Gracias a la ingeniera, escritora y poeta Mireya Soriano, brillante y asidua colaboradora de estas páginas, los lectores de La Mañana hemos podido apreciar la palabra del pensador español Juan Manuel de Prada.
La edición del miércoles 10 de este mes de noviembre nos regala en páginas centrales los profundos conceptos de este escritor políticamente incorrecto. Prada se reconoce inspirado por los textos del sacerdote argentino Leonardo Castellani y luego por Chesterton, un sobreviviente cultural rescatado por la admiración –si bien hemipléjica– de Borges. Chesterton fue católico, y como tal, los católicos lo exaltan y los librepensadores lo niegan, dice Borges, que lo reconoce como gran escritor. Pero el autor argentino define a la fe católica como «un conjunto de imaginaciones hebreas supeditadas a Platón y Aristóteles», negando así ese trasfondo a que refiere de Prada.
Más adelante el entrevistado menciona a otro tan importante como desconocido escritor: Hilaire Belloc. Es una breve referencia a una de las obras de Belloc: Europa y la fe, y su explicación de lo que fuera la «caída» del imperio romano. El término «desconocido» está usado en la cuarta acepción del diccionario de la RAE: darse por desentendido de algo, o afectar que se ignora. «No me publican, no me traducen, a pesar de que sigo vendiendo bastante, mucho más que algunos autores aplaudidos y encumbrados», dice Prada. Y eso es por su condición de católico. Porque «en España el mundo católico no lee. Y el poco mundo católico que hay es antitradicional». Si bien lo aplica a la obra del P. Leonardo Castellani, es un concepto de validez general.
Belloc padecía del mismo mal con la diferencia de que en vez de vivir en España vivía en Inglaterra.
Un católico en la corte de Enrique VIII
Joseph Hilaire Pierre René Belloc nació el 27 de julio de 1871 y murió en julio de 1953, once días antes de cumplir sus 83 años. Hijo de un abogado francés y una escritora inglesa que quedó viuda cuando Hilaire había cumplido dos años. La familia se había mudado a Inglaterra escapando de la guerra franco-prusiana (que tanto inspirara los relatos de Guy de Maupassant) y a la muerte del padre, su madre Elizabeth Rayner Parkes se encargó de Hilaire y de su hermano proporcionándoles una educación católica. Sus biógrafos entienden que el origen francés y su fe católica en un medio adverso forjaron el carácter combativo de Belloc habituándole a defender sus convicciones con firmeza.
Estudió historia en el Balliol College de Oxford, universidad a la que acudieron entre otros Graham Greene, Aldous Huxley y Arnold Toynbee. En 1896 casó con una joven norteamericana de nombre Elodie Hogan con la que tuvieron cinco hijos.
Pese a la desventaja de ser francés y católico, fue electo en 1906 como candidato del Partido Liberal a la Cámara de los Comunes donde se opuso a iniciativas de su propio partido como el Licensing Bill, un proyecto para reducir los permisos para vender alcohol so capa de que la oferta incrementaba el alcoholismo, y que Belloc veía como una restricción a la libertad. En 1910 renunció a su candidatura para un nuevo período. De su pasaje como legislador obtuvo una mala impresión de la actividad política que reflejó en sus escritos.
Poeta
Escribió poesías humorísticas de género nonsense y otras no tanto, como la que ofrece en versión española la poeta y traductora argentina Felicitas Casillo:
El país del sur (fragmento)
Cuando cae la tarde en las Midlands,/tierras anegadas e inhóspitas,/enciendo mi lámpara,/dejo el trabajo a un lado/y las grandes colinas del país del sur/regresan a mi mente./…Contra este cielo, se recorta su relieve,/noble y despojado./Una cosa perdida nunca pude hallar/y algo roto no conseguí reparar:/y temo encontrarme completamente solo/cuando enfrente el fin./¿Quién estará allí para consolarme/o quién será mi amigo?/Me reuniré y con delicadeza haré amigos/entre los habitantes de la espesura de Sussex;/ellos contemplan las estrellas desde lomas silenciosas,/y erguidos, aran los campos./Por ellos y por el Dios del país del sur,/mi pobre alma será sanada./Si alguna vez enriqueciera/o si llegara a la vejez,/construiría una casa de grueso heno/para protegerme del frío,/y allí serían cantadas las canciones de Sussex/y se narrarían sus historias./Levantaré mi casa en la profundidad del bosque,/a corta distancia del mar,/y los hombres que eran niños cuando yo era un niño/vendrán a sentarse y beberán conmigo.
Historiador
Escribió Danton (1899), Robespierre (1901), Marie Antoinette (1909), La Iglesia y el socialismo (1909), La Revolución Francesa (1911), Europa y la fe (1920), La campaña de Napoleón de 1812 (1926), Oliver Cromwell (1927), Historia de Inglaterra (1925-1931), Richelieu (1929), Juana de Arco (1930), Carlos I Rey de Inglaterra (1932), Napoleón (1932), Carlos Estuardo (1933), Santo Tomás Becket (1933), Guillermo el Conquistador (1933), Características de la Reforma (1936), La crisis de nuestra civilización (1937), Las grandes herejías (1938), entre otras obras.
Su enfoque básicamente es el siguiente: la cristiandad se funda a partir de la conversión del imperio greco-romano y se encarna en Europa a través de la Iglesia católica. «La Iglesia es Europa y Europa es la Iglesia», dice, y por eso no habla de un punto de vista católico de la historia europea sino de la «conciencia católica de la historia». En un proceso en que se dan varias herejías –incluso la mahometana– esa civilización alcanza su punto más alto hacia el siglo XIII con Santo Tomás de Aquino. Luego comienza un proceso de envejecimiento y en ese contexto, se da el nacimiento de un descontento irreprimible que culmina con la Reforma protestante, coincidente con un rápido acrecentamiento del poder técnico. A partir de la fractura protestante, la cristiandad comienza a disolverse. Es que la consecuencia de la Reforma es «el aislamiento del alma».
En su Europa y la Fe, dedica un capítulo a Inglaterra: «la gran herida en el cuerpo del mundo occidental. Y [que] aún [en 1937] no ha cicatrizado». Vincula a la Reforma la aparición del capitalismo con la generalización de la usura, el monopolio, el apoderamiento del Estado por los poderosos, la opresión a los pobres… El racionalismo del siglo XVIII es seguido por el materialismo del XIX y termina en la herejía moderna que es el comunismo. El capitalismo y el socialismo dice, «provienen de una misma especie mental». Concluye en que la única posible salvación está en el regreso a una filosofía católica que apunte a una mejor distribución de la propiedad, al control público de los monopolios y a la reorganización de la Corporación. Solo así se podrá construir un sistema que armonice con la naturaleza del hombre.
En 1934 el papa Pío XI le condecoró con la Gran Cruz de la Orden de San Gregorio, por sus servicios al catolicismo como escritor.
Está enterrado en el íntimo cementerio de la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, en el Sussex de su poema, junto a su esposa y uno de sus hijos.
Por cierto, que estos son apenas unos modestos apuntes al solo efecto de interesar al lector hacia el autor. No es fácil hacerse de algún texto de Belloc –los tres que tengo son hereditarios–. La obra de Belloc no figura en catálogos de la Biblioteca Nacional. La del Poder Legislativo registra un texto en español y otro en italiano. Se puede acceder a algún PDF en Internet. Pero si usted es de los míos y le gusta leer escritos sobre papel, consulte en ese reservorio cultural que es la Librería Diomedes. Eso sí, no se demore.
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