Inés Díaz descubrió su pasión por las rosas en su niñez y su interés fue creciendo con los años, lo que la llevó a investigar sobre esta reconocida flor durante más de una década. Este arduo trabajo finalmente fue plasmado en el libro Rosas patrimoniales de Uruguay, con el que busca transmitir todo el conocimiento adquirido acerca de la historia y la diversidad de estas plantas. En entrevista con La Mañana, la autora compartió cómo transitó este largo proceso.
¿Qué la inspiró a investigar y escribir sobre las rosas patrimoniales en Uruguay?
Fue algo progresivo. En mi casa desde niña había rosas y cuando tuve mi propio jardín, a los 20 años, empecé a cultivarlas sin conocimiento específico y a intuición. Me fui enamorando de las rosas a tal punto que en determinado momento tenía más de 700, muy desordenadas, sin criterio, y empecé a estudiarlas. Ahí me di cuenta de que me convenía reordenar mi jardín, lo levanté íntegro y lo replanté y lo reordené. Eso fue hace más de 10 años.
Además, empecé a viajar junto con gente vinculadas con la rosa y a intercambiar información con expertos de Australia, de Francia. Eso me fue abriendo la mente para darme cuenta de que el universo de la rosa es enorme y que su historia abarca toda una intervención del hombre del siglo XIX en adelante, muy intensa, que la hizo proliferar en cantidades: hay más de 100.000 variedades diferentes en el mundo, cuando silvestres, naturales, son solo entre unas 200 y 300.
Irme adentrando en el conocimiento de eso me ha ido enamorando lentamente. Saber que datan de 30 millones de años, desde antes de la época de los dinosaurios, y que fueron sobreviviendo a todos los avatares climáticos, a las guerras, a todo lo que sucedió y que aún están acá y nos embellecen el mundo es algo que me asombró.
¿Qué buscaba en este proceso? ¿En qué particularidades le interesaba profundizar?
Primero quería rosas modernas, que florecen todo el tiempo, y después me fui enamorando no de las modernas –que me gustan–, sino de las antiguas y de las especies naturales, porque pude apreciar su belleza y su perfume, en muchos casos, que es espectacular.
Me interesaba saber qué rosas existían hoy en Uruguay, qué rosas perduran, y cuando viajé a China tuve la suerte de integrar un grupo de unas 20 personas, todas eran eminencias mundiales, mayores que yo, y como todo genio y gente sapiente me ayudaban humildemente, me enseñaban. Generosamente me fueron enseñando e incentivando. Eso para mí fue un despertador. Yo fui sabiendo lo que iba a ver, pero compartir con ellos fue muy enriquecedor.
¿Cómo siguió su investigación y cómo surgió la necesidad de transmitir toda esa información?
Seguí investigando sobre Uruguay. Me llevó unos 10 años la investigación. El objetivo era saber qué rosas existían, tratar de preservarlas, tratar de reproducirlas y conservarlas cuando fueran raras, y difundir la información para que otros la conocieran. Llegué a tener más de 3000 libros digitalizados, hasta que un día, pasada la pandemia, tomé conciencia de que no servía de nada acaparar información o ahondar en determinado estudio si no se transmitía. Entonces, conversando con amigas que me insistían, me convencí de que, si bien no es algo exhaustivo ni la verdad última, yo tenía que verter en libro mis ideas y mis procesos de investigación para contagiar, para que otros puedan sumarse y continuarlo en el futuro. El libro surgió solo, espontáneamente. El día que empecé a escribir ya tenía la base hecha porque estaba la investigación previa.
En cuanto al término de “rosas patrimoniales”, ¿cuál es la importancia de preservarlas? ¿Se hace esto a nivel nacional en Uruguay?
Hace muchos años que a nivel de la Federación Mundial de Asociaciones de Rosas se trata de definir qué es una rosa patrimonial. Se ha discutido mucho qué podía comprender el término, si rosas anteriores a determinado año o de determinada clase. Pero, más allá de eso, subyace un concepto que para mí es muy importante y es que patrimonio es lo que heredamos de nuestros ancestros, de las generaciones anteriores. Es el caso del patrimonio cultural, que en las rosas es algo natural, pero también tiene intervención del hombre, o sea que hay variedades de rosas que no nacieron solas, hay una riqueza social, hay una riqueza a nivel de país, porque son las rosas que vinieron importadas por nuestros ancestros a partir de fines del siglo XVIII y que perduraron cien años o más. Y fueron pasando de mano en mano, vecino a vecino.
En Uruguay muchas plantas se han perdido por el paso del tiempo, entonces, en la medida en que las modas de nuevas rosas que van saliendo encandilan a los posibles compradores porque ven colores más novedosos o formas distintas, algunas rosas antiguas o de larga data quizás pierden interés porque están ahí desde hace mucho tiempo, sin embargo, son rosas ancestrales que vienen de nuestros antepasados. Por lo tanto, es mi propósito en un futuro empezar a reproducir selectivamente algunas de estas rosas, las más representativas, y tratar de difundirlas entre gente amante de la rosa, rosicultores que sepan que esa rosa merece ser reproducida y cuidada. A nivel mundial sucede lo mismo. Hay conservatorios de rosas, hay lugares donde se estudian, y el interés es preservarlas.
¿Qué espera lograr con la publicación de este libro?
Concebí el libro con distintos objetivos. En primer lugar, transmitir lo que había descubierto e investigado, que para mí era un tesoro de información, con decenas de miles de fotografías que fui tomando a lo largo de estos años y que las quería compartir. El mundo de la rosa es pequeño porque somos 300, como máximo, en todo el país, pero los amantes de la rosa son miles, o sea, es una flor que le gusta a todo el mundo, es la reina de las flores a nivel mundial.
Además de contar mi experiencia, mi metodología, cómo hice la investigación, la historia del Rosedal de Montevideo, muestro algunas de las rosas patrimoniales que hay en nuestro país. Algunas las elegí porque son muy comunes y abundan. Otras porque son de un grado de rareza a nivel mundial impresionante y también merecían conocerse. Otras porque no sé cuál es su identidad, no he podido aún discernir la variedad, e incorporarlas en el libro con todos sus detalles botánicos, con fotos, con su historia de búsqueda ayuda a que venga alguien de otro país a investigar. Es una manera de difundir la existencia de esas plantas.
Por otro lado, el libro tiene un anexo al final que quizás parezca denso, porque para el que no está en el tema puede ser aburrido, pero contiene la totalidad de las variedades que importó el vivero Domingo Basso. Yo tuve acceso y conseguí ejemplares, no son todos, pero son unos cuantos, desde fines de 1800 hasta 1950. Esa lista, con sus cualidades, de qué año es cada una y en qué catálogo está, es un trabajo que llevó mucho tiempo de elaboración, pero que sirve para saber si determinada variedad llegó a Uruguay.
El libro pretende ayudar a los que estudian, incentivar a los que quieran sumarse en la tarea de estudio, y a su vez entusiasmar a los que no saben nada de rosas, porque me esforcé por crear un libro que tuviera color, detalle y llevó muchísimo trabajo. Hoy se considera riqueza solamente a la riqueza material, a los edificios, a las construcciones, pero también tenemos riquezas que están vivas, que mutan y pueden morir. Quise transmitir que la sociedad tiene un patrimonio natural en el país y que hay que valorarlo.
TE PUEDE INTERESAR: