¿Cómo sería hoy la educación en nuestro país si la escuela de Figari hubiera prevalecido sobre el academicismo liberal? Arturo Ardao en el prólogo a la obra que compila los textos educativos de Pedro Figari, afirma que es un tema pendiente realizar un estudio serio sobre su pensamiento, pues probablemente allí se hallen más respuestas y soluciones a una problemática que arrastramos desde hace mucho tiempo: la disfuncionalidad entre la teoría y la praxis en el ámbito educativo.
“La Escuela debe planearse de acuerdo con las exigencias locales, es decir, de acuerdo con las conveniencias del país y no pretendiendo trasplantar instituciones que si acaso pueden funcionar en otras partes con provecho, podría ocurrir que aquí no respondieran a la satisfacción de una necesidad verdadera”
P. Figari
Analfabetos funcionales
Dentro de la opinión pública de nuestro país, ha sido perceptible desde hace muchos años, un descontento general con respecto a los resultados que ha ofrecido la educación pública, en materia de transmisión de conocimientos y saberes sobre los educandos. Los niveles actuales de lectoescritura, lengua, álgebra, en alumnos de 1er año de educación media, para citar un ejemplo, dejan bastante que desear, al mismo tiempo, la enseñanza técnica, pieza fundamental en el desarrollo de una economía, no ha tenido el auspicio necesario para convertirse en uno de los motores de nuestra cultura, y ha quedado relegada a un segundo plano dentro de las opciones educativas vigentes en nuestro país.
A efecto de esto, a través de los medios de comunicación, el parlamento, y otros ámbitos de discusión, diversos actores de nuestro país han profesado cierta admiración por modelos pedagógicos foráneos, y con mayor o menor acierto se han tratado de aplicar algunas medidas, aspectos, criterios importados desde el “primer mundo” en la últimas reformas educativas, con resultados cuyos beneficios parecen ser bastante relativos. Es cierto que hay más alumnos matriculados que nunca, y más docentes “calificados” que nunca, y más centros educativos y algunos mejor equipados, pero a nivel estrictamente académico los resultados no han sido los esperados. Así hemos visto como se ha producido un enorme distanciamiento en nuestra educación entre la teoría y la praxis, entre el modelo y su aplicación, obviando muchas veces las características y necesidades inherentes que tiene nuestra población, por su espacialidad, su cultura y su historia.
Pedro Figari, después de J. P. Varela, fue uno de los más importantes pedagogos que tuvo nuestro país, y su -frustrado- modelo educativo respondía a las mismas inquietudes que tenemos hoy día, superar nuestro atraso económico y cultural, pero desde una perspectiva que supiera unir el oficio al arte, la sensibilidad al espíritu, y la obra a la ética. Fue un teórico y un realizador, logró no sólo fusionar sus ideas en la praxis, sino que también supo darle una estética, una poética, una filosofía acordes a su pensamiento. Al estudiar la vida y la obra de Figari, uno siente encontrarse con una de las personalidades más completas de la historia de nuestra inteligencia nacional. Fue artista, abogado, legislador, escritor, filósofo, sus inquietudes, sus apreciaciones sociales, son perceptibles a través de toda su obra. Recordemos que se doctoró en leyes con una tesis que planteaba una reforma agraria nacional, luego fue uno de los mayores portavoces en contra de la pena de muerte en nuestro país, para más tarde involucrarse en el terreno educacional, y proyectar lo que terminará siendo nuestra Escuela Técnica.
Figari que había estado en Europa, había comprendido la necesidad de desarrollar un sistema educativo que permitiera a nuestros jóvenes estar preparados para los desafíos que se le iban presentar a nuestra patria en lo venidero.
Arte e Industria desde una perspectiva americanista
“Arte e industria son para Figari, en el terreno educacional, conceptos inseparables. Cuando proyectaba una Escuela de Bellas Artes, quería una enseñanza artística que fuera industrial; cuando años después organiza la Escuela Industrial, quiere una enseñanza industrial que sea artística”, adelantándose de esta manera a los supuestos que años más tarde profesaría la propia “Bauhaus”.
Para él la educación industrial debía ser una educación integral, en la que no sólo se impartía una enseñanza técnica sino también una filosofía de vida, capaz de generar en el alumno el criterio y la vocación suficientes, para que no sólo sea un simple operario, sino más bien un “obrero artista” en todo su sentido.
Recordemos que Figari aparte de haber sido el director de la “Escuela Nacional de Artes y Oficios”, entre julio de 1915 y abril de 1917, ya desde principios de siglo había comenzado a elaborar su doctrina educacional a través de diferentes tipos de textos, como el proyecto parlamentario sobre la “Escuela Nacional de Bellas Artes” que presentó al parlamento en 1903 pero que nunca llegó a realizarse. En su proyecto de reorganización de la vieja escuela el Art. 2 dice los siguiente” En el cumplimiento de su misión, la Escuela ajustará la enseñanza y todos sus actos a las reglas siguientes: a) Dar instrucción práctica más bien que teórica adoptando, en cuanto fuere posible, procedimientos experimentales, de modo que el alumno consiga por sí mismo la verdad o el resultado que busca; b) Instruir al mayor número de personas, sin distinciones de ninguna clase, dándose además cursos especiales para obreros, en las horas y días que a éstos más les convengan.”
En estos dos incisos deja claro dos aspectos fundamentales de su modelo, la praxis por encima de la teoría, y la universalidad que debe garantizar toda educación pública. Luego cuando habla de la orientación que debe tener la nueva escuela, lo primero que afirma es: “Esta Escuela debe modelar de tal modo la personalidad del alumno, que lo prepare para producir de la mejor manera posible”
De la incomprensión al éxito de su arte
El enfoque de Figari, desdeñaba que se formara un obrero en alguna materia, sino más bien una persona completa capaz de adquirir nuevos conocimientos, aptitudes, de adaptarse a diversas circunstancias, capaz de resolver los problemas de su oficio, y realizarlo en la forma más óptima posible, y justamente, esas características eran las que iban a garantizar los resultados de esa formación, en el modo más visible de todos, en su propia labor, como sucedió hace poco con los afamados esquiladores uruguayos que hacen la zafra en España, realizando un trabajo digno de admiración.
A modo anecdótico, cuando Figari tomó la dirección de la Escuela, lo habían prevenido acerca de la conducta de los estudiantes, pues muchos afirmaban que a condición misma de los alumnos hacía inviable la enseñanza, sin embargo el viejo maestro en su momento hizo la siguiente afirmación: “Es una verdadera satisfacción para mí que me habían hablado reiteradamente de los antiguos alumnos de la Escuela de Artes y Oficios, como de unos “bandidos incorregibles”, el comprobar que el régimen de la libertad en el orden, el de la tolerancia y la dulzura, hayan puesto en evidencia, desde luego, que aquellos supuestos salvajismos que se creían congénitos, no eran otra cosa, como lo pensé siempre, que una reacción altiva contra un régimen despótico y absurdo, que tendía a deprimir la individualidad del escolar en vez de cultivarla.”
Visto de afuera es difícil entender desde nuestra perspectiva actual cómo Figari y su proyecto fueron incomprendidos en su momento, generando que renunciara a un cargo que hubiera dado tan valiosos frutos.
La personalidad de Batlle y Ordóñez -tan rica en captar las necesidades populares- era muy excluyente. Hay una larga lista de figuras con notorio talento, de aquella brillante “generación del 900” que colaboraron en la obra de gobierno, que se vieron compelidas, a abandonar la empresa, Julio Ma. Sosa, Pedro Manini Ríos, José Enrique Rodó. Y Pedro Figari no fue la excepción. Figari emigra a Buenos Aires donde despierta su vocación por la pintura a los 55 años, y se convierte en uno de los más sobresalientes artistas plásticos que obtuviera nuestro país. ¿Qué sería de nuestra educación, sino se hubiera truncado su vocación de maestro y pedagogo?
Educar es un arte, no es simplemente transmitir conocimientos, es necesario hallar nuevos senderos que permitan la apertura y el entusiasmo.
TE PUEDE INTERESAR