Es muy difícil expresar la importancia del arco para un instrumentista. Desde los primeros años de mi carrera, todos los días iba con mi arco en su estuche a la facultad, al igual que mis otros compañeros. Podremos tocar en muchos instrumentos ajenos, pero nuestro arco es nuestro, sabemos cómo responde, cómo va a ser su rebote, como va a transmitir la fuerza hacia la punta, su peso, su longitud. El arco es nuestro contacto con el instrumento, es lo que realmente produce el sonido y también es lo más difícil de dominar. Las notas siempre van a estar en el mismo lugar en la trastera, una máquina podría apretar los lugares precisos, pero la disciplina del arco es donde reside el verdadero arte de la música.
Hoy los arcos, esa pieza fundamental de nuestra disciplina, peligra debido a la depredación del árbol de Pernambuco (pau brasilia echinata), el que puede llegar incluirse en el Apéndice I de la CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres). De este material están hechos la mayoría de los arcos.
En palabras del famosísimo cellista Yo Yo Ma: “La magia y la gloria de la música deriva de la inspiración de los músicos, y la calidad y los materiales de los instrumentos que tocan (…). Los arcos hechos de Pernambuco, el árbol nacional de Brasil, son inigualables. Con un arco de Pernambuco los músicos pueden controlar su ejecución con la mayor precisión posible y crear y proyectar los sonidos de mayor calidad salidos de instrumentos de cuerda frotada que el mundo haya escuchado. Es por esto que los arcos de Pernambuco son herramientas esenciales e irremplazables para todos los instrumentistas profesionales. Y es por esto que los arcos de este material, en las manos de los músicos de todo el mundo, son los embajadores más importantes para Brasil”.
COP19 y el futuro de esta madera
En la misma semana que se publica este artículo, se está llevando a cabo el COP19 del CITES, donde se decidirá la suerte de la música de aquí en más. No digo esto a la ligera, en este momento el Pernambuco está protegido bajo el apéndice II del CITES, lo que prohíbe la exportación del material en crudo, pero autoriza el libre pasaje de los arcos terminados por fronteras internacionales. Si pasara al apéndice I, lugar donde se encuentra el Carey o el Marfil, todos los arcos terminados de este árbol serían confiscados en las aduanas a menos de que se certifique que fueron construidos antes del año 2007. Aunque esto último puede parecer laxo, no lo es. Nadie, o casi nadie, posee comprobantes de que su arco fue construido con madera trazable. Incluso el reporte de Brasil para el CITES acusa de que la mayor parte de la tala ilegal de estos árboles fue dentro de parques nacionales.
Las autoridades brasileñas acusan exclusivamente a los constructores artesanales de arcos de este desastre. En entrevista con Virginia Scorza, la única constructora de arcos en Uruguay que además goza de una impecable trayectoria y de la confianza de todos los instrumentistas del país, me demostró lo ridículo que es culpar a los arqueros como ella. En su pequeño taller de Parque Rodó me mostró una lista hecha a mano de cada una de sus creaciones, desde que era estudiante de la disciplina en México. Lo primero que fue evidente era que no todos los arcos que construyó son de Pernambuco, existen otras maderas con cualidades excelentes, pero como bien explica ella, los músicos a veces somos un poco caprichosos. De todas maneras, una arquetera profesional como ella construye un promedio de cinco arcos al año. Este es un mercado muy pequeño, algunas de sus colegas en otras partes del mundo llegan a construir hasta 20 arcos al año. Quizás en toda su carrera Virginia haya utilizado la madera equivalente a un árbol de Pernambuco. Es imposible decir que la producción artesanal de arcos es culpable de la depredación de esta esta especie y es incluso indignante que el gobierno brasileño los acuse de eso.
Antes de hablar de las alternativas para la producción, quiero dimensionarles el problema de la siguiente manera. Imaginen una orquesta sinfónica de unos 60 u 80 integrantes, es verdad que no todos son instrumentistas, pero la mayoría de los instrumentistas tenemos dos arcos con los que trabajamos. Dado que casi la totalidad de los arcos profesionales son de Pernambuco, cada violinista, violista, cellista y contrabajista deberá ser interrogado sobre el origen de su arco, teniendo que tener incluso “pasaportes” para los mismos con tal de demostrar su origen, aunque ese arco se haya fabricado en el s. XIX, la documentación va a ser obligatoria a riesgo de tener que pagar multas y que le confisquen su herramienta de trabajo. El valor de uso que tienen estos “palitos” para sus dueños no es el único problema, un arco medianamente bueno cuesta por lo menos US$ 1000 como barato, llegando a veces hasta precios casi ridículos de US$ 30.000.
Alternativas para la producción de arcos
Las alternativas para la producción de arcos son muchas, desde resinas y fibras de carbono y vidrio, hasta otras maderas exóticas o tropicales americanas. De todas maneras, lo más importante es no volver a caer en el mismo ciclo de depredación. Maderas como el Ipe o el Machiche son excelentes y todavía no están bajo las mismas regulaciones, pero sí pueden caer muy fácilmente en el mismo ciclo que hoy nos llevó a esta crisis del Pernambuco: la depredación insana y la especulación.
Virginia Scorza, al igual que muchos arqueteros artesanales, apuntan a la construcción industrial de arcos de mala calidad o “desechables” como los culpables de esta crisis. No solo es el material lo que importa; un buen arco es una obra de arte que dura toda la vida. Los arcos profesionales son caros, pero son para siempre, tanto por su calidad de ejecución como por la característica de que son reencrinables. Todos los arcos tienen crin, el pelo de la cola del caballo macho (el de yegua es inútil debido al contacto con la orina del animal). Este material se debe cambiar al menos una vez al año, y en la mayoría de los casos los arcos “desechables” son imposibles de reencrinar, lo cual los convierte en arcos inútiles después de muy poco tiempo de uso. Un desperdicio de materiales.
También, dada la industrialización, mucha gente opta por comprar un arco nuevo en vez de reencrinar, pues uno puede comprar un arco en China por una cantidad irrisoria de dinero y hacer que le llegue hasta la puerta de la casa. El reencrinado no es particularmente caro, pero cuesta unos $ 3000. No podemos seguir comprando cosas que vamos a tirar en tan poco tiempo habiendo tantas opciones que no solo admiten su utilización por tiempo casi indefinido sino que son de una calidad infinitamente superior.
Insto a todos los músicos y también a todos los padres y abuelos de futuros músicos que consulten con un profesional a la hora de adquirir arcos e instrumentos en general. También hay excelentes arcos de maderas no tan buenas que han ido quedando arrumbados, la mayoría originarios de Europa del este, los cuales cualquier arquetero con gusto los puede arreglar y dejar en condiciones para que pueda funcionar durante muchos años más. También hay arcos chinos que pueden resultar buenos, pero necesitan ser trabajados por profesionales para convertirlos en arcos reencrinables. Este arreglo y modificación sea tal vez más costoso de lo que costó originalmente el arco, pero vale la pena, tanto para la música como para nuestro planeta.
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