Ha muerto Desmond Tutu. A sus noventa años, completó un ciclo vital impresionante.
Desde un hogar humilde, afro, hijo de una empleada doméstica y un maestro, inicialmente manifestó una intención de ser médico, pero luego se volcó a una vocación espiritual. Fue clérigo y alcanzó las más altas jerarquías en la Iglesia anglicana de Sudáfrica, y finalmente llegó a ser una referencia moral universal.
Es la figura del héroe mismo. Invito al lector a conocer más de la biografía del reverendo Tutu, pues verán la trayectoria heroica clásica. Principalmente, de ser una pieza clave para desmantelar el sistema de segregación racial del apartheid en Sudáfrica. Eso implicó un desafío difícil de sortear; otras personalidades en la misma tarea quedaron por el camino. El régimen racista del apartheid duró más de tres décadas. En ese lapso, una minoría racial blanca impuso un estado de control y represión que alteró todo el sistema institucional sudafricano.
Represión, propaganda, censura institucional constante, de supremacistas controlando todo el sistema del Estado. Lo que hizo el régimen del apartheid, durante tres décadas de educación y vivencias segregacionistas, tal vez ya no está a nuestro alcance comprenderlas cabalmente, en este Uruguay del siglo XXI. Lo que vivió aquella población es comparable a lo que se vivió en períodos dictatoriales. El régimen, en algunos casos, llega a tal nivel de impunidad y represión que elimina a sus adversarios políticos de todas las formas posibles. En el caso de Sudáfrica, llegaron a torturar hasta la muerte a prominentes líderes políticos, tal fue el caso de Bantú Steven Biko. Lo que le hicieron a Biko muestra el alcance de la barbaridad a la que puede llegar un sistema corrupto. Día tras día, durante treinta años.
Luego de años de enfrentar a un régimen execrable, articulando reuniones, encuentros, comunidades y sus políticas, con riesgos ciertos para el líder y su equipo, surge un hito… El arzobispo Desmond Tutu recibe el Premio Nobel de la Paz en 1984. En una parte dura del régimen, luego de masacres… se inició otro punto de inflexión. Un despertar de la conciencia internacional sobre el caso de Sudáfrica… que finalmente desembocó, en 1992, con la liberación de los líderes políticos sudafricanos… y luego Nelson Mandela llegó a la Presidencia de Sudáfrica en 1994.
Hasta ahí llegamos a una parte del camino. Un lapso en la vida de Desmond Tutu, venció el régimen político del apartheid. Luego vendría otra, tan difícil como la anterior, la tarea de unir y pacificar al país. Allí encabezó, a pedido del presidente Mandela, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
El proceso de Verdad y Reconciliación es un aporte del sacrificio del pueblo de Sudáfrica al mundo. En su búsqueda de Verdad y Reconciliación, la comisión recibió más de 21.000 testimonios, 2.000 de los cuales se transmitieron en televisión nacional. Creo que nunca antes en la historia de la humanidad hubo un proceso similar, el relato testimonial de decenas de miles de personas, en testimonios registrados, recopilados en un informe dirigido al presidente Mandela.
Muchos de estos testimonios eran de los victimarios, quienes ponían la mano sobre una biblia y luego declaraban las acciones de lesa humanidad en las que habían participado. Tras este proceso de expiación, sus faltas le eran perdonadas. Si se desea conocer el grado de las faltas que se denunciaban, el informe antedicho despeja cualquier duda.
Nosotros desde el mismo hemisferio austral, pero en otro continente, elegimos otro camino: verdad y justicia. Personalmente creo que hemos recorrido gran parte del camino de ese sendero. La reparación de las víctimas fue un esfuerzo económico que la sociedad uruguaya ha podido dar. Pero la partida del nobel Tutu nos muestra otra manera de hacer el camino, tal vez más honda.
Hacer un proceso a lo Desmond Tutu, de verdad, justicia… y de reconciliación. Dejemos hablar en el final a Desmond: “Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón...”.
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