Con la muestra de Alejandro Casares en la Fundación BROU tenemos la oportunidad de conocer y rendir homenaje a un gran artista que no se ha difundido en vida con el reconocimiento que merece.
Alejandro Casares nace en Montevideo en 1942 y pasa su infancia en Flores en la estancia de su abuelo. Allí hace vida con los peones de campo y es el origen de su percepción poética de la vida a través de la naturaleza y de sus habitantes. Además pasa tiempo en La Paloma.
Su madre pintaba, aunque no siguió en su afición cuando se casó, pero en el hogar se respiraba un ambiente hacia el mundo del arte que influyó en su vida, a través de sus dibujos y de los libros de arte que subsistían, producto de los premios que había recibido su madre –Holbein Velazquez, Tiziano, Leonardo da Vinci– que el pequeño Alejandro copiaba. Su madre siempre vio en él una mano especial para el dibujo, y no se equivocó. Pintaba desde muy niño y tanto es así que el mejor regalo de cumpleaños se lo hacia su abuela con una caja de acuarelas de colores… porque lo que más le gustaba era dibujar. A los 13 años participó en el concurso “Crusch para pequeños artistas” y gano el primer premio.
Estudió el dibujo humorístico en el Instituto Argentino de Caricaturas, que le facilito su primer trabajo a los 14 años con el pintor publicista Boris Gurewitsch. Corría el año 1959 y deambulando por la calle, Casares, con 17 años, descubre la Galería Montevideo de José Pedro Argul en la que le impacta la obra “La Huida” de Jorge Damiani. Ese mismo año entra en contacto con “ArteBella” de Raul Zaffaroni, donde una exposición de Barradas le sugiere todo el potencial del mundo del arte y su vocación se define con claridad. Su madre le presenta a Damiani en 1963 y este le sugiere la posibilidad de entrar a trabajar en el Museo de Bellas Artes.
En 1963 a cursó un año en la Facultad de Arquitectura que compagina con el estudio de técnicas de pintura con el Restaurador Sergio Biancullo, cerámica en la UTU con el Prof. Castellanos y dibujo con Federico Moller de Berg. Fueron sus consejeros, junto con José Trinchín, desde el 63 al 70.
Al año siguiente entra en contacto con Augusto Torres y con el grabador Carlos González. Fue considerado como uno de los principales exponentes del “Dibujazo”, nombre con el que la crítica María Luisa Torrens definió un movimiento no organizado de artistas que se expresaban con el dibujo y que se caracterizaban por la crítica social y la innovación formal.
En 1971 gana la Beca Bienal de Jóvenes de la Comisión Nacional de Artes Plásticas. Viaja a Europa, en usufructo de la beca, visitando museos de España, Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda y Portugal. Estudia técnicas del grabado con el Prof. Michael Ponce de León en el Instituto Smithsonian de Madrid.
En 1973 viaja México con una beca en Museografía en el Centro Interamericano de Capacitación Museográfica.
Este es el verdadero inicio de su carrera profesional.
Siguientes pasos
En el año 1963 al 1975 trabaja para el Museo Nacional de Artes Visuales conoce al historiador de arte José Pedro Argul con quien colabora en el inventario de los museos. Ahí conoce el arte nacional y se convierte en un gran admirador de la pintura uruguaya. Desde 1993 a 1995 trabajó en el Museo de Historia Natural y desde 1995 al 2002 en el Museo Histórico Nacional.
Vive en la calle Prudencio Vazquez y Vega que la titula La Posada de los Angelitos que más tarde, en 1995 se traslada a Pocitos en la calle Miguel Barreiro 3120. Allí cada mañana sale a la calle y se pone a pintar. Fue una etapa creativa de su obra en la que su gran humanidad sobresale por el contacto directo de su trabajo con el mundo que le rodea… Ese mismo año ejecuta el mural “La alegría de vivir” de 5 metros para la escuela número 130 de Portones de Carrasco, hoy en día muy deteriorado.
Ejerció la docencia en Montevideo entre 1982 y 2000 y en Bella Unión y Tacuarembó en 1998.
Al jubilarse se instaló en Marindia donde volvió a sus orígenes en plena naturaleza. Allí en su casa-taller vive para el arte y crea sin cesar arropado por amigos, artistas y colegas cercanos, como Leonilda González, Clarina Vicens, Vera Sienra, Gerardo Apud o Sara Ledoux Caballero, entre otros, que frecuentaban ese espacio de debate artístico.
Fue pintor, gran dibujante, acuarelista, escultor, muralista, escritor, grabador, guionista de cine, ilustrador, hombre polifacético, producto de su curiosidad y de una vasta formación. Era incansable en sus recorridos por la Ciudad Vieja y sus tertulias que enriquecían su pensamiento. Además del taller, era muy nombrado el Instituto Vazquez Acevedo. Allí vertía todo su conocimiento, sus inquietudes y su filosofía, en el intercambio que se produce en esos encuentros y en los boliches, y donde obtiene el material poético necesario que plasma en sus obras. José Pedro Argul, Raul Zaffaroni y otros críticos de arte de la época no escatiman elogios.
Toma la inspiración constructivista y su suave paleta de color de artistas como Humberto Causa, Alfredo De Simone, Pedro Figari, Rafael Barradas, Henri Matisse, Giorgio De Chirico, Javiel Raúl Cabrera, Barcala y Augusto Torres del que. De Chirico, se da en escenas de puertos, generando climas de abstracción. Las aves están presentes en sus obras como un vínculo más con la naturaleza. En el dibujo fue Barradas su referente, y en esos ojos vacios… y con el pincel transita por épocas de grosor a la manera de De Simeone.
Realizo desde 1963 numerosas muestras en Uruguay y en el exterior. Una de las muestras individuales más importantes fue en el año 2002, en la sala Sáez del MTOP.
Sus obras fueron premiadas en varios certámenes y salones. Prueba de ello es que forma parte de numerosas colecciones y museos de Uruguay, San Pablo, Rio de Janeiro, Madrid, Rijeka (ex Yugoslavia) y Estados Unidos.
Desatacan entre sus obras de gran formato, la escultura de 5 metros en Paris en el Parc de Vicennes y el mural en el museo abierto de San Gregorio de Polanco (2005) y la gran escultura «Música de las esferas» (2017) en el establecimiento El Abrazo, sobre la ruta 11, en Atlántida, esta última ejecutada por el artista por Juan José Castro. En las esculturas se nota la huella del artista vasco Oteiza.
No sería justo dejar de poner en relieve y agradecer a la artista y discípula Graziella Basso, el gran esfuerzo que ha supuesto en recopilar la obra de Casares para mostrarla en esta exposición con magistral curaduría. Como dice Basso: “He cumplido con la promesa que hice a mi maestro de organizar una muestra en el BROU”. En realidad, “se la debía Uruguay”.
“Casares. Magia y Poesía”. Fundación BROU. Zabala 1520. Hasta el 5 de agosto de 2023.
(*) Catedrática de Sociología – UB, Dra. Historia del Arte, Crítica de Arte, Miembro de AICA y ACCA.
Talleres en Fundación BROU
La Fundación BROU ha programado dos talleres sobre la obra de Casares a cargo de la curadora de la muestra, la artista plástica y docente Graziella Basso. El primero fue el pasado viernes 21. La actividad se realizó en el marco de la Educación por el Arte.
Se inició con el recorrido de la muestra, conociendo la vida y obra del artista, y las diferentes etapas de su trayectoria artística, seguido de un espacio de reflexión e interpretación, con expresión corporal y un desarrollo plástico.
Las obras producto del taller serán expuestas en la Fundación, hasta el final de la muestra de Casares, que será el 5 de agosto de 2023.
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