Se expuso recientemente en la galería de arte “Malvín” de Madrid, una colección de la pintora uruguaya Clarina Vicens, de larga trayectoria tanto en España como en Uruguay. La muestra “Esperando a Godot y otros apuntes de teatro” comprende las ilustraciones que la pintora realizó entre los años 1956 y 1965 para las notas periodísticas del diario El Plata sobre representaciones de artes escénicas que tuvieron lugar en Montevideo en dicho período.
Aunque su actividad artística se ha desarrollado durante décadas tanto en Uruguay como en España, el nombre de Montevideo todavía la emociona, y dedica con especial afecto esta nota exclusiva para La Mañana.
Los apuntes expuestos en esta muestra fueron hechos en directo, durante la actuación. Eso exigía sin duda rapidez de trazo y también trabajar en condiciones de poca iluminación, en plena representación de la obra. Se necesita un don especial para captar el gesto exacto y la personalidad de cada personaje. ¿Cómo lo lograbas?
Me impactaba el personaje, las actuaciones. Al dibujar trataba de captarlo sin pensar, con rapidez. Y tenía que estar en las primeras filas para tener luz y ver lo que estaba dibujando.
Esa facilidad para captar los mejores momentos de cada actuación, ¿te significó en algún caso un acercamiento personal con los actores?
Una vez me posaron por amistad, en el escenario del Teatro Circular, los actores que interpretaron a Estragón y a Vladimiro en “Esperando a Godot” cuando su estreno en Montevideo en 1962. Recuerdo el nombre de Alfredo de la Peña que interpretó a Estragón. Hice unas pinturas a partir de esos apuntes
Eras casi una niña cuando comenzaste estudios formales de pintura y de adolescente también estudiabas escultura, grabado y cerámica con técnicas precolombinas. ¿Esa vocación se manifestó ya en la primera infancia? ¿Tenías algún antecedente familiar?
Desde los nueve años sentí amor por la pintura. Me llegó de mi padre, nacido en Mallorca y que recién al vivir en Uruguay pudo comenzar a pintar, cuando ya no podía dedicarse a ello.
Comencé estudios de pintura a los once años con el pintor, violinista y luthier Rodrigo López Abba. A la Escuela Nacional de Bellas Artes, en Uruguay, entré con catorce años a estudiar escultura y después de aprobar el primer año retomé cinco años más tarde porque antes no podía compatibilizar los horarios con los del liceo. Grabado comencé a estudiar con Adolfo Pastor y continué en el Club de Grabado de Montevideo. Cerámica estudié técnicas precolombinas con Josep y Carmen Collell.
¿Qué significó para ti tener maestros como Edgardo Ribeiro y Augusto Torres?
Cuando mi primer maestro viajó a España, su país de nacimiento, durante cuatro años pinté sola. Cuando supe del curso que daba el pintor Edgardo Ribeiro en Piriápolis, durante la Semana Santa de 1961, me anoté de inmediato. Realicé el curso y también me anoté como alumna en su taller. Considero que fue un gran maestro. Estudié dos años con él. Luego me independicé para trabajar nuevamente en mi taller propio.
Al pintor Augusto Torres tiempo después le llevé mis pinturas. De él guardo sus palabras “señalando senderos”.
Con apenas 15 años tienes tu primera exposición individual. ¿Cómo recuerdas esa experiencia?
No recuerdo quién o cómo fueron seleccionadas las pinturas que expuse. Sí recuerdo y puedo ver algunas de las que pude conservar. Las podría exponer nuevamente. Un árbol en medio de un monte pintado con crayolas. La figura de una amiga que me posó en mi primer taller-altillo de la casa donde vivía. Figura que realicé a pluma y pinté a pastel, dos o tres autorretratos a pastel. Recuerdo que no fue nadie el día de la inauguración y no sé si alguien fue después…
En Uruguay cursaste Preparatorios de Arquitectura. ¿Tenías intención de ser arquitecta o solo lo hiciste como algo complementario a tu formación?
Quería seguir estudiando. Por la mañana iba a Preparatorios. Tuve en segundo año a un excelente profesor de dibujo, el Arq. Mario Payssé Reyes, del cual recibí mucho apoyo, y en primero al Arq. Florio Parpagnoli; amaba el arte y la pintura y la hacía sentir. Por la tarde iba de oyente a las clases de Historia del Arte que en el I.A.V.A daba el Arq. Leopoldo Artucio.
La docencia es una constante en tu trayectoria. La ejerciste en Uruguay, en la Universidad de Trabajo y en Enseñanza Secundaria y también en tus propios talleres de arte, tanto en Montevideo como en Barcelona y en Madrid. ¿Cómo viviste esa experiencia de enseñar? ¿Te dio satisfacciones y tal vez algún problema?
Para mí la docencia se descubrió como una vocación. Querría poder seguir en ella, en mi taller. Enseñando se aprende y he sentido siempre que con cada grupo a los que he dado clase formábamos una familia. Y fuera con cada grupo, ya sean grupos de niños, adolescentes, jóvenes o mayores. Me gustaría poder volver a ella. Siempre me alegré y compartí la alegría de cada uno de los y las estudiantes cuando sentían que lograban los medios para expresarse. La enseñanza nunca me dio problemas.
Tus estudios en Francia, becada por el gobierno francés, supongo tuvieron especial significación para tu carrera artística. ¿Por qué elegiste la Escuela de Bellas Artes y de Arquitectura de Marsella y qué puedes destacar de tu estadía allí?
Elegí Marsella entre tres opciones que me fueron dadas: París, Niza o Marsella. Viajamos en familia. Nuestros hijos Alfredo y Virginia tenían siete y seis años. A París me pareció demasiado fuerte para poder atenderlos bien. Por Niza pasamos y cuando fui a su Escuela de Bellas Artes y entré al taller de grabado para conocerlo, todo, incluyendo el en que había una sola alumna usando el tórculo en un taller inmenso y desierto. Todo me pareció duro y falto de alma. No dudé en decidirme por Marsella.
La mitad de mis ancestros son mediterráneos. Nací en Montevideo. Siempre sentí al mar como mi segunda tierra. En la Escuela de Bellas Artes de Marsella, donde tuve como excelente profesora de grabado a la grabadora, Sonia Höpff, tuve compañeras que recuerdo siempre, a un compañero marroquí de carácter amable y amistoso y compañeros franceses a los que veía de lejos. Al terminar este curso me fue ofrecida la prolongación de la beca por un año para preparar mi diploma de Escultura. Dadas las circunstancias regresé a España, a Barcelona, donde nos instalamos. Continué grabando en el Taller de las Artes del Libro donde conocí a mi admirada y querida artista María Yzquierdo, con quien me unió desde entonces una gran amistad, así como con toda su familia.
Al comienzo de este año nació en Barcelona mi hijo Pablo Bartolomé.
¿Cuáles son los artistas plásticos que más admiras?
Empezando por los anónimos del arte rupestre, la pintura cretense y la africana, los frescos romanos y la pintura románica. No sabemos el nombre de los autores, como tampoco el de los que hicieron los vitrales de las catedrales góticas, la pintura inca, la pintura azteca, el arte árabe. Sí que puedo nombrar al Greco y siguen nombres como Tiziano, Velázquez, Sofonisba Angusssola, Goya, Cézanne, Van Gogh, María Baschirsteff, Modigliani, Matisse, Maríe Laurencin, María Blanchard, Marc Chagall, Camille…
En cuanto a los plásticos de tu país natal, ¿quiénes han sido tus referentes o los que más tocan tu sensibilidad? ¿Con quiénes has tenido un trato más asiduo?
Mis referentes han sido Pedro Figari, Petrona Viera, Rafael Barradas, Joaquín Torres-García. También recibieron mi admiración Claudio Silveira Silva, Augusto Torres, Elsa Andrada, Alejandro Casares y Ema Delgado.
En Barcelona se expone tu carpeta de 10 litografías que llamas “Historia de una pera” que se edita con prólogos de José María Valverde y Mario Benedetti. No es esa la única vinculación con lo literario. También ganaste en varias ocasiones el Premio del Salón del Poema ilustrado y has tenido éxito en dos concursos de narrativa. ¿Crees que eso fue para ti una segunda vocación, o que pintar o esculpir también puede ser un modo de narrar una historia?
Lo de escribir me surge sin pensarlo. Escribo acerca de lo vivido, de lo que imagino, escribo y escribo. Escribí tres cuentos para niños, los tres con dibujos a pluma y color. A uno de ellos lo comencé por las ilustraciones.
Las ilustraciones a poemas que realicé en grabados surgen del acercamiento emocional que me produce el propio poema.
Respecto a los autores, quise tener presentación para la carpeta “Historia de una pera” de un escritor y poeta uruguayo, y de un escritor y poeta español. Mario Benedetti le dedicó un soneto que comienza así: “Esta pera de pájaros pintados…”.
Concurrí a una conferencia del escritor y poeta José María Valverde. Le pedí una entrevista la que me concedió con generosidad. Llevé mi “Historia de una pera”, a la que le dedicó estas líneas “El arte de Clarina Vicens, en esta fantasía…”.
Años antes le había pedido al poeta Jorge Guillén que me permitiera presentar la exposición de las peras amparada en estas líneas de su poema “Opusculum pedagogum”, “Las peras no son violines…”. Me lo permitió en dos cartas que conservo como el más grande tesoro.
Viviste tu sostenida actividad como artista alternando largas estadías en Uruguay y en España. ¿Consideras eso ha sido una dificultad o una ventaja?
Lo sentí como inevitable. Al regresar a Uruguay con mis tres hijos, los dos mayores quisieron retornar a España. Es empezar de nuevo cada vez.
La isla de Ibiza te sedujo al punto que allí pasaste a residir de forma permanente durante varios años. ¿Qué fue lo que como pintora te impresionó más de ese lugar?
Me impactaron las personas y su talante, su autenticidad, todo sumado a un entorno natural hermosísimo. De pronto veía escenas que me impresionaban por la belleza, la armonía y la finura del color. Las gentes del lugar en escenas de su vida cotidiana, de pronto me parecían figuras griegas, tenían algo de formidable. Recuerdo una mujer recogiendo almendras de un árbol en Saint Jordi.
Sin duda que la belleza del lugar fue lo primero que me impactó, pero después también quedé prendada de sus pobladores, gente muy receptiva y también después pude conocer a muchos artistas.
En una de tus exposiciones en Ibiza, la gente reconocía en tus cuadros la figura de alguno de sus parientes o conocidos.
Sí, solía suceder y me alegraba mucho. También eso contribuyó a que yo fuera muy aceptada, muy integrada a la sociedad de ellos. También yo hacía retratos a turistas y así me ganaba la vida en esos primeros años en la isla.
Tu obra incorpora también el grabado y el collage. ¿Has tenido temporadas dedicadas especialmente a alguna de esas técnicas?
No. Ahora no estoy grabando. Espero poder volver a hacerlo. El collage ha sido una constante. Mi primera exposición de collages la hice en el año 1967.
Además de los numerosísimos retratos que has hecho de personas que posaron para ti, están los que tú llamas “inadvertidos”. ¿Cómo vives ese impulso irrefrenable de plasmar en un apunte alguien a quien ves? ¿La persona tiene que impresionarte por algo, ya sea por su actitud o por algún rasgo en particular?
Sí, dibujé a muchísimos que no se percataron de que estaban siendo retratados. Gitanos jugando a las cartas o cantando en un café de Ibiza, o tamborileros en el Mercado del Puerto de Montevideo. En el Sorocabana, a parroquianos desconocidos y a Juan Carlos Legido, siempre escribiendo. Y a muchas personas anónimas, que no tuve más remedio que dibujar por la intensidad de su expresión y su carácter, por su armonía y humanidad.
Es como si me llamaran a dibujarlas. Algo en común que nos une. Su actitud, su presencia, su armonía, su expresividad, podría decir, lo que cuentan con su presencia, lo que comparto con ellas, lo que siento al verlas. La pena o alegría que me dan.
Una de tus exposiciones más recientes reunió muchos de tus cuadros realizados en distintos cafés de Montevideo, Ibiza, Barcelona y Madrid. ¿Eran estos también apuntes tomados del natural, que después trabajabas en el taller o se basaban solo en el recuerdo?
Todos del natural. A veces, a algunos les he dado color con acuarela. Al color lo he puesto en base al recuerdo, o me surge una idea.
¿Estás trabajando ahora en algún proyecto en especial?
Sí. En los “Homenajes”. Todos en un mismo gran lienzo. Son retratos, homenajes a artistas, poetas y escritores que quise y admiré, que quiero y admiro a través de los años. Desde el Greco, Velázquez y Goya hasta ahora: Rafael Barradas, Joaquín Torres-García, Samuel Beckett, Delmira Agustini, Maruja Mallo, Federico García Lorca, Jorge Guillén, María Zambrano, Juan Carlos Onetti, Joan Brossa, Juan Cunha, Mario Benedetti…
¿Crees que en los países que conoces o en los que has vivido se da suficiente apoyo a los artistas?
En Barcelona encontré comprensión y apoyo.
Madrid, abril 2023
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