El monstruo incesante. Expedición de caza. Amanda Berenguer. Arca. 1990, 162 pags.
Poetisa clave de la llamada “Generación del 45”, Amanda Berenguer fue, junto con su esposo José Pedro Díaz, los artífices de la editorial La Galatea. Dentro de su obra se destacan Quehaceres e invenciones (1963), El Río (1952, Premio del Ministerio de Instrucción Pública), Los signos sobre la mesa. Ante mis hermanos supliciados (1986, premio Reencuentro de la Poesía, UDELAR), La dama de Elche (1987, Primer Premio MEC, candelabro de Oro otorgado por la B´nai B´rith Uruguay).
Académica de honor de la Academia de Letras del Uruguay, su creación ameritaba un esfuerzo de las características de El monstruo incesante, una biografía intelectual de carácter coral.
Esto es, una “obra que surge del diálogo vivo con ese lector privilegiado que pudo cuestionarlo directamente, que luego de conocerlo quiso indagar no sólo por sus intereses o sus gustos, sino, más profundamente, por la intimidad de su oficio, por los eventuales secretos del diálogo cotidiano del escritor con sus propias escrituras y con su entorno o con las fuentes de la escritura”.
Aquí hay una apuesta redoblada, no hay un lector privilegiado, hay prácticamente una veintena de interlocutores, lo cual genera una pluralidad de miradas ferméntales. La obra integra asimismo dos textos: un “diálogo fantasma, sin interlocutor concreto”, como expresó Amanda Berenguer en su “Dialéctica de la invención” y otro extraño diálogo, también “sin interlocutor concreto”, su “Autobiografía” inédita al momento de editarse este volumen.
Es una propuesta bastante exótica, al menos en nuestra literatura, pues significa que el creador nos presenta los secretos de su escritura. O en las palabras de Carlos Maggi, “se trata de una apostasía por divulgación que se ha dado en contados casos, porque no es fácil que un creador permita conocer la inmaculada concepción de sus poemas, la fábrica por dentro”.
Y en la autobiografía presentada no encontraremos hechos para el debate: “Mi biografía es una sucesión de acontecimientos con el lenguaje. No tengo más”.
Pero este diálogo a través de décadas con intelectuales tan disímiles como Jorge Rufinelli, Hilia Moreira, Rafael Courtoisie, Mario Delgado Aparaín, Miguel Ángel Campodónico, Tatiana Oroño, Ana Inés Larre Borges, entre otros, permite avizorar el carácter de la obra de Berenguer y asimismo un fermental encuentro con el núcleo trascendente de la Generación del 45.
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