Del fascismo al populismo en la historia. Federico Finchelstein. Ed Taurus. $690. 348 págs., 2018
El historiador argentino graduado de la Cornell University, radicado en EE.UU. y columnista de varios diarios -desde el New York Times y Washington Post hasta Clarin y The Guardian-, realiza una muy polémica investigación tendiente a redefinir el fenómeno de los llamados “populismos”.
Desde una perspectiva muy signada por lo políticamente correcto afirma, citando a Borges: “El fascismo, expulsado de Berlín, había emigrado a Buenos Aires”. Esto es, el peronismo del ‘46 sería un producto directo del antiliberalismo y el antimarxismo fascista. Ese primer populismo se habría extendido, según el autor, bajo diversas denominaciones hasta llegar a nuestros días, por lo cual fenómenos como Trump, Chávez, Bolsonaro, Getulio Vargas, Kirchner, Berlusconi, Podemos, Orban o Vox serían disímiles rostros de la misma amenaza a la democracia liberal.
Dichas aseveraciones están sostenidas por unas 50 páginas de notas y de bibliografía complementaria. Esto nos lleva a otro punto, nunca lo suficientemente debatido: el uso político de la historia. Tengamos presente que la gira internacional para presentar esta obra llevó al autor desde México hasta Roma desde Múnich a Madrid, incluyendo entrevistas en CNN, lo cual supera con creces la promoción habitual a una tesis de un historiador.
Pero el punto central es otro: ¿los múltiples esfuerzos que los diversos pueblos han buscado para cambiar realidades políticas más allá de las consabidas fórmulas liberales o marxistas solo pueden ser catalogadas de herederas o nuevas versiones del fascismo? Es más lógico trabajar la hipótesis que desde los centros de poder es clave descalificar los múltiples caminos que se abren en política y que no les son funcionales.
Como anécdota menor, Luis Alberto Herrera fue sistemáticamente definido como “filonazi” por haberse opuesto fervientemente a la instalación de bases navales norteamericanas en nuestro país. Pero cuando se analiza la trayectoria de Herrera, nos enfrentamos a un pensador conservador absolutamente consustanciado con la cultura y el pensamiento político británico, no a un nazi. Esto es, el llamado “tercerismo” ha sido vilipendiado desde larga data. Y una estrategia habitual es la falacia de la falsa generalización, esto es, buscar homogeneizar fenómenos distintos en un conjunto en el que figura alguno absolutamente repudiable.
Esta obra nos obliga a pensar en forma crítica y por ende es un muy buen ejercicio intelectual.