Francisco. La felicidad en esta vida. Cómo el amor de Dios nos sostiene, nos levanta y nos guía. PLAZA Y JANÉS. 236 págs. 2019. $550.
Navidad en el año en que hemos sido puestos a prueba en más de un sentido. Un año signado por el temor, la enfermedad y en el que ha sido difícil no perder el sentido de vida. Quizás hoy más que nunca sea necesario generarnos una pausa para meditar. Pocos libros más apropiados para dicha meta como esta recopilación de homilías y discursos del papa Francisco.
En Francisco confluyen armoniosamente la tradición jesuítica y la franciscana. La primera, protagonista de la gesta de las Misiones Jesuíticas, definió un proyecto social de inclusión absolutamente excepcional. Y su legado permanece definiendo nuestras tierras. La segunda, sintetizada en la figura de Francisco de Asís, permitió conjugar la búsqueda de la armonía con la Naturaleza mientras en lo social realizaba una sistemática opción por los más desvalidos. Quizás la anécdota del gobernador Elío expulsando a los cuatro franciscanos de Montevideo hacia el campamento artiguista sea un buen recordatorio de su testimonio en nuestra patria.
“Todas las personas, de todos los tiempos y de cualquier edad buscan la felicidad. Dios ha puesto en el corazón del hombre y de la mujer un profundo anhelo de felicidad, de plenitud. ¿No notáis que vuestros corazones están inquietos y no dejan de buscar un bien que pueda saciar su sed de infinito?”
Para el papa Francisco, el aprecio de nuestra existencia cotidiana es un compromiso espiritual. La alegría es un atributo divino y crearla a nuestro alrededor es una parte esencial de la Fe.
Más adelante explicita: “La felicidad no se compra. Y cuando lo haces, pronto descubres que se ha esfumado. Busca la verdadera felicidad”.
El católico vive con alegría la certeza de un camino de fe y buenas acciones: es en el testimonio del amor al prójimo que llegamos a la trascendencia; alejado del calvinismo y sus advertencias contra todo tipo de alegría; alejado de la avaricia y el lucro de cierto economicismo opuesto a la dignidad humana. Y Francisco nos muestra que es posible conciliar un profundo amor a la patria sin desmedro de los otros. Es posible y necesario un nacionalismo de encuentro, de puentes tendidos.
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