La vida de Pío Baroja y Nessi (San Sebastián 1872- Madrid 1956), estuvo marcada desde sus primaros años por la itinerancia. También en su juventud y madurez, Baroja fue un permanente caminante, no sólo por sus incesantes viajes sino por la diversidad en su actividad laboral, y evolución ideológica, todo lo cual contribuyó a enriquecer su profusa obra literaria, que lo ha situado entre los principales escritores españoles del siglo XX.
Hijo de Carmen Francisca Nessi, Goñi, y de Serafín Baroja Zomoza, ingeniero de minas de profesión, estuvo desde su infancia acostumbrado a frecuentes cambios de casa y de ciudad debido al trabajo de su padre. Una primera mudanza en San Sebastián, y otras más que lo llevaron sucesivamente a Madrid, Pamplona, y Bilbao, le hicieron conocer desde pequeño diferentes ambientes y tipologías humanas, que más tarde irían a nutrir desde el recuerdo el rico mundo de sus novelas.
Aun años más tarde, cuando Pío Baroja había iniciado sus estudios de medicina, un nuevo traslado de su padre obligó a la familia a establecerse en Valencia. Ese cambio no significó una interrupción en la carrera del joven, que luego de licenciarse regresó a Madrid en donde culminó sus estudios de doctorado al tiempo que se inició en el periodismo.
El ejercicio de la medicina, para la cual no había manifestado especial vocación, lo llevó a Cestona, (Guipúzcoa), en donde actuó como médico rural, tarea en aquel tiempo de mucho sacrificio. Refleja esas experiencias en su primer libro de cuentos “Vidas sombrías” que sería publicado poco después de que Pio Baroja abandonase su labor como médico y regresase a Madrid para regentear la panadería de su tía materna.
Continúa entonces su actividad periodística, asiste con frecuencia a funciones teatrales y dedica a la lectura todo el tiempo que le permite la resolución de los problemas prácticos que presenta el negocio, en particular los planteados por el gremio de los panaderos.
Grupo de los Tres
Es en Madrid que Baroja traba amistad con Rodrigo de Maeztu y con José Martínez Ruiz (Azorín), con quienes integrará el llamado “Grupo de los Tres”, que en el año 1901 se dio a conocer mediante la publicación periódica de una revista, y que bregaba por la transformación de España, proponiendo una serie de medidas tendientes a erradicar la pobreza y lacras sociales derivadas, como la prostitución, así como las graves carencias en educación y salud.
Bregaba por la transformación de España, proponiendo medidas tendientes a erradicar la pobreza y las lacras sociales derivadas.
Su primera visita a Paris, en donde conoce a Antonio Machado, inicia un período de gran movilidad en el que Baroja viaja no sólo por la mayoría de los países europeos sino también por España, que recorre palmo a palmo, muchas veces en compañía de colegas del mundo literario, como Ramón de Valle Inclán, Azorín, Ramiro de Maeztu, y José Ortega y Gasset. No sorprende que, en razón a ese afán explorador, el paisaje (no sólo el natural sino el humano) tenga tanta relevancia en la obra literaria que comienza a producir en forma sostenida a partir de la treintena hasta el fin de sus días.
En su vasta producción, que también incluye cuentos, ensayos, y algunas obras teatrales, predomina la novela, género en el que logró una gran maestría. Si bien en sus primeras obras abunda la temática social, como en “La lucha por la vida”, una de sus famosas trilogías, también ha cultivado con éxito la narrativa de aventuras y de acción. Esa versatilidad que caracteriza su talento de escritor le permitió abordar temas de tono intimista, como en su libro “Camino de perfección”, y también escribir obras que reflejan con la debida justeza complejas realidades históricas, entre las que destaca “Memorias de un hombre de acción”, novela de varios tomos donde se describe gran parte de la historia de España.
Generación del 98
Si bien Pío Baroja es considerado un escritor de la generación del noventa y ocho, él mismo descreía de ella porque no reconocía que hubiese una verdadera afinidad entre los escritores que la componen. Sin embargo, el momento histórico que definió a esa generación, no fue ajeno a su obra y posición filosófica. Tal como ocurrió con muchos de ellos, el pensamiento de Baroja fue derivando desde los primeros tiempos, en que estuvo cercano al anarquismo y a la idea republicana, hasta posiciones claramente conservadoras que lo llevaron a ser un fuerte opositor a la Segunda República.
Se definió a sí mismo como “hombre humilde y errante” y también como “un escritor de calle”, porque ese andar de peregrino nunca le abandonó.
Su prestigio como escritor nunca dejó de ser reconocido y en el año 1935 fue incorporado a la Real Academia Española. No obstante, su espíritu independiente le provocó en ocasiones ciertos inconvenientes, en particular durante la guerra civil, al inicio de la cual fue preso cuando se encontraba veraneando en Navarra, por lo que una vez liberado optó por irse a Francia en donde permaneció un año hasta conseguir un salvoconducto para llegar a la España Nacional. La guerra misma, durante la que Baroja pasa largas temporadas en París, queda plasmada en sus novelas “Miserias de la guerra” y “Los caprichos de la suerte”.
Escribe en sus últimos años sus memorias que titula “Desde la última vuelta del camino”. Se definió a sí mismo como “hombre humilde y errante” y también como “un escritor de calle”, porque ese andar de peregrino nunca le abandonó.
En sus caminatas a menudo le acompañaban amigos; y nosotros también podemos hacerlo, porque en cualquiera de sus ensayos o novelas seguro que encontraremos buena parte del camino.
*Columnista especial para La Mañana desde Madrid
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