El nieto de Gerardo, el hijo de Florindo, siempre fue un romántico empedernido.
De chiquito le gustaba enamorar a las muchachas del pueblo. Utilizaba sus dotes de cantor y una larga cabellera que sacudía con la gracia de Garfield en celo.
Siempre se destacó por sus aptitudes de galán conquistador y, por el éxito obtenido con las féminas, era notorio que tenía en su poder algún polvo mágico proveniente vaya a saber de qué estrella, que esparcía en el aire de cada lugar que visitaba.
Las admiradoras eran muy jóvenes, de una llamativa elegancia popular y exótica belleza, y sobre todo se destacaba su condición de “madres luchonas”. Los muchachos con los que se relacionaba eran “altos pibes”, eso sí, todos con escasas referencias laborales. Se encontraban a socializar en sendos bailes de música tropical, donde importantes grupos de ese sabroso y azucarado ritmo hacen el furor de los entretenidos de cumbia y plena.
El nieto de Gerardo, a pesar de su elegancia y éxito con las chicas, tenía una marcada dificultad a la hora de encarar cualquier charla que mostrara una mediana dificultad y que lo obligara a razonar. Quedaba a la vista la ausencia de sinapsis, o sea mostraba una escasa o nula actividad neuronal.
Mientras fue joven se le perdonaba todo. Mientras pudiera mostrar “la auténtica” melena y sonrisa, además de emitir sus guturales emisiones sonoras, todo estaba bien.
Pero los años van pasando y es inevitable que se pierdan admiradores por distintas circunstancias y es más común de lo que se piensa, que de auténtico ídolo vaya quedando como un “Carlitos”.
Luego de incursionar con gran éxito en un grupo que cantaba con faltas de ortografía, su popularidad ya no fue la misma. La frondosa cabellera se fue cayendo hasta quedar absolutamente calvo y dejar a la intemperie su contenedor de ideas.
Ya que el tiempo le fue restando elegancia, haciéndole caso a algunas amistades consideró que era tiempo de sentar cabeza, cosa muy dificultosa para él, dado el grado de calvicie que lo hacía deslizarse sobre cualquier tipo de silla. Esto sucedió hasta que le avisaron que no se trataba de eso, tan literal, sino de extender raíces y apostar al verdadero amor.
Cuenta la leyenda que en un viaje, vía terrestre, pasó por Salto y se impactó por una impresionante plaga de “conchilla roja” que le afectó mucho. En un ataque alérgico por succionar un limón contaminado, le quedó como una mueca de enojo permanente e incontenible. Esto hizo preocupar a una chica que lo veía de lo más encantador y comenzó a mirarlo con amorosos ojos, intentando con ello cambiar el rictus agrio que le quedó en el rostro, luego del consumo del infausto limón.
Nació el amor y nuestro ídolo siguió cantando, pero no con la frecuencia que hubiese deseado. Y para no perder notoriedad, comenzó a dar opiniones de toda índole, quejándose sin profundizar en nada y sin proponer solución alguna.
Muchos sospecharon que este cambio de actitud, de gentil y amable a tan crítico con todo, no era producto de su descalza cabeza, sino más bien producto del oportunismo de algún dirigente político que, tratando de sacar “agua para su molino”, le susurraba al oído cosas que él no entendía pero que repetía con inusitado énfasis entre sus fans. Así empezó a soñar con una diputación. Está claro que era usado como caja de resonancia y él no se daba cuenta, pero repetía feliz porque tenía micrófonos y compañeros que lo difundían.
Ahora, ustedes se preguntarán: ¿quién es el nieto de Gerardo para que pierdan tiempo leyendo estas líneas?
El nieto de Gerardo no es nadie, no existe, ni nombre tiene, es solo el producto de mi imaginación.
¿Acaso cree usted que puede existir alguien tan banal?
Sería una increíble casualidad.