Rodó fue un hombre en búsqueda y defensa del Ideal. Y lo escribo en mayúsculas porque no buscaba ni “un ideal” ni “ideales”. Pasó su vida descubriendo dónde estaba el Ideal de pensamiento, de actitud, de escritura.
Ese idealismo de Rodó le lleva con frecuencia a buscar referentes en el pasado, a veces próximo, a veces remoto. Ese gusto por el mundo clásico, por la vieja Grecia y el cristianismo primitivo, o la búsqueda de figuras literarias en los grandes autores de la edad Moderna, como Shakespeare, no son sino manifestaciones de tal búsqueda de un ideal pretérito. Pero cabría señalar a una figura y un autor que en Rodó cobran nueva vida: el escritor Miguel de Cervantes, y su gran creación, Don Quijote de la Mancha.
Aunque son muchas las páginas en que Rodó habla de Cervantes, al que considera el gran exponente del castellano, de hecho, en sus obras quien tiene mayor presencia es Don Quijote. Pareciera que en la mente del uruguayo, autor y personaje se unen en un ideal: la raza, la lengua, la utopía.
Rodó se une a la conmemoración del centenario de la muerte del escritor castellano, en abril de 1916. Le dedica uno de los artículos que se publicaron en el libro póstumo El camino de Paros. El título, en este caso, tiene poco de lírico y es plenamente descriptivo: “La filosofía del Quijote y el descubrimiento de América”. Comienza su artículo indicando que, si España está obligada a rendir homenaje a “su más alto representante espiritual”, América no lo está menos. “No hay otra estatua que la de Cervantes para simbolizar en América la España del pasado común, la España del sol sin poniente”.
Defendiendo el pasado común
Continúa su defensa de Cervantes identificándolo en realidad con su gran personaje, don Quijote: “La filosofía del Quijote es, pues, la filosofía de la conquista de América. (…) América nació para que muriese Don Quijote; o mejor, para hacerle renacer entero de razón y de fuerzas, incorporando a su valor magnánimo y a su imaginación heroica, el objetivo real, la acción conjunta y solidaria, y el dominio de los medios proporcionados a sus fines”.
En el conquistador español ve Rodó la mezcla del ideal quijotesco en la pasión por la gloria, con elementos mucho más materiales, como eran la pasión por el oro y el poder.
“Así, el sentido crítico del Quijote tiene por complemento afirmativo la grande empresa de España, que es la conquista de América. (…) Y así el nombre de Miguel de Cervantes, no solo por la suprema representación de la lengua, sino también por el carácter de su obra y el significado ideal que hay en ella, puede servir de vínculo imperecedero que recuerde a América y España la unidad de su historia y la fraternidad de sus destinos”.
Queda claro en estas palabras finales del artículo, que Cervantes en realidad es identificado con su obra cumbre. Quien pervive en la América independiente es el Quijote, en su lengua y en su espíritu. El Ideal, para Rodó, tiene personificación en el personaje literario cervantino. A lo largo de sus obras, la presencia de Caballero de la Mancha es una constante. En Motivos de Proteo, dedica el capítulo XI a un episodio vivido por el Quijote, narrado en el capítulo XVI de la segunda parte de la obra cervantina. Es castigado el caballero a renunciar por un tiempo a sus andanzas, y entonces, convence a Sancho de la posibilidad de gozar de un retiro bucólico, en mera contemplación, dejándose deleitar sentidos externos y emotividad por los placeres de la naturaleza. Y la enseñanza –o interpretación- de Rodó es excepcional:
“¿Entiendes la trascendente belleza de este acuerdo? La condena de abandonar por cierto tiempo su ideal de vida no mueve a Don Quijote ni a la rebelión contra la obediencia que le impone el honor, ni a la tristeza quejumbrosa y baldía, ni a conformarse en quietud trivial y prosaica. Busca la manera de dar a su existencia nueva sazón ideal”.
Dos centenarios relacionados con el Quijote y su autor fueron ocasión para que se publicaran numerosas páginas. En primer lugar, el tercer centenario de la primera edición de Don Quijote. El segundo, la conmemoración de los trescientos años de la muerte del maestro castellano, ya mencionado. Ambos acontecimientos darán ocasión al uruguayo para profundizar su visión del autor y el personaje. Le dedica, además de varios comentarios en diferentes obras, un capítulo de El Mirador de Próspero, que titula “El cristo a la jineta”, en el marco precisamente del aniversario de la primera edición del libro. El “cristo” del título es el propio Don Quijote. Inicia así sus líneas:
“Después del Cristo de paz, hubo menester la humana historia del Cristo guerrero, y entonces naciste tú, Don Quijote. Cristo militante, Cristo con armas, implica contradicción, de donde nace, en parte, lo cómico de tu figura y también lo que de sublime hay en ella”.
Interesante la comparación que desarrolla Rodó en este breve artículo. Busca las similitudes imaginadas entre Cristo y Don Quijote, para terminar diciendo: “pero tú, Don Quijote, tú, si moriste, resucitaste al tercer día: no para subir al cielo, sino para proseguir y consumar tus aventuras gloriosas; y aún andas por el mundo, aunque invisible y ubicuo, y aún deshaces agravios, y enderezas entuertos, y tienes guerra con encantadores, y favoreces a los débiles, los necesitados y los humildes, ¡oh sublime Don Quijote, Cristo ejecutivo, Cristo-león, Cristo a la jineta!”
Adiós a la política
Llama la atención esta visión del Quijote en la que se engarzan sin problemas el ideal y la acción. Don Quijote es el ideal, pero también es la acción, es el “cristo a la jineta”, el “cristo ejecutivo”. Y no está muerto. Parece que Rodó quiere verlo vivificado en aquellos que tratan de actuar en la consecución de un ideal. El propio Rodó, poco proclive a la controversia política, escogió la vida pública para poner su grano de arena en la mejora de su nación. Lo suyo era la pluma, pero si tiene que bajar a la arena política lo hace, y entonces el lírico se transforma en hombre de acción que con el arma de la palabra trata de remediar los males de la patria. De hecho, describió su primer abandono de la esfera política en carta a un amigo mencionando precisamente al caballero manchego: “(…) La experiencia de mi temporada de politiquero me ha suministrado, me ha bastado para tomar desde ahora (o más bien desde antes de ahora) la resolución firmísima de poner debajo de mi última página parlamentaria un letrero que diga: «Aquí acabó la primera salida de don Quijote» y decir adiós a la política”.
¿Qué quiso ver Rodó en el Quijote? ¿Qué imágenes evocaba su personal Hidalgo de la Mancha? El Quijote de Rodó insufla aires nuevos, frescos, para sus lectores españoles y americanos. Existe un Quijote español, pero Rodó re-crea el Quijote hispanoamericano. Su conocimiento del pensamiento español es profundo, y le lleva a ver en el Caballero castellano un futuro que augura esperanzador.
*María Saavedra Inaraja
Para La Mañana desde Madrid
Doctora en Historia de América. Dirige los grados de Historia e Historia del Arte en la Universidad CEU San Pablo (Madrid). Es directora de la Cátedra Internacional CEU Elcano. Primera Vuelta al Mundo.
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