Fanáticos insulsos. Liberales, raza e Imperio. Pankaj Mishra. GALAXIA GUTEMBERG. 259 págs. 2020.
La Guerra Fría pareció englobar la totalidad de los conflictos de la segunda parte del siglo XX. Con la caída del Muro de Berlín, la ideología liberal y el capitalismo anglosajón se asumió como triunfador total y el paradigma explicitado fue el “fin de la Historia”, que implicaba la certeza de la desaparición de los opositores a su hegemonía.
Esta certeza, aunada a la ya tradicional del “destino manifiesto” por el cual se veía a la raza anglosajona como la elegida a regir el orbe, configuran el mapa ideológico contemporáneo.
Han sido muchos los intelectuales, politólogos, economistas e historiadores británicos y norteamericanos que, desde sus tribunas globales, han ido construyendo ideologías que apuntalaran dicha concepción con vocación de única alternativa posible.
La caída del comunismo envalentonó a los “fanáticos insulsos de la civilización occidental”, como los llamó Reinhold Niebuhr, “que consideraran que los logros contingentes de nuestra cultura son la forma final y la norma de la existencia humana”. Para el liberalismo de la Guerra Fría, definido y deformado por su batalla ideológica con el comunismo, no fue difícil reencarnarse como neoliberalismo.
Pankaj Mishra, un hindú que ha sufrido dicho proceso, lo analiza en profundidad. Evalúa cómo hunde sus raíces en la formación del Imperio británico y su imposición en los países colonizados. Afirma que “todavía no se ha escrito la historia mundial de las ideologías liberales y la democracia después de 1945 y tampoco una sociología amplia de los intelectuales de angloamérica. Y eso a pesar de que el mundo que hicieron y deshicieron está entrando en su fase más peligrosa”.
“Pero está claro que desde hace mucho que la apuesta global por mercados no regulados y las intervenciones militares en su nombre han sido los experimentos ideológicos más ambiciosos de la era moderna… El homo economicus, racional y portador de derechos de la filosofía liberal, se puso a acosar a todas las sociedades con sus fantásticos planes para incrementar la producción y el consumo en todo el mundo. La jerga de la modernidad, acuñada en Londres, Nueva York y Washington D.C., pasó a definir el sentido común de la vida intelectual pública en todos los continentes, alterando de forma radical la manera en que buena parte de la población mundial entendía la sociedad, la economía, la nación, el tiempo y la identidad individual y colectiva”.
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