¿Podría decirse que sus dos pasiones son la historia y el tango?
Sí, pero también le sumaría la Iglesia. Las encuentro bastante implicadas y relacionadas.
¿Por qué?
Comencé a estudiar historia en función de que quería conocer mi identidad eclesial. Me parecía que una forma de comprender el mensaje cristiano era interpretando la historia. Es decir, interpretando lo que Alberto Methol Ferré llamaba los signos de los tiempos, o sea, cuáles son las características de la historia contemporánea y, a su vez, cuál sería el ejercicio de discernimiento que tiene que hacer el cristiano para comprenderlo más profundamente. Y también ver esa implicancia de la relación Dios-hombre-naturaleza.
“Me siento parte del Uruguay integracionista, de un país que es parte de una nación que se llama América Latina”
Pero debía partir de una identidad, y esta es ser uruguayo latinoamericano, y encontrar aquella simbología, es decir, la expresión cultural popular que me identificara, y esta fue el tango. Las tres cosas están profundamente relacionadas y no me puedo desprender de ninguna de ellas porque siento que perdería mi propio ser.
¿De qué tipo de Uruguay se siente parte?
Yo soy un uruguayo de la patria grande, me siento hispanoparlante y que mis raíces son españolas, tal vez ibéricas, si conjugamos con Brasil. Pero me siento en el Uruguay integracionista, de un país que es parte de una nación que se llama América Latina.
Hay quienes aseguran que el uruguayo está en constante búsqueda de su identidad. ¿Está de acuerdo con esta aseveración?
A veces hay afirmaciones que retrotraen a una uruguayidad demasiado soberbia. Pero creo que sí, que el Uruguay que tiene su propia historia particular, que ha dado grandes hombres para la cultura y la política, también tiene un defecto constitutivo, que es sentirse ajeno al contexto. El barrio está, uno no puede desprenderse.
Una de mis preocupaciones es que siempre que viene un nuevo gobierno, el punto clave es la economía, pero también la Cancillería. El relacionamiento con el entorno es decisivo para marcar nuestra viabilidad económica.
¿Cómo valora la producción cultural que tiene Uruguay?
Es muy buena, excelente. Desproporcionada a su producción y su geografía. Tal vez la producción cultural no solo montevideana, porque cada región del país tiene su propio folklore. El candombe, el carnaval, la Comedia Nacional, enormemente creativa, el arte, Cinemateca, la producción tanguera y la avalancha de jóvenes que quieren tocar y que realmente me asombra. La producción cultural es como un don misterioso que Dios le ha dado a este país de seguir produciendo, con algunas figuras descollantes. Que todavía se siga produciendo, más allá de si hemos bajado el nivel, sin duda Uruguay sigue siendo un milagro cultural.
¿Cómo ve el futuro al respecto?
Los hechos hablan. La producción continúa y siempre lo hizo. Parece que hay un sello distintivo de alguien tocado y soy optimista respecto al futuro. Siempre me han hablado de que el tango se muere en Uruguay y el Río de la Plata, y si se murió el Imperio Romano, ¿cómo no se va a morir el tango? Sin embargo, hace unos diez años vino una avalancha creciente de jóvenes veinteañeros que renuevan, piensan y quieren sentir la ciudad como propia, y es en todas las expresiones, literarias, musicales, teatrales… es difícil creer de que va a desaparecer esa realidad. No creo. Eso está más allá, por otro lado, de la situación política, porque esta puede condicionar la producción masiva por el tema económico, pero no la creación. Esta continuará en estantes polvorientos pero algún día volverá a florecer, aparecerá.
“Veo una crisis existencial profunda donde no hay grandes filósofos que sean el norte. Donde se cae en lo inmediato, en el vínculo intrascendente y efímero, en esa lógica de la posesión y del descarte”
¿Qué tan importante es para la producción cultural los bares de barrio, el tango?
Recientemente Juan Antonio Varese lanzó un libro sobre los cafés que me pareció muy interesante. Soy un amante de los cafés, a pesar de que no tomo alcohol, me encanta porque es un grado de socialización democrática. Cuando se entra a un bar nadie pregunta si se tiene títulos, es el anti currículum. Acá todos conversamos entre todos y es una forma de expresión fraterna. Pero, además, el Uruguay tiene una tradición de cafés literarios. Tiene realmente una historia muy marcada de cultura popular no académica. Lamentablemente estamos viviendo un momento de supresiones de los bares de Montevideo por razones económicas y se imponen los grandes espacios impersonales mientras que el café es la comunicación personal. El café es asamblea, cofradía, confesionario. El bar es todo. Y creo que es parte de la idiosincrasia uruguaya. Nos encontramos a veces para hablar de cosas superficiales, pero también de cosas muy profundas.
¿Sobrevivirá el bar de la esquina en este mundo moderno?
No es una tarea fácil, sobre todo porque las nuevas generaciones vienen con otra mentalidad. A veces, las nuevas comunicaciones que son muy buenas establecen vínculos interpersonales. No nos miramos a la cara, nos escribimos, y eso disgrega la sociedad. Las familias están atomizadas. La cultura que viene de los grandes medios de comunicación, que viene de los grandes imperios, es una cultura disgregadora, individualista y se consume todo. Incluso, hasta la comunicación.
¿Cuál es, entonces, el gran desafío que tienen los jóvenes?
El gran desafío es cómo remontar la despersonalización de la cultura contemporánea. Eso se ve en las parejas, la familia, en toda situación. Todo es cultura del descarte, hasta lo más profundo del ser humano. En esa avalancha de desechos también caen los bares, porque es un vínculo que se sostiene en generaciones adultas.
En contraparte, ¿cómo ve la cultura académica?
Es prolífica. Profunda pero estrecha. No amplía el panorama. La vida es más que la academia, es apertura a todas las dimensiones de la realidad y a todos los factores de la realidad. Hoy hay que replantearse una cultura distinta, no en Uruguay, sino en todo el occidente, que está en una profunda crisis.
¿Cómo ve ese mundo occidental?
Con una crisis existencial profunda donde no hay grandes filósofos que sean el norte. Donde se cae en lo inmediato, en el vínculo intrascendente y efímero, en esa lógica de la posesión y del descarte que mencionaba recién. Hay que rescatar todos los elementos de la comunicación necesaria, el bar, la familia, el servicio social. Creo que los jóvenes que hoy tienen entre 20 y 35 años tienen el gran desafío por delante porque se encuentran en un mundo sin certezas, donde todo es inmediato y no hay proyectos a largo plazo.
Evidentemente el ámbito del bar es de tiempo, de estar sentados, de conversar, en un mundo de cierta locura, velocidad y de pocas raíces existenciales que no fragua en los jóvenes. Entonces creo que hay que lograr eso y que es el desafío de los próximos años, entre tantos.
¿Cree que el Estado debería fomentar el estudio de la cultura a nivel formal?
Sí, claro. Creo que el Estado, sobre todo por la idiosincrasia del uruguayo que necesita del papá Estado, es necesario que haya una política de cosas que se deben conservar, debe haber una política estatal de recreación de los pequeños encuentros culturales que es básica para la cultura popular y la identidad del país.
La pregunta
Durante la charla, López señaló un concepto que, aseguró, marcó su vida, y que si bien pertenece a Methol Ferre, ha sido fundamental en su recorrido. “Un hombre es su pregunta eje, su deseo más profundo. No es lo que dice o piensa; sino su problema sustancial”, evoca. En esta línea, es que confiesa que siempre se interpela para descubrir su pregunta más profunda. “Los uruguayos tenemos una tendencia a definir a una persona por lo que habla o piensa, o cómo lo hace, pero yo elijo pensar que el punto de la realidad del hombre está en sus propios deseos”.
La pasión trascendente: un hombre en búsqueda de respuestas
A la hora de definirse, López lo hace como un hombre de la Iglesia católica. “Creo que Jesucristo es el centro de la historia. Responde a todas mis necesidades humanas, afectivas y psicológicas”, confiesa. Es profesor de Historia e imparte clases en la Universidad de Montevideo. Se identifica como un gran lector que tiene una profunda sed de conocimiento y como un caminante que va en búsqueda de respuesta a sus interrogantes. De todas formas, señala que no se identifica como un académico. “Simplemente soy un profesor que quiere transmitir algunos valores e ideas, así como también la experiencia de vida que puede servir para dejar huella en el futuro”, menciona. Cree que la historia es el instrumento privilegiado para entender las corrientes subterráneas que condicionan a la sociedad.
La pasión contingente: el tango
“Lo que me da la identidad de hombre rioplatense es el tango” afirma. Desde los 15 estudia tango no como músico, sino como fenómeno cultural y como aficionado lo ha estudiado desde diferentes aspectos: la antropología cultural, el tango y la literatura, la identidad nacional rioplatense, la relación con los manifestaciones políticas, etc. Considera al tango rioplatense de altísimo nivel con una densidad metafísica única.
Para este año que comienza ya están en marcha tres actividades para continuar con el estudio y la divulgación de esta música rioplatense por excelencia.
En el primer semestre se dictará un seminario en la Universidad de Montevideo titulado “Cultura popular, identidad rioplatense y tango” dándole a esta temática un marco académico donde se pretende explicar este fenómeno. Ya había dictado cursos organizados por la UDELAR para extranjeros en busca de interiorizarse en el tango.
En el bar Alabama habrá un ciclo de conciertos de tango, comenzando el próximo mes con la presentación de “Las bandoneonas”, un cuarteto femenino de jóvenes músicas.
Por último como hace 25 años, Elbio Lopez integra el programa “Música de dos Orillas” en Emisora del Sur (94.7 FM ) donde es responsable del programa y conductor.
Anteriormente participaba del “Club de la guardia nueva” donde ha conocido a figuras emblemáticas de la talla de Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese, Astor Piazzola, Horacio Ferrer, Lagrima Ríos, Cesar Zagnoli, Luis Pasquet, Manolo Guardia, Raúl Garelo, Néstor Marconi entre muchas figuras del tango del Río de la Plata.