El fin del “homo sovieticus”. Svetlana Aleksiévich. ACANTILADO. 648 pags. Cuarta reimpresión. $1590.
La reciente etapa del conflicto de Ucrania ha redoblado el interés que genera la cultura y la historia eslava. Pocos autores logran resumir el crisol nacional como Svetlana Aleksiévich, laureada en el 2015 con el Premio Nobel. Ha tenido tres hogares: “mi tierra bielorrusa, la patria de mi padre donde he vivido toda mi vida, Ucrania, la patria de mi madre donde nací, y la gran cultura rusa sin la que no me puedo imaginar. Las tres me son muy queridas. Pero en estos días, es difícil hablar de amor”.
¿Cómo narrar lo que fue ese experimento de ingeniería social que fue el comunismo? ¿Cómo ponerle rostro a los millones de víctimas? Pero también, ¿cómo narrar esa utopía? Durante años estuvo recopilando microhistorias de personas concretas, de carne y hueso, que fueron los reales protagonistas de la historia real. Ahí están aquéllos que entablaron, durante las décadas del socialismo, “una particular relación con la muerte”, las madres deportadas con sus hijos al Gulag, los estalinistas irredentos que mantenían su fe inconmovible en el sistema a pesar de haber sido condenados a los campos de concentración o directamente a ejecuciones. También están los que se abrazaron a la Perestroika y que no pudieron entender lo que implicaba el triunfo arrasador del capitalismo…también están las otras historias: las que nos permiten avizorar algo conmovedor, la enorme grandeza espiritual, rayana en lo místico, de un pueblo seguro de un destino propio, más allá de las pruebas apocalípticas a las que ha sido sometido a lo largo de demasiado tiempo.
Un militar, el mariscal Ajromeiev, simpatizante de la Perestroika, al constatar lo que implicaba un Yeltsin en el poder, se lamenta: “Hemos vendido un gran país por un puñado de tejanos, cigarrillos Marlboro y unos chicles”.
Aleksiévich recopiló durante décadas miles de historias para lograr escribir la Historia del “hombre rojo” que sigue existiendo, “aunque ya no exista el Imperio rojo”.
Cuando recibió el Premio Nobel sostuvo: “Hemos dejado pasar la oportunidad que tuvimos en los años noventa. En respuesta a la pregunta, ¿qué debemos ser, un país fuerte o bien un país digno donde se pueda tener una buena vida? Hemos elegido la primera opción; un país fuerte”.
Solo hay algo seguro, el alma rusa encontrará el camino que se merece, más temprano o más tarde.
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