La Verdad y la Historia son dos damas en perpetua tensión. De ahí a pensar o a actuar como si se creyera que es posible encontrar una síntesis, hay apreciable distancia.
La conducta marxista simula haber logrado dicha síntesis. Simplemente porque se le ocurrió a Marx ya es causa eficiente. Y digo la conducta, porque hay buena distancia entre esta y el pensamiento. Uno puede autopercibirse profundamente antimarxista y comportarse como tal. La verdad, desde esta concepción, no es algo que es sino algo que se hace. Equivale a tomar una licuadora, echarle tomate, agregar agua, hacerla andar y presentar el batido como jugo de naranja. En el marxismo real, el Estado totalitario servirá el jugo y todos deberán decir, so pena de castigo, que es el mejor licuado de naranja que han bebido.
La idea es que la verdad triunfe sobre la mentira, pero en este mundo eso no resulta tan evidente. En lo que atañe a la historia, la tecnología moderna ha permitido, sin embargo, apartar sombras sobre hechos históricos, que se habían dado como verdaderos durante muchos años.
Al caso que nos ocupa, dos investigadores de la prestigiosa Universidad de Miskatonic, han hecho un descubrimiento impactante. Por razones de prudencia, dado que es algo que cambia radicalmente las creencias de millones de personas, solo las entidades con convenio han sido informadas. Este insumo ha modificado la historia de tal modo que nos obliga a hacer una revisión inmediata.
Tradicionalmente se ha señalado el poco espacio que han tenido las mujeres para desarrollar actividades consideradas como propias de hombres. Esto, se dice, es una constante en todas las culturas. Por lo que el ocultamiento de una mujer a quien poder comparar como una mezcla de Leonardo da Vinci, Pedro de Mendoza o Hernán Cortés es un hecho tan singular que solo puede explicarlo un deliberado esfuerzo conjunto de gobiernos e historiadores con la intención de mantener la primacía heteropatriarcal.
Hurgando en los anaqueles
Luego del incendio que el 23 de agosto de 1932 destruyó la sección correspondiente de la biblioteca de Miskatonic, pocos se hubieran imaginado que un error cometido por un empleado en algún momento antes del incendio salvara para la posteridad parte de ese importante documento.
Se trata de un documento manuscrito, que los historiadores H. P. Wells y Orson Lovecraft atribuyen a la autoría de Francisco Albo o de Antonio Pigafetta. Transcribiremos el fragmento que se ha hecho llegar a nuestra mesa de trabajo en forma anónima: solo un sobre sin remitente por debajo de la puerta.
Compartimos el documento de los doctores Wells y Lovecraft. Lo damos a conocer con las reservas del caso sobre su origen. Cualquier similitud con personas, instituciones o situaciones actuales es mera coincidencia.
“El día de Nuestra Señora de los Desamparados y San Cirilo, del Año de Gracia de 1491, los restos de la armada española, que habían sobrevivido al temporal, llegaron a una ensenada donde pudieron ponerse al salvo de los vientos que todavía los azotaban. Eran las tres carabelas: El Niño, El Pinto y La Ingeniosa. La oficialidad había muerto de escorbuto y otras enfermedades, por lo que estaba al frente una mujer. Se trata de doña Bruna Mauricia de la Cosa, que asumió el título de capitana general de la Armada. Al día siguiente, la capitana advirtió un ave, augurio de la proximidad de tierra. Subió ella misma al… [‘canastilla que se encuentra en lo alto del palo mayor’, sustituimos el termino malsonante en el original] y divisó una playa: habíamos llegado a las Indias Occidentales.
[Faltan varias hojas]
De regreso a España, doña Bruna fue agraciada por Su Majestaz [sic] con el título de marquesa de la Cosa y, al mando de una nueva flotilla, volvimos al Reyno de Indias.
La Ingeniosa
En el mes de diciembre de 1723 arribamos a una bahía. Bordeándola hacia el O, resultó la desembocadura de un gran río que la marquesa doña Bruna denominó Río de la Plata. Desembarcamos luego en la margen occidental. Los naturales capturaron nuestra patrulla y canibalizaron los cadáveres.
Nos dirigimos hacia el este donde la marquesa declaró: ‘Fúndase, Montevideo’, y así se hizo el Año del Señor de 1724. Dispuso después, que cada cien años se celebrara la fundación por el Ayuntamiento. Dijo luego: ‘Hágase la ciudad’. Y la ciudad se hizo. La principal avenida contaba con un carrillo central que llamó bicisenda. Explicó al Cabildo que era para protección de los ciclistas. Para ello presentó su último invento: un vehículo de dos ruedas, de tracción a sangre que recibió el nombre de bicicleta [invención erróneamente atribuida a Karl Drais en 1817]. Desde ese momento, la corona le concedió el título de ‘ingeniosa real del Reyno de Indias’.
Cuando las invasiones inglesas, defendió la ciudad y reconquistó Santa María del Buen Ayre, un pequeño pero estratégico fortín, situado en la Banda Occidental, que la marquesa había fundado para combatir el avance de los portugueses, que abusaban de esa gran vaquería burlándose del Tratado de Tordesillas.
Los lusitanos eran una amenaza permanente. La capitana general reunió 32 voluntarios y con ella al frente los derrotó en la batalla de Sarandí en el año de 1825. Para facilitar el transporte del contingente a la Banda Occidental, inventó una máquina adosada a las naves, con una pieza helicoidal, que unida a un ‘motor’, permitió el rápido traslado. Sorprendió a los lusitanos, que, atemorizados por el sonido del motor, se entregaron sin luchar.
La victoria fue celebrada con grandes fiestas populares de carácter gratuito, animadas por músicos, bailarines, cantores, trapecistas, saltimbanquis y murgas afines. La corona le concedió incorporar a su escudo la leyenda ‘Muy Fiel y Reconquistadora’.
Ilustre e inmortal
Su obra portuaria es especialmente destacable. Convirtió a Montevideo en el primer puerto del Reyno. Por ella fue condecorada por la empresa francesa adjudicataria de los trabajos. La calle antes llamada Patagonia fue rebautizada con su nombre.
Los barcos de gran calado, como el inglés Fapitcnt y el francés Antelic hallaron en sus aguas generoso hospedaje. Hizo construir un gran vacunatorio, que también solía usarse para espectáculos deportivos o musicales.
Cuando Dios decidió reclamarla a su lado fue sepultada, entre las lágrimas de sus beneficiarios, en el gran mausoleo debajo de su estatua ecuestre lindera a la puerta de la Ciudadela.
Su cuerpo físico ya no pertenece a este mundo, pero su espíritu seguramente vivirá en sus numerosos descendientes”.
Hasta aquí el manuscrito recuperado. Conocer la Historia nos permite comprender el presente.
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