Hay cierta tendencia en los gobernantes -tal vez sea la ansiedad de ver que en su gobierno se hicieron cosas-, que los lleva a adelantarse a los acontecimientos. A celebrar logros que aún están en vías de concretarse. La otra constante vinculada son las efemérides patrias. Hay que hacer coincidir una fecha importante como el 18 de Julio o el 25 de Agosto para inaugurar algo. Los libros de historia se ocuparán luego de hacer saber a las nuevas generaciones que las obras se iniciaron durante el gobierno de tal o cual presidente. Si es constitucional, mejor todavía. Por supuesto que también entre los historiadores -ampliamente comprendida la categoría- hay aguafiestas. Otras veces los acontecimientos, esas coincidencias, «esa misteriosa mano del universo que en homenaje a la brevedad llamamos Destino», como dice Rodolfo Fattoruso, se encargan de malograr la jornada. A veces se usa Destino o Providencia por el resultado. Sarmiento dice que un intento de asesinato contra su persona fracasó «ante la mano de la Providencia».
El puerto
El 18 de julio de 1901 transcurrió como uno de esos regalos que por estas latitudes nos hace el invierno. «Un cielo azul, una atmósfera despejada y una temperatura que desmentía la estación marcada por el almanaque», dice el inspirado cronista de Caras y caretas (Buenos Aires). La colocación de la piedra fundamental de las obras del puerto coincidía con la celebración de la Jura de la Constitución. Toda la pompa y circunstancia del gobierno de Juan Lindolfo Cuestas se ponía en marcha para enterrar un trozo de granito. ¿Qué sentido tiene esa ceremonia? ¿Es recordar la piedra que se ponía en el ángulo de los edificios, o intentar replicar aquel: «…tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella?», tal vez un remedo de exorcismo laico…
Como fuere, el presidente señaló el honor que significaba «que los primeros trabajos que se inicien tengan lugar durante el período de actuación que me corresponde por la ley, y por ese bien inestimable doy gracias al Todopoderoso». Otra vez actúa la Providencia. El acto fue seguido por numeroso público y una vez inhumada la piedra «Los vapores atronaron el aire con el ensordecedor concierto de sus sirenas y silbatos y la ceremonia dióse por terminada dando comienzo el desfile».
Eduardo Acevedo, actuando como el aguafiestas del caso, se ocupará de hacer notar que «la iniciación efectiva de los trabajos, después de adquirido el material de dragado y de concluida la instalación de los grandes talleres de La Teja, recién tuvo lugar a fines de ese año». ¿Cuál era la prisa entonces? Aprovechar la fecha, aunque de todos modos todavía quedaba el 25 de agosto. Tal vez Cuestas prefirió evitar otra coincidencia: el asesinato de Idiarte Borda muy fresco en la memoria.
Hay cierta tendencia en los gobernantes -tal vez sea la ansiedad de ver que en su gobierno se hicieron cosas-, que los lleva a adelantarse a los acontecimientos. Otras veces la prisa no es por construir memoria histórica sino por destruirla.
Otro movimiento apresurado fue el de la Junta Económico-Administrativa de Montevideo (JEA). Decidió conmemorar la feliz ocasión sustituyendo el nombre de la calle Patagones por el de Juan Lindolfo Cuestas. Hecho bastante infrecuente sin duda el de homenajear a un presidente en vida. Pero si el presidente se adelanta a los acontecimientos, ¿por qué no habría de hacerlo la Junta? Después de todo estaba hecha a su imagen y semejanza. La descentralización territorial será producto de la Constitución de 1917. Hasta entonces los miembros de la JEA eran designados por el poder ejecutivo. Aunque es de reconocer en este caso su total originalidad.
El Palacio Legislativo
Otra fecha patria, pero de 1906, fue elegida para enterrar otra piedra. La tarde del 18 de julio fue testigo de la colocación de la piedra fundamental del Palacio Legislativo. Nadie discute la paternidad de Batlle y Ordóñez sobre el marmóreo edificio, o por el menos el padrinazgo, pero la prisa es todavía más marcada en este caso. Estaba por terminar su período de gobierno y obviamente no quería ceder su sello personal. De modo que esa tarde de invierno, con una cuchara de plata dio un bautismo de cemento a la roca, que luego fue inhumada junto a una caja con diversos objetos. No hubo invocaciones a la Providencia.
El Palacio comienza propiamente su proceso constructivo el 26 de setiembre de 1908, es decir dos años y dos meses después del acto protocolar.
La tragedia en el agua
En 1909 el gobierno de Williman se aprestaba a celebrar la inauguración de las obras del puerto para lo que se asignó el 25 de Agosto. El Ing. García de Zuñiga en su Historia del Puerto de Montevideo, dice que la inauguración «tenía escaso significado, porque en realidad si las obras podían ya entregarse a la explotación, todavía quedaban por hacer algunos trabajos de la infraestructura. Pero el aguafiestas fue el Destino.
El día anterior, al contrario del día soleado que le reservó a Cuestas la Providencia, el Destino hizo de esa jornada un tremendo temporal, desafiado por una buena cantidad de personas que esperaban el arribo de sus familiares desde Buenos Aires en el vapor Colombia.
La lluvia, el viento, la oscuridad y una mala maniobra del buque alemán Schlesien que embistió al Colombia se combinaron en un desenlace fatal. Murieron alrededor de cien personas entre ahogados y por neumonías o fallos cardíacos subsiguientes.
En cambio Florencio Sánchez se salvó: iba a viajar y no lo hizo.
Damnatio memoriae
Otras veces la prisa no es por construir memoria histórica sino por destruirla. Así, un agonizante gobierno progresista aprobó como uno de sus estertores, la quita del nombre a la represa Gabriel Terra. En setiembre de 2019 el parlamento produce la Ley 19.795 y la represa se denomina actualmente Rincón del Bonete. Nadie puede dudar del padrinazgo del Dr. Terra sobre la obra hidroeléctrica. ¿A qué puede atribuirse entonces esa decisión de último momento? En realidad, no importa. Solo se necesita el coraje de derogarla y devolverle a la represa su real significación.
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