Decía Mariano José de Larra en uno de esos artículos costumbristas de cuya hechura era maestro, que no podía faltar en poder de una dama elegante del siglo XIX, el álbum. Se trataba de un gran libro primorosamente encuadernado y con las hojas en blanco. Aconsejaba Larra con ironía que se dijera de él, para más prestigio, que había sido adquirido en Londres. Se trataba de un elemento viajero, porque se enviaba por un lacayo a un escritor, poeta, pintor o músico para que el destinatario dejara una obra de su creación. La galantería obligaba a consignar pensamientos amables, por lo que todas las poseedoras de álbum eran elogiadas por su belleza, talento y simpatía. Anota el escritor español que ese «mueble indispensable» era el tormento de los elegidos porque «siempre se espera mucho del talento, y nunca es más difícil lucirle que en semejantes ocasiones».
La lectura, en el siglo XIX, era un distintivo de clase. Los salones donde se reunía la high society eran sitio obligado de los escritores y, como las protagonistas eran las mujeres, ninguno se salvaba de llenar esos espacios vacíos. Si el álbum estaba en poder de algún otro caballero bueno era el abanico o una hoja de papel que luego sería pegada primorosamente.
Escrito en 1835 parecía ser que el álbum era un continente estrictamente femenino. Pero el hecho es que también los hombres comenzaron a interesarse por coleccionar recuerdos. En 1860 el álbum del Dr. Francisco A. Vidal se engalanaba con los versos del prolífico Acuña de Figueroa.
El Álbum Ibero Americano, revista dirigida por la maestra Concepción Gimeno, defensora del «feminismo sensato», como ella misma definía su posición, publicaba en enero de 1898 estas líneas firmadas por Felipe A. de la Cámara.
Mi álbum amigo
Tengo yo un álbum, que es lo que más quiero
Si un día, por desgracia, lo perdiera,
sufriría un disgusto verdadero:
porque es la enseña de mi amor primero.
. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
No es solo patrimonio de la hermosa
guardar cual rica joya la poesía:
yo tengo álbum también que caprichosa
o voluble, anheló mi fantasía.
Pocas de esas composiciones hubieran optado por el Nobel de Literatura, y no solo porque todavía no se había entregado ninguno. Son ejemplos válidos como reflejo de la época.
Carmen
Dice la Prof. Marta Palenque, catedrática de Universidad de Sevilla, que en esos salones las mujeres adquirían relevancia «bien por su calidad intelectual, bien por su influyente posición como esposas, hijas, madres…».
Doña Carmen Cuestas Fernández reunía todas esas cualidades. En 1899, a sus veinticuatro años, era gran lectora, dominaba el francés y el inglés. Actuaba como secretaria y editora de su padre, como él mismo lo reconoce en la dedicatoria de su obra Páginas Sueltas (tres tomos publicados entre 1897 y 1901). «A mi hija Carmen […]. Pienso que nada puede ser más grato que ser justo, y siguiendo esta idea, debo ofrecerte estas líneas a ti, perseverante colaboradora, que, con paciencia ejemplar, descifraste mis borrones, perfeccionando los conceptos ligeramente trazados, trasmitiéndoles la luz de tu espíritu selecto. Esas páginas te pertenecen, como todas las que han sido o puedan ser publicadas; tienes en ellas una parte muy importante, porque fueron confiadas a tu cuidado y labor, y has sabido darles forma clara y correcta».
Carmes Cuestas fue una mujer de gran compromiso social. Segunda presidenta del Instituto de Ciegos fundado por doña Teresa Santos de Bosch. Presidenta de la Alianza para el sufragio femenino en 1919. Y, como no podía ser de otra manera, tenía su álbum.
En ocasiones las contribuciones de los literatos a los álbumes trascendían a la prensa. Y eso sucedió con una pieza del escritor, dramaturgo, periodista y político Samuel Blixen Claret (1867-1909). En el Almanaque Sud-Americano para 1900, publicado en Buenos Aires por El Siglo Ilustrado, se da a conocer un largo poema, que por su ingenio, nos parece de interés transcribir en su totalidad.
En el álbum de la señorita Carmen Cuestas. Proyecto de ampliación al Diccionario de la Academia Española de la palabra Carmen
CARMEN. — Masculino: Huerta
en las vegas de Granada;
patio andaluz, perfumado
con claveles y albahacas,
donde ágiles madreselvas,
trepando por las ventanas,
en caprichosos festones
a las rejas se entrelazan;
do siempre canta un jilguero
en la prisión de su jaula,
mezclando su alegre trino
al gemir de las guitarras,
cuando en la noche serena,
la amorosa serenata
pondera unos ojos negros
o llora quejas amargas!
RELIGIÓN. — Orden antigua
que fue del Carmen llamada,
porque en el Monte Carmelo
tuvo su origen.
Tan alta es su antigüedad, que algunos
cronistas de sus hazañas,
dicen que la fundó… Elías
y fue su adepto… Pitágoras.
GEOGRAFÍA. — Una ciudad
en Méjico, de importancia.
Capital de territorio. Puerto seguro (once brazas
hay siempre en la embocadura).
Tres mil setecientas almas.
Isla al Sur de Yucatán,
rica en campeches, y en raras
maderas muy generosa.
LETRAS. — Estructura clásica
del verso, en que puso Tíbulo
las endechas de su alma,
sonrisas, Ovidio ameno,
y el tierno Cátulo, lágrimas…
ICONOCRAFÍA. — Imagen
por la piedad consagrada,
que da a los fieles católicos,
en cambio de sus plegarias,
lenitivo a los dolores
y consuelo en las desgracias.
INDUSTRIA. —Palabra antigua
que indica el tinte de grana.
(Se ha transformado en carmín).
HISTORIA CONTEMPORÁNEA:
La hija de un Presidente
de nación americana,
si por belleza, famosa,
más, por bondad, alabada.
La llaman la Ninfa Egeria
quienes conocen su clara
inteligencia. Es dechado
de distinción y de gracias,
y Carmen por excelencia,
pues cuanto da la palabra
de bello y bueno, lo tiene.
Como un huerto de Granada
es alegre su sonrisa
y ostenta flores su cara;
como la Orden religiosa
tiene en cantidad no escasa
sus fieles Carmelitanos,
devotas Carmelitanas;
como la ciudad de Méjico
aprisiona muchas almas,
y es también puerto seguro,
al que refugio demandan
muchas penas, muchos duelos,
muchas peticiones náufragas!…
Como la isla es generosa;
como el verso antiguo, es sabia,
y encierra en sí la poesía
más noble, por sobria y ática;
como la imagen del templo,
oye rezos y plegarias
y como el tinte famoso
es (de opinión) colorada…
¿Hay en el mundo otra Carmen
más digna de la palabra?
Blixen fundará en 1900 la revista Rojo y Blanco. La propuesta era brindar un «periódico para todos. En vano se buscará en sus columnas la preferencia o a la parcialidad por un color, y si alguna vez sucediera, la excepción será por el celeste y blanco pero acompañados del sol que completa el cielo de nuestra bandera, y que siendo de todos, no pertenece a nadie en particular».
Tal vez el álbum decimonónico habrá caído en desuso sepultado por las redes sociales. Pero este pensamiento de Blixen, adecuado a los nuevos actores actuales, adquiere plena vigencia.
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