Como buen lector, usted debe tener cuidadosamente guardada la colección de La Mañana. Nos remitimos a la edición del 27/11/2019 para continuar la historia. De todos modos le daremos una ayuda.
El general Santos había propuesto un monumento a Garibaldi. El legislador David Buchelli se opone. Desde la prensa, el italiano Salvatore Nicosia lo increpa. Se genera un áspero intercambio. Buchelli reta a duelo a Nicosia. La Iglesia advierte a Buchelli que como católico está impedido de batirse. Buchelli retira su desafío. Los diputados entienden que esa actitud no es de caballero y terminan expulsándolo. El duelo estaba penado, por lo que resulta curiosa esa grave medida aplicada a un legislador, por respetar la Ley. Es que por un lado los códigos de honor estaban por encima de la ley común, y por otro, Buchelli era visto como un «ultramontano» y eso era intolerable para los «librepensadores».
La causa católica había perdido uno de sus adalides. Era solo una batalla, la guerra todavía no.
Totó
Desde L’Indipendente -periódico que dirigía- Salvatore «Totó» Nicosia continuaba su prédica anti católica. Y en una de sus arremetidas la emprende contra una rifa destinada a reunir fondos para construir el altar mayor de la iglesia de San Francisco.
Como las encargadas de vender las boletas eran damas y Totó consideraba que el fin era «hacer plata en provecho del santo bodegón», si bien «nosotros libres pensadores respetamos las creencias ajenas», dice, estas señoras no deberían prestarse a servir «a la propaganda de los reaccionarios, enemigos de todo progreso y de la libertad de los pueblos». De ahí el título de la nota: «Pentite» es decir, Arrepiéntete. ¿Y de qué deberían hacerlo estas señoras? De usar sus sonrisas para «alimentar los vicios, la crápula, la holgazanería de los curas».
La nota indignó a una parte de la sociedad y regocijó a otra, como suele pasar hasta con los empates. Pero Totó era un duelista consumado. Y por aquello del gato y del cascabel, seguramente hubo algún conciliábulo. El encargado de ponerle el cascabel fue otro periodista: Juan Smith, el director del medio El Nacional.
Entendiendo Smith que la nota era humillante para la mujer uruguaya en su conjunto, asume la defensa del estamento femenil y reta a Totó. Smith era un hombre joven y corpulento que acababa de ganar un torneo de esgrima. Totó era de baja estatura y tenía su mano útil herida por un duelo reciente. Muchos creían -entre ellos el propio Totó- que el italiano había comprado pasaje para el infierno o el Oriente Eterno. Máxime cuando el ofensor era Totó, y Smith, a quien le correspondía la elección de arma, había elegido sable.
Cruzando el charco
La noticia del duelo corrió velozmente por la Aldea y el gobierno dispuso las inmediatas medidas para impedirlo. La opción era batirse en Buenos Aires, por lo que el puerto estaba fuertemente vigilado.
El vapor de la carrera Apolo había partido normalmente por lo que el reporte iba a ser «sin novedad», cuando se aproximaron al barco para abordarlo, dos veleros que hasta el momento no habían llamado la atención policial. Uno de ellos traía a Smith y su grupo y el otro a Nicosia con sus acompañantes. Cuando llegaron a Buenos Aires los estaba esperando la gendarmería local. Detenidos Nicosia y Smith fueron llevados ante el jefe policial ante el cual, solemnemente, se comprometieron a no batirse en territorio de la capital.
Poco después, se encontraron en una quinta en Flores, fuera de la jurisdicción bonaerense. Totó combatió con el sable atado a la mano con un pañuelo de seda. Eran las cinco de la mañana cuando los aceros se cruzaron. El duelo duró poco. Rápidamente Totó acusó un corte en la mano. Sus padrinos alegaron que no podía seguir el combate. Se ofreció continuar a pistola pero los padrinos de Smith se dieron por satisfechos y el lance se zanjó de esa manera. Los códigos de honor en ese entonces prohibían los duelos a muerte.
En 1886, unos días antes de sufrir el atentado de Ortiz, Santos lo nombra Cónsul en Perú, cargo que ejerce hasta mediados de 1887. Luego se irá para Buenos Aires. Parece que Totó tenía contactos en todas partes porque en 1910 el gobierno argentino lo designa como cónsul en Chile. Cesado en 1920, continuará su actividad periodística, colaborando con periódicos argentinos y brasileños.
Años después, el historiador José María Fernández Saldaña se encuentra accidentalmente con Nicosia en Santiago. Había concurrido a la sede del diario El Mercurio y allí estaba Totó, viejo y casi ciego, pero memorioso.
Saldaña lo recuerda para La Mañana en la edición del 1° de marzo de 1931, en su nota Conversando con Totó:
«Yo me hice herir para que no me matara. Smith era un hombre grandísimo y de brazo fuerte. Recuerdo que entre los que fueron a vernos batir estaba Bartolito Mitre y que yo le dije: me puede partir por la mitad, pero es la primera vez que se bate, lo que no me sucede a mí porque llevo varios duelos. Aun en la situación en que me hirió, si retira el sable, me toma descubierta la cabeza, pero yo me adelanté consiguiendo que me cortara la mano. Uno de los padrinos de Juan Smith dijo que había que continuar el duelo. Muy bien, le respondí, pero lo seguiremos a pistola. Eso era como concluirlo ahí mismo porque a pistola variaba el caso pues todos sabían cómo tiraba yo en aquel tiempo».
La versión de Smith no la conocemos.
TE PUEDE INTERESAR