Esta semana Sotheby’s y Christie’s realizaron importantes subastas en línea a nivel mundial donde se lograron precios récord. Esto es solo la expresión más reciente de una pasión milenaria del hombre por adquirir o coleccionar objetos y obras de arte.
Nuestra civilización es en gran medida una civilización del ocio, en la que los acontecimientos culturales no afectan como antaño tan solo a una minoría, sino que afortunadamente resultan beneficiaros de ellos toda la sociedad. Se ha convertido en una pauta de comportamiento de colectividades muy extensas en las sociedades avanzadas.
El coleccionismo en un principio y, en líneas generales, está vinculado a la religión y a las guerras. Más adelante constituirá práctica habitual de reyes, príncipes y de la burguesía.
El verdadero coleccionista es fruto de la pasión, es un buscador infatigable de piezas excepcionales que encuentra en la rareza la culminación de su deseo.
Históricamente el coleccionismo empieza con los objetos encontrados en las tumbas reales de los faraones egipcios de la XVIII dinastía, tan decadente como refinada. Tutankamon fue encontrado por Howard Carter con una multitud de objetos y bastones de mando, que evidenciaban su autoridad. Alejandro Magno atesoraba botines de guerra de los diferentes territorios conquistados, y como él, tantos otros hombres, que al servicio de sus Estados expoliaron los objetos testigos de la cultura de las naciones.
Pasado el período más tormentoso de la Edad Media, el coleccionismo aparece en las opulentas y piadosas abadías, en los castillos de la nobleza, y en los palacios de la burguesía para llegar a ser un elemento de refinamiento y de prestigio que distingue a quien atesora y protege obras de arte.
En la Italia del siglo XV, la familia Médicis, el Duque d´Este, los Papas y otros mecenas rivalizan por la cualidad de ser el mejor protector de artistas y en el encargo de trabajos.
Los Habsburgo en España a lo largo de los siglos dejaron constancia de sus colecciones. Carlos I, Felipe II, Felipe III y Felipe IV, verdaderos coleccionistas, formaron la identidad del Museo del Prado.
La corte de Luis XIV de Francia promovió la construcción de palacios y su decoración. Sus ministros, los cardenales Richelieu y Mazzarino, rivalizaban en la posesión y el comercio de obras de arte. Las guerras napoleónicas hacen afluir a Francia un enorme botín de guerra en obras de arte.
A fines del siglo XIX y principios del XX, la burguesía, heredera del espíritu del renacimiento, actúa con las mismas pautas y repite el ciclo que posteriormente revertirá en el museo. Los nombres de Gulbenkian, Thyssen, Rockefeller, Getty, Rothschild, Wildenstein, Guggenheim, por citar algunos; y en el siglo XXI en Latinoamérica: Andres Blaistein, Patricia Phelps, Gustavo Cisneros, Ella Fontanals–Cisneros, Eduardo F. Constantini, Amalia Lacroze de Fortabat, Engelman-Ost, Atchugarry y un largo etcétera son nombres que ya forman parte de la historia del arte.
El coleccionismo va unido a la cultura de un pueblo y está vinculado al instinto de la posesión. No hay que obviar que en la obtención del objeto está el placer por los productos tangibles de un arte o artesanía que se transmite de generación en generación. El verdadero coleccionista es fruto de la pasión, es un buscador infatigable de piezas excepcionales que encuentra en la rareza la culminación de su deseo.
La subasta en línea de Christie’s se desarrolló en tiempo real a través de diferentes zonas horarias moviéndose consecutivamente a través de los principales centros del mundo del arte: Hong Kong, París, Londres y Nueva York. Se obtuvo un histórico USD 420.941.042.
El coleccionista puede ser creativo y prospectivo, en tanto su actuación no sea el solo mero de atesorar la obra, sino buscar una explicación al objeto, revelador de la cultura de una sociedad, y a su vez apoyar las nuevas propuestas de la realidad contemporánea.
El coleccionista actúa por razones de curiosidad, gusto, refinamiento y espíritu financiero. Se identifican con lo que poseen. Imponen modas. Ser coleccionista iguala socialmente, ya que se comparten valores, entre ellos el estético que confieren derecho de entrada a ciertos círculos que de no ser así, les estarían vetados.
El coleccionismo contemporáneo nace básicamente de un bienestar económico. A diario recibimos noticias de la escalada de precios de los objetos artísticos.
Esta difusión contagia al coleccionista que dedica en su quehacer diario un tiempo para el arte. Acude al circuito. Se informa y se forma. Es miembro de asociaciones, de “Amigos de los museos”, visita talleres de artistas; se relaciona, conversa, se deja aconsejar por los galeristas y por los críticos. Viaja para ver exposiciones, visita ferias. Compra libros, catálogos y sigue con minuciosidad los precios de los artistas, o de las piezas que son de su interés en las galerías y salas de subastas.
Adquiere así un buen conocimiento de la escena artística y del mercado. “Apostar por el arte” constituye un juego que a lo largo de la historia, si se acierta, se ha convertido en un producto altamente rentable. Se combinan riesgo y rentabilidad, palabras que constituyen un aliciente y un reto para el coleccionista joven de nuevo cuño.
También hay que destacar el papel de las instituciones privadas y públicas en el mundo del arte y del coleccionismo que han formado grandes colecciones. El gran coleccionismo corporativo ha añadido vitalidad a la creación artística, y ha encontrado un vehículo para mejorar un reconocimiento social y un beneficio de imagen de empresa.
Recientes subastas digitales de Sotheby’s y Christie’s rompen los esquemas
Una de las principales fuentes del coleccionismo son las subastas. Dos subastas en vivo y en tiempo real se han celebrado en las pasadas semanas. El “consumo” en obra de arte se intensifica.
El 29 de junio Sotheby’s organizó una subasta digital con grandes pantallas de televisión en sus salas de tres ciudades: Londres, Nueva York y Hong Kong. Se presumía que habría mucho interés por las obras que se subastaban para retransmitir en tiempo real las pujas y también para intentar crear el clima de competitividad que en toda subasta se respira en el ambiente. La puesta en escena era digna del mejor escenario teatral. Las obras eran de artistas muy reconocidos, como Francis Bacon, entre otros de igual prestigio. Se vendieron cerca de 80 obras por 322 millones de euros, rozando muchas de ellas el precio estimativo.
El 10 de julio, Christie’s presentó ONE, una subasta mundial de arte del siglo XX. La venta en vivo se llevó a cabo en tiempo real a través de zonas horarias, moviéndose consecutivamente a través de los principales centros del mundo del arte: Hong Kong, París, Londres y Nueva York. Se llegaron a récords de subasta para Marden, Thiebaud, y Condo, y con magnificas obras de Picasso, Femmes d´Alger, Lichtenstein y Zao Wou-Ki, entre otros. Se obtuvo USD 420.941.042 y se vendió el 94% por lote y 97% en valor.
Esta ha sido la prueba de fuego para romper la idea de que las subastas en línea no alcanzaban los precios de las subastas presenciales, que por regla general no superaban los USD 12.000.
(*) Catedrática de Sociología – UB, Dra. Historia del Arte, Crítica de Arte, Miembro de AICA y ACCA.
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