¡Qué lindos recuerdos me trae la idea de volver viajar en tren!
Los viajes a Durazno, siendo muy niño, eran toda una odisea, por el tiempo de viaje y los preparativos de mis padres que no dejaban nada al azar.
También recuerdo un viaje en mi época estudiantil, con delegaciones deportivas que tuve el inmenso honor de integrar con otros atletas.
Iban muchas delegaciones -liceales y de U.T.U.- de todo el país, hacia Toledo, pues la competencia se realizaba en la pista de atletismo del cuartel de la mencionada localidad.
Para los que venían del norte, una fiesta, y para los del sur, algo inolvidable.
Los jóvenes de aquel tiempo no teníamos mejor momento de diversión y esparcimiento que la sana competencia deportiva.
Yo era lanzador de “bala”, ya que mi fortaleza física iba acompañada de cierto grado de destreza para este deporte, a tal punto que me cursaron invitación para federarme en un club deportivo, que luego se fusionó con otro de fútbol, el Sporting.
También recuerdo un eterno viaje a Rivera. Aún no logro explicarme cómo hicieron para convencerme.
Un par de amigos, Julio y Aníbal, que evidentemente no tenían una cosa mejor que hacer, me invitaron a ir a buscar a la novia de uno de ellos, para que esta rindiera cuentas sobre una supuesta infidelidad cometida. El muchacho estaba literalmente “rabioso de celos”. Sigo pensando a qué fui, cosas de la inmadurez.
Era tan largo el viaje que Aníbal, uno de los amigos, consiguió novia, que con los años se transformó en la madre de sus hijos.
Ese tren, ese mismo tren, me llevó a distintas localidades, guitarra en mano, para dejar mis gorjeos al viento en distintas actuaciones en el interior del país.
Pero aquel tren ya no existe. La mágica estación Artigas ahora parece una casa embrujada. Ni que hablar de las otras del interior profundo, que eran el punto de encuentro o despedida de tanto oriental que volvía de buscar oportunidades en la capital o que regresaba al seno materno con la ilusión rota o retornaba a buscar los suyos, porque la vida les sonreía y traía esperanzas para todos y allí se confundían en el primer abrazo.
Hoy el tren de pasajeros es un recuerdo y cuando creíamos que llegó una oportunidad de reflotarlo, nos dio una cachetada la realidad.
Llega UPM con sus nocivas intenciones, a manipular no solo el medio ambiente, sino la ilusión de tantos orientales que esperanzados y felices daban vivas al cielo, porque nos hizo creer el gobierno que era trabajo para los uruguayos y que además habría nuevamente un tren.
La cuestión es que UPM, de trabajo muy poquito, los beneficios para la empresa, desmedidos para nuestra realidad, los riesgos muchos, el negocio pésimo, pérdida de soberanía evidente, y el tren, el bendito tren, va ha circular entre muros, por el centro de varias localidades y pueblos.
El misterioso negociado entre el gobierno y la empresa tuvo el infeliz detalle de olvidarse de la gente y sus necesidades.
La imagen de un tren amurallado, llevando su carga y quizás algo más, con pasadas peatonales cada un kilómetro y dividiendo ciudades en dos, realmente es indignante.
Por suerte todavía quedan ciudadanos, que preocupados por el trazado y la contaminación visual y sonora que produciría este, juntaron firmas, se asesoraron y plantaron cara al poder de turno.
De aquellos recuerdos que mencionaba más arriba no queda nada y para este proyecto de tren de carga de UPM, nos ilumina la valentía y lucha de duardo Lust Hitta y sus firmantes.