Cuentos, relatos, música, canciones, poesía, danzas, gastronomía, vestimenta. Todo esto puede entrar cuando vamos a hablar de Folclore. No se trata de una sola cuestión, los pueblos se sostienen de varios puntos del pasado, que incluyen todo lo antedicho.
Muchas veces he visto y oído, a nivel educativo primario y hasta secundario, que el folclore se limita solo a la música o LAS danzas, nada más erróneo que encarar el tema así. Pues este vocablo significa y nos dice del saber del pueblo. Y para que cumpla las condiciones para ser designado folclórico hay ocho puntos a tener en cuenta.
Esto debe ser colectivo, popular, empírico, oral, funcional anónimo y tradicional.
El folclore es geográficamente localizable y no depende de la división política de un país, sino de una localización geográfica.
Un ejemplo claro se podría citar rápidamente, el norte argentino y Bolivia con su música, instrumentos y vestimentas tradicionales, o las serraneras orientales, como ritmo nacido en las serranías de Minas, Lavalleja y ejecutadas magistralmente por Santiago Chalar.
Nadie puede dudar acerca del origen rioplatense de la milonga. Hablar de Candombe nos refiere al continente africano.
Si profundizamos en el tema vamos a encontrar lo designado como “folclore nuclear”, que tiene relación con la conciencia mítica, lo que el ser humano usa en su vida cotidiana, como religión, supersticiones y ante esto enfrenta la vida en forma diferente a lo racional.
También el llamado “folclore accesorio” que es todo aquello que queda por recuerdo y tradición. En este se encuentran las artesanías, vestimenta, literatura, música gastronomía.
En gastronomía hay cosas que se acriollaron y folclorizaron con el tiempo, es un campo tan amplio y diverso que no darían los espacios y caracteres de una nota.
Y allí tenemos aún más material para hablar de geografías sin fronteras culturales.
Y por ahí el mundo nos ve discutiendo con los vecinos argentinos acerca de la propiedad intelectual y folclórica del dulce de leche, el asado, las tortas fritas, el guiso. Lo cierto es que compartimos estas ricas tradiciones, geografía mediante, y que vinieron en los barcos en el periodo hispánico del virreinato.
Y la música que bajó de esos barcos también se fue adaptando y acriollándose para transformarse en folclore típico.
El cielito, ritmo considerado oriental y que cantaba Bartolomé Hidalgo, se lo puede encontrar en la región pampeana bonaerense y según musicólogos de renombre que evolucionó, nada más ni nada menos, que del “country dance” inglesa.
La polca, de origen polaco, es un baile de salón y de teatro que quedó por estas tierras para divertirnos.
El vals europeo, gloria Vienesa, también se acomodó a la tierra sudamericana y se encuentran con una mezcla que proviene de lo que hoy es Perú y anduvo por los virreinatos luciendo sus galas y es el responsable de innumerables romances y versos criollos.
Y en relatos y cuentos hay una importante variedad que compartimos, como por ejemplo “El negrito del pastoreo” leyenda afrocristiana muy contada a finales del siglo XIX. “Prenda un cabito de vela y encomiéndese al negrito del pastoreo para que encuentre el objeto perdido”.
El tema de la designación del Día mundial del folclore el 22 de agosto, corresponde a la UNESCO que designó la fecha como un homenaje a quien acuñó la palabra folclore en su afán de designar con mayor precisión lo que se describía como antigüedades populares.
Por lo tanto se trata de recordar y reconocer al escritor inglés Williams John Thomson, quien utilizó por primera vez esta palabra en la revista “The Athenaeum” para definir antiguas tradiciones de los pueblos.
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