“Una lucha Firme y Constante por la Justicia, el Derecho y el Bienestar de Nuestro Pueblo”, así amanecía La Mañana el 1° de julio de 1947, celebrando el aniversario número 30 del periódico.
En la edición conmemorativa de hace exactamente 73 años, se homenajeaba la labor de los primeros directores. “En el transcurso de los seis lustros que abarca la trayectoria de La Mañana, el país se vió afectado por trascendentales problemas políticos internacionales, sociales y económicos, determinados en lo exterior e interior por las dos guerras mundiales y, en lo político, por tres reformas constitucionales. Nuestra hoja halló en sus directores a los acertados intérpretes de los intereses nacionales, defendidos en cada caso con el tesón y la altura de miras adecuada. Desde la fundación hasta hoy, ocuparon la Dirección de esta hoja, por su orden, el Dr. Pedro Manini Ríos, Héctor R. Gómez, Félix Polleri, Adolfo H. Pérez Olave, Eugenio J. Lagarmilla, Carlos Oneto y Viana, Carlos Manini Ríos, León Peyrou y Eduardo T. Travieso”.
Evocando a los directores, periodistas y colaboradores que contribuyeron a la formación y sedimentación de La Mañana en el ámbito político y social del Uruguay, el editorial del día destacaba: “Es que el periodismo más que profesión es pasión, cuya fuerza absorbente focaliza todos los anhelos e intereses de quien lo ejerce. Pero un diario es mucho más que la suma de cualidades de quienes dieron vida a sus columnas. Tanto o más que el proceso de asimilación de quienes se le incorporan, se cumple en este caso el de adaptación del periodista al espíritu que orienta su prédica”.
“La edad de La Mañana no está en el tiempo
vivido, sino en sus arterias”
“Ese espíritu que fundamenta nuestros juicios, que controla nuestras opiniones, que revisa nuestros escritos y cuya presencia impalpable sentimos, de modo efectivo, en todas nuestras horas de trabajo, es el que en realidad identifica y personaliza a La Mañana, dándole fisonomía propia que la distingue dentro del periodismo nacional. Y frente a cualquier problema inesperado, a uno de los dilemas que plantean un caso difícil a nuestra conciencia en la inaplazable necesidad de señalar un rumbo a la opinión pública, ese espíritu de La Mañana, manifestado en los mismos sentimientos que ella nos inspira, nos da siempre orientación segura, para opinar con honradez, sinceridad y justicia”.
Cerrando, se ponía de manifiesto la vocación que disponía el actuar periodístico desde la fundación: “Al defender en el orden interno los superiores intereses del país y los legítimos derechos de sus ciudadanos, sin dejarnos nunca influir por consideraciones proselitistas, sectarismos, personalismos o pasiones pequeñas, ni tampoco por prejuicios de clases, entendemos cumplir los altos designios que inspiraron, hace treinta años, la fundación de La Mañana”.
“Tres decenios se cumplen hoy desde el día en que La Mañana surgió a la vida pública”
Así celebraba su trigésimo aniversario, para repasar el contexto histórico que de alguna manera fundamentó su fundación en 1917. “La Mañana surgía a la vida en un momento excepcional de nuestro ambiente y a raíz de acontecimientos trascendentales que aconsejaban una patriótica brega por ideales y postulados que mantenían en la lucha de tiempo atrás, al núcleo de ciudadanos que promovía esta realización periodística”.
“Desde 1913, el país se agitaba en torno de la reforma constitucional colegialista que habían planteado por los “apuntes” del señor Batlle y Ordóñez y, desechado el proyecto por el pronunciamiento popular del 30 de julio de 1916, aquel fallo de la soberanía había sido eludido por un pacto político que modificaba nuestras instituciones en la forma inconveniente advertida por el claro discernimiento del pueblo”.
“Una institución no es otra cosa que la sombra
prolongada de un solo hombre”
“Quienes habían señalado desde la primera hora los riesgos de la aventura institucional que se alentaba y luego realizaba; quienes habíanse empeñado en una franca y desinteresada acción pública en la defensa de los intereses nacionales comprometidos por la innovación constitucional y por las prácticas de gobierno surgidas como consecuencia de la lucha política porfiada que se mantuvo desde las alturas en procura de la prevalencia del intento reformista, reconocían cómo imperativo patriótico levantar una tribuna periodística que fuera intérprete de conceptos y normas que animaban a grandes sectores de la opinión pública y que, sin duda alguna -como la realidad de los hechos pudo corroborar más tarde- satisfacían las vitales conveniencias de la República” escribía el editorialista rememorando el nacimiento de este diario.
En vista de la situación nacional y el delicado momento que apremiaba al resto del mundo surgió La Mañana: “En esas circunstancias un caracterizado grupo de ciudadanos colaboró en el propósito de dar a nuestra capital esta hoja periodística que, a la vez de ser destinada a cristalizar una obra levantada y patriótica en el terreno de la lucha de ideas, habría de dar a la población, en la faz material, un diario moderno, de excelente presentación gráfica, de amplios servicios informativos y de universalidad de temas, capaz de satisfacer las exigencias de sus lectores en todas las esferas de la actividad nacional.
“No nos corresponde, por cierto, a nosotros, pronunciarnos acerca de la forma en que ese programa ha encontrado satisfacción, pero el índice elocuente del acogimiento de nuestra prédica y los progresos alcanzados y superados constantemente a lo largo de tres decenios, es signo decisivo para darnos la real impresión de que los anhelos iniciales se han visto coronados por el más halagador de los resultados”.
“Significado de la edad en la vida de un diario”
El Aprendiz saludaba el aniversario de La Mañana con el título “Significado de la edad en la vida de un diario”. En el mensaje rezaba: “Los diarios nacen con mayoría de edad. Y pueden morir de viejos, apenas nacidos. Cómo pueden asimismo gozar de muy larga existencia, sin alcanzar el reconocimiento a su venerable ancianidad. Pero cómo el hombre tiene su edad temprana, adulta, madura y avanzada. La edad de La Mañana -treinta años- no está en el tiempo vivido, sino en sus arterias. Los años de un diario no están en el concepto de la extensión, sino en la emoción gustada o sufrida, que es la profundidad.
Este diario nuestro es un perfecto calavera. Se levanta a medianoche y se acuesta a mediodía. Bien hace, con sus treinta años. Ya se peina algún hilo de plata en los aladares, y se han aprendido muchas cosas y olvidado otras. Cada hombre es más de un hombre, a veces son muchos hombres, o recuerdos de hombre. Cada diario son varios hombres que parecen uno. Y ese uno se corporiza en la persona de un director. Somos pues, una institución de 30 años, y según Emerson una institución no es otra cosa que la sombra prolongada de un solo hombre”.
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