Se inicia el recorrido de la exposición con gran acierto por parte de la curadoras, María Eugenia Grau y Verónica Penella, a través de una pequeña sala en planta baja que nos sitúa en el contexto histórico y familiar de la artista. Sobre la pared principal se proyectan fotografías de Petrona, de su familia y también fotografías del Montevideo de la época.
En el centro de la sala hay una vitrina con documentos que incluyen críticas de las exposiciones y hechos relevantes de la vida de Petrona. Su hermana, Lucha, fue su gran apoyo y transmitió su pensamiento, ya que a los dos años de edad Petrona contrajo meningitis que le ocasionó la pérdida del oído. El nombre familiar de Petrona era Lala y ella se comunicaba por signos y con sonidos guturales que fue articulando para hacerse comprender. Es importante para comprender su carácter aislado y reflexivo, al estar privada de una ágil comunicación verbal.
Su padre fue Feliciano Viera, presidente de la República (1915-1919). Este hecho suscitó una mirada condescendiente hacia el acervo artístico de Petrona, porque era la hija del presidente. Más adelante, al fluir su personalidad, se deja de ver a Petrona dentro del contexto familiar para considerarla dentro de su profesión como artista. Aún así, otra barrera era la condición femenina, que estaba relegada a principios del siglo XX. Fue criticada e infravalorada en una época en la que los maestros de arte eran solo hombres.
Su familia fomentó su vocación con clases de pintura. Fue la mayor de 11 hermanos de las que siete eran mujeres y solo tres se casaron. Petrona queda soltera y no se le conoce ninguna relación afectiva, su amor es el arte al que se dedica en cuerpo y alma. Trabaja todo el día en la quinta familiar ubicada en 8 de octubre 3060, y sale a pintar por el Parque Rodó y la Playa Malvin con su hermana Lucha, a visualizar exteriores que sirvan de inspiración para sus cuadros de paisaje y en busca de imágenes que le ayuden a contextualizar sus otras temáticas.
Al morir su padre en 1927, la familia pasa por un período de dificultades. A los dos años se instalan en una nueva residencia en 8 de octubre 2850, (actualmente esta casa es un centro para discapacitados auditivos Petrona Viera). Es aquí donde permanecerá ejerciendo su actividad artística hasta su muerte en 1960.
En una primera mirada, sus clásicos cuadros planistas expresan ese Uruguay feliz de los años 20, que la pintora prolongó por más tiempo, supuestamente desde cierto aislamiento social producido por su sordera.
Su primer maestro fue don Vicente Puig, pintor del Círculo de Bellas Artes que está poco tiempo con Petrona porque este se traslada a Buenos Aires en 1922. Le sucede Guillermo Laborde, también pintor del Círculo de Bellas Artes, en una larga y fructífera etapa, que será el introductor de Petrona en el mundo de la modernidad, y el que le brinda la oportunidad de frecuentar el Círculo y la participación en los salones y exposiciones organizadas por dicha entidad.
En 1926 expone su primera muestra individual en la Galeria Maveroff. En 1927 expone en el Salón de Otoño su obra de gran formato, “Composición”. En 1929, la seleccionan para formar parte de la delegación uruguaya en la Exposición Iberoamericana de Sevilla, y así sucesivamente le llegan pedidos desde Buenos Aires y otros lugares para exponer su obra.
La presente exposición contiene 124 obras (de 1920 en adelante) con diferentes temáticas y técnicas muy bien representadas: óleos, pastel, aguadas, dibujos y grabados. Muchas de las obras no están datadas, aunque sí existen notas al dorso que permiten identificarlas.
No escapa al espectador la dificultad de escoger entre tantas obras de calidad. El Museo Nacional posee más de 1.001 obras de Petrona Viera. Es el artista con mayor representación en toda la colección, hecho que fue posible porque a su muerte la familia hizo una importante donación.
Se inicia la exposición con el período más planista de su producción, con paisajes, retratos y los juegos de infancia por lo que habitualmente más se la conoce.
Se exponen tres espectaculares retratos. El primero de Luis Eduardo Pombo, gran poeta y crítico de arte, una figura muy importante que Petrona conoce a través de Laborde. Es una obra excepcional porque Petrona prácticamente no pintó figuras masculinas. La paleta de colores que utiliza Petrona en este retrato es muy sobria, entre ocres y blanco, que realza la personalidad del retratado como queriendo no distraer al espectador de la importante personalidad.
El segundo retrato que nos encontramos es el de Lucha, su hermana, su gran compañera. Esta obra sorprende por su sofisticación. Lucha está elegantemente vestida y envuelta en un importante cuello de piel, haciendo contraste con unos colores planos, ocres y grises, el rojo fuerte de los labios y las sombras grises y violetas.
El tercer retrato es un autorretrato que refleja su minusvalía, que sin duda moduló su carácter. Por ello elige estar representada por una gran paleta de artista como símbolo y orgullo de ser pintora y mujer… el cabello negro, corto según la moda de la época, los ojos negros con una mirada marcando distancia entre ella y el espectador, y todo enmarcado por colores claros, verdes, blancos, grises pero destacando el rojo de unos labios cerrados, que difícilmente pueden expresar sus pensamientos.
La temática por la cual su obra es más conocida es la infancia, los niños y adolescentes, quizás por la carencia de ellos al no casarse. Pinta niños que viven en un mundo feliz de los juegos, dinámicos tanto en sus sencillos dibujos de pequeño y mediano formato, sueltos, libres y de poquísimas líneas, con apenas cuatro cinco trazos. Y los óleos de esas niñas de ropa de fuertes colores, que están jugando sobre un césped verde intenso de un jardín. Una obra muy conocida es “Recreo”, de 1924, en la que un grupo de niñas juegan bajo una parra.
Hacia 1930-1940 tiene un período singular hacia el tema de desnudos. Son obras realizadas en pequeño formato, con trazos muy simples pero en los que podemos apreciar la maestría de una artista ya en un período de madurez. Pinta también muchos paisajes de las zonas de los balnearios de la costa del Río de la Plata hasta Punta del Este, lugares que frecuenta en los veranos.
En 1940, con motivo de la exposición “La situación de Petrona Viera en la pintura del Uruguay” en la Sala de Exposiciones del Banco Municipal en Buenos Aires, el crítico argentino Luis Eduardo Pombo escribe sobre la gran capacidad de la artista para saber expresar sus mensajes en el pequeño formato de sus cuadros.
En 1940 muere Guillermo Laborde y aparece en su trabajo la etapa del grabado/xilografía de la mano de su último maestro, Guillermo Rodriguez, que la llevará a explorar nuevos caminos de sus temas más representativos como el mundo de la infancia.
En la última etapa de su vida abundan las naturalezas muertas de flores y frutos en pequeño tamaño en donde reaparece de nuevo una paleta muy fuerte y el color cobra relevancia, los limones, las naranjas… que al contemplarlos producen un impacto por la fuerza como están tratados, son reales…solo nos faltaría tocarlos.
Por último la exposición cierra con la obra “Composición” que presentó en el Salón del año 1927. En esa ocasión obtuvo un premio pero el Jurado después se retractó al recibir muchísimas críticas y retiró el premio en solitario a ella, haciendo que el premio fuera compartido. Petrona Viera renunció a ese premio. El cuadro representa a cuatro figuras femeninas enmarcadas en un frondoso jardín, vestidas en diversos y fuertes colores, muy al uso de los felices años veinte.
Hay que resaltar el trabajo de recuperación y puesta en valor en esta exposición de la obra de esta gran artista, Petrona Viera.
- Catedrática de Sociología. UB. Doctora en Historia del Arte. Crítica de Arte. Miembro de AICA y ACCA.