A pesar de que hay quienes afirman que el mundo de la cultura es un universo superfluo que queda desplazado a un segundo lugar frente a las cosas que realmente importan, Emma Sanguinetti Canesa, crítica de arte, afirma fervientemente que esta idea no es correcta. En tiempos de pandemia mundial, la también gestora cultural y abogada, señala que frente a la nueva normalidad la cultura y el mundo de las artes ha demostrado todo su vigor y defiende su esencialidad.
Emma Sanguinetti estuvo relacionada al arte desde siempre. En parte, porque nació en una familia en donde la historia y la cultura siempre estuvieron presente. Creció rodeada de libros y cuadros, y eso, de algún modo, fue generándole una cierta inquietud. También es cierto que su padre, el ex presidente Julio María Sanguinetti, mantenía amistad con pintores que concurrían de forma asidua a su hogar. La atmósfera generada tendía a que, si uno era inquieto y sensible con esos asuntos, eventualmente pudiera llevarlo a otra dimensión.
Fue así que Emma comenzó, de forma espontánea, y desde muy pequeña, a entender los cuadros colgados en la casa y a introducirse en un mundo que la fascinó. Pero, al momento de decidir su carrera –y teniendo siempre en claro que no quería ser artista, sino que el punto de su interés era la historia del arte- y frente a las cortas posibilidades de formarse en ese rubro en nuestro país, optó por la abogacía. Más adelante, estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, y si bien el arte siempre estuvo presente en su vida, las circunstancias la llevaron a ganarse la vida de otra manera.
El salto sucedió con su llegada a la radio, medio en el que trabaja desde hace casi dos décadas. Luego, fue construyendo distintos espacios y dentro del mundo del arte puede decirse que ha realizado de todo, desde gestión cultural, un proyecto de introducción de niños al arte, una colección de libros de pintores para niños que despertó gran éxito, e incluso se dedicó al periodismo cultural de diversas formas. Este espectro amplio la impulsó a la posibilidad de brindar cursos para adultos. El secreto de por qué sus clases atrapan tanto está en que se reconstruye el arte a través del relato de historias y la construcción de conceptos ligados con el aprender a ver. “Siempre digo que el arte es un lenguaje y que, por lo tanto, tiene sus reglas. Tenemos que aprenderlas para poder ir más allá”, explicó a La Mañana.
En definitiva, podría decirse que todo lo que ha realizado Sanguinetti está enfocado en la idea, casi obsesiva, de la divulgación del arte. Su foco está en el público común, no especializado, con sed de aprender. En aquellos que cuentan con la misma curiosidad que fue la que movió a ella desde sus inicios.
En base a su experiencia en la divulgación del arte en nuestro país, ¿qué tanto le interesa esta disciplina a los uruguayos?
En Uruguay hay una gran curiosidad. Cuando a las personas se les habla en un lenguaje comprensible, sin neologismos e integrándola en el discurso, con el esfuerzo de construir mecanismos donde se coloca una historia, se une la obra, la vida y la época histórica, la gente, realmente, quiere saber más. La cuestión es siempre cómo se enfocan las cosas; si se realiza desde una especie de atalaya donde todo es abstracto y complicado, se pierde el interés.
Además, hay una gran avidez por tratar de entender qué es lo que pasa en el arte de hoy, en contraposición a lo que se entiende por arte. Hay que hacer con la gente un proceso para explicar por qué grandes artistas que hoy admiramos no fueron comprendidos en su tiempo del mismo modo que hoy les pasa a los que no comprenden el arte actual. Yo creo que hay un interés prácticamente por todo, casi por lo histórico y lo contemporáneo, siempre y cuando lo que se plantee sea de un modo atractivo con un lenguaje rico pero simple y directo y que tenga contenido de riqueza.
“Hay una gran movida artística, tenemos un universo que desde el punto de vista artístico es igual de efervescente como el que supimos tener desde otro tiempo”
¿Cómo ve la producción artística contemporánea uruguaya?
Uruguay tiene una larga tradición artística en todos los ámbitos. Cuando uno lo mira en relación a la cantidad de población que tenemos, es sorprendente la cantidad de grandes artistas que se destacan. Pero la efervescencia artística continúa estando. Lo que sucede es lo que pasa siempre con los artistas contemporáneos: la contemporaneidad que hace todo mucho más complejo. El artista que está en el pasado, con la mirada retrospectiva, donde tú puedes mirar con la distancia histórica, alcanza un proceso de reconocimiento distinto que en la vida siempre sucede.
El Uruguay tiene hoy una actividad muy grande, además, en todos los aspectos. Tiene grupos de artistas que trabajan en todas las técnicas, las contemporáneas y las de siempre. Acá, además, se sigue pintando, trabajando en escultura y de hecho tenemos fabulosos y grandes dibujantes, de primer orden en el mundo del dibujo, como Amengual, Pilar González, Oscar Larroca, y luego la gente de vanguardia que sigue pintando, como López Lage. Además, hay un gran movimiento de muralistas.
Hay una gran movida, la historia lo dirá, pero tenemos un universo que desde el punto de vista artístico es igual de efervescente como el que supimos tener desde otro tiempo. Nuestro mundo hoy es más globalizado, entonces es de ellos hacia afuera, y también de lo que desde el mundo se produce, hacia acá.
¿Cómo han afectado las nuevas tecnologías en la producción artística de nuestro país?
Las técnicas digitales se han incorporado con muchísima soltura. Se fue dando casi naturalmente. Con la llegada de Internet se generó una globalización total que, creo, se ha incorporado al mundo del arte como un área expresiva que tiene muchísima riqueza y cosa para dar.
Con la llegada del Covid-19 se han cerrado museos y suspendido un sinfín de eventos artísticos, pero también se han puesto a disposición de forma virtual un gran material cultural. ¿Qué tanto se viene sabiendo aprovechar hasta el momento?
Creo que si algo nos enseñó la pandemia es que el arte en todas sus manifestaciones, y la cultura, ha mostrado ser un espacio de refugio. Cuando las cosas se complicaron, automáticamente se produjo una especie de gran movimiento global en donde los museos y el universo artístico y cultural respondieron, dándole a la gente ese espacio de arte.
Fue impresionante, en Uruguay y el mundo, la respuesta de la gente. No sólo por la rapidez de adaptación que tuvieron los museos y todo lo que se colocó a disposición, sino también por la cantidad de visualizaciones.
Cuando el hombre está en peligro, o siente vulnerabilidad, el arte es el espacio de enriquecimiento que permite ver las cosas en perspectiva, y que permite crear esa sensación de caricia para el alma que te ayuda a seguir. Yo creo que ha sido brutal lo que pasó y está pasando.
Tomando el concepto del arte como un lugar de refugio, ¿cree que en este momento aumentará la producción?
No lo sé, pero creo que todo esto generó un cambio y que va a generar una demanda. El hecho de que la gente haya tenido a disposición todo esto durante este tiempo, generará una demanda que por otro lado, hace seis meses, era impensada.
Además, la accesibilidad que ha tenido la gente con todo este material cultural hará obligará a los actores de la cultura a responder, actualizarse y adaptarse a esta nueva situación, y se reflejará en las nuevas posibilidades. Estoy convencida de que estas nuevas formas de acceso llegaron para quedarse.
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