreras de Bastos
Colaboró con trabajos en verso y en prosa en varios diarios y revistas de Montevideo, firmando no pocos de ellos con seudónimo. Una prueba de tal afirmación puede verse en la revista Montevideo Cómico N° 13, última página, del 11 de noviembre de 1894, en que aparece una composición poética titulada Charada Alfabética, firmada por Gioconda y acompañada de su nombre, dice Scarone.
Nuevamente recurrimos a ese gran reservorio que es anaforas.fic.edu.uy. Los siguientes fragmentos de la Charada, que encajan perfectamente en el estilo de la publicación, son una muestra de la versatilidad de la escritora.
Con el ingenio extinguido
A fuerza de cavilar
-El fósforo se ha concluido
Y no hay donde ir a comprar.
-La metáfora no es mía;
Es de un célebre doctor
Que guarda a la poesía
El más extraño rencor.
Doña Laura no se refería a su propio «fósforo» porque después ironiza con fineza sobre la magra retribución económica de los literatos, que, dicho sea de paso, no ha cambiado mucho desde 1894 a la fecha.
¿Qué todo va viento en popa?
¿Qué se gana un fortunón?
¿Más dibujantes a Europa?
-He aquí mi gran razón:
Que se figuren no quiero
Que me toca ni un vintén.
-¿Que nadie gana dinero?
¿Ni lo oyen ni lo ven?
-¡Oh núcleo de literatos
Fin de siècle!
¡Sin cobrar
Pasarse aquí sendos ratos!
-¡No te puedes enojar!
Es una cosa sabida,
Que estos hombres de saber
Se pasan toda la vida
Sin ganar para… para comer.
-Por eso es que me ha extrañado
Que haya tantos con caudal:
¡No me había imaginado
Que tuvieran ni un real!
En la Biblioteca Nacional se encuentran disponibles sus obras: Feminismo cristiano: conferencia (1907); Acción social de la mujer ante el divorcio absoluto: conferencia (1909); Las espigas de Ruth (1922); Ritmos de ensueño: poesías (1927).
La labor de esta señora no se reducía a lo propiamente escritural. Así, el diario La Gaceta Literaria de Madrid en su edición del 15/08/1928, hace referencia a un catálogo que había publicado la Universidad de Santiago de Compostela. El documento contenía «Un prólogo de su catedrático, Dr. Ciriaco P. Bustamante, [que] nos muestra la gestación de la biblioteca y quienes han sido las figuras, próceres en generosidad, que más coadyuvaron a plasmar la idea: […] doña Laura Carreras de Bastos y Zorrilla San Martín, en Uruguay…».
La página del Museo Virtual de la Universidad de Santiago de Compostela contiene la siguiente referencia: «Busto en bronce fundido de don José Enrique Rodó (1872-1917), representado hasta el pecho y sin brazos, con corbata y el rostro levemente girado. El busto fue donado junto con la columna que lo sostiene, por la Comisión Pro-Acercamiento Intelectual Iberoamericano, nacida del seno de la Liga de Damas del Uruguay, por iniciativa de Laura Carreras de Bastos. Probablemente fue remitido a Santiago, junto con el de Rivera, con posterioridad a la fecha de la inauguración oficial de la Biblioteca América en julio de 1926.
Con dos placas de metal: una con los datos del homenajeado: “José Enrique Rodó/ Nació en 1873- +1917″; y otra con la inscripción: ” Pro-Acercamiento/ Intelectual/ Iberoamericano/Comisión Protectora/en la/República de Uruguay/de la/Biblioteca “América”/de la/ Universidad/de/Santiago de/Compostela”. En la placa falta el escudo. Autor: Manuela Nebel de Herrera». Doña Manuela Nebel de Herrera, esposa del pintor Carlos María Herrera, otra mujer (si bien nacida en Argentina) para tener en cuenta.
En la Biblioteca del Poder Legislativo y en la Biblioteca de la Universidad de Montevideo puede encontrarse otra obra de doña Laura: Ante la muerte de «Madre», publicada en 1929.
Por Madre se refiere a la escritora y periodista Delia Castellanos de Etchepare fallecida en febrero de ese año. Otra dama de proficua labor, que, como recuerda el periódico El Bien Público en su edición del 13/02/1959, durante casi treinta años «mantuvo contacto desde la “Página Femenina” [del] diario con un gran núcleo de damas que leían sus trabajos con entusiasmo e interés sin par». El articulista no olvida mencionar a doña Laura, su seguidora, usando el seudónimo de Mamá Ruth, como «otra brillante figura femenina de El Bien Público».
¿Serán méritos suficientes para profundizar en esta dirección? No lo sabemos. Solo pretendemos aportar, con respeto, a la difícil tarea de doña María Emilia un infinitésimo granito de arena.
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