“Sean los orientales tan ilustrados como valientes”
El 26 de mayo tiene hoy una doble significación: por un lado rememoramos la fundación de nuestra Biblioteca Nacional, y por otro, es la fecha en que se consagró el Día Nacional del Libro para incentivar el amor por la lectura en los escolares.Para comprender la dimensión de lo que significó la fundación de nuestra primera biblioteca, hay que sumergirse no solo en el Montevideo colonial, en el cual era muy escasa la circulación de materiales bibliográficos, sino también adentrarse en cuál era el valor que se le otorgaba a esta institución en el contexto histórico. José Enrique Rodó estudia el tema cuando trata el americanismo literario y resalta la originalidad emancipadora del pensamiento y la literatura hispanoamericana, pero al mismo tiempo rescata la herencia hermanadora de nuestra común tradición occidental, la cual será fundamental para el desarrollo de bibliotecas, ateneos, universidades y otros centros de estudio, además de revistas y otras publicaciones de carácter americanista.
Recordemos que la historia da comienzo con la escritura, así las primeras bibliotecas de la antigüedad fueron las de Egipto y Mesopotamia, las cuales estaban constituidas por colecciones de rollos de papiro como en Tell-Amarna, y tabletas de arcilla en Nínive y Babilonia. Eran edificios que guardaban el archivo diplomático del rey o faraón, y que al mismo tiempo contenían una colección de ejemplares bibliográficos de diversa índole al que accedían solamente escribas, sacerdotes que eran los que sabían leer y escribir. Recordemos que el escritor tenía un papel esencial en el mundo antiguo, ya que eran muy escasas las personas que guardaban ese conocimiento y era muy necesario para mantener la estructura administrativa del imperio o régimen de gobierno cual fuese.
Las primeras bibliotecas públicas reconocidas fueron probablemente la de Pisístrato en Atenas (Antigua Grecia), quien fue el que mandó a editar las obras de Homero, y particularmente en la época helenística la afamada biblioteca de Alejandría. En Roma se funda la primera en el 39 d.C., en el atrio del Templo de la Libertad.
Durante la Edad Media las bibliotecas monásticas ocuparon un lugar fundamental en la conservación del material bibliográfico, y se reprodujeron muchas obras a través de la incesante actividad de los copistas.
En la premodernidad, con la llegada de la imprenta cambió totalmente la situación y la circulación de los libros alcanzaron una difusión nunca antes vista. Así llegamos a la época colonial americana en las que las nuevas ciudades florecientes reclamaban para sí el legado cultural de occidente, y de este modo había entre los intelectuales americanos una afición bibliófila, estrechamente vinculada al espíritu de la Ilustración. Así surgen centros culturales de gran importancia como el de Córdoba, por ejemplo.
Pbro. Dámaso Antonio Larrañaga
La situación cultural en nuestra Provincia Oriental era particularmente rústica durante la colonia, y fue en el período revolucionario que nuestros criollos tomaron conciencia de la necesidad de que Montevideo albergara tras sus muros su primera biblioteca pública. Fue Pérez Castellano, presbítero, intelectual y escritor oriental, justamente el primero en albergar en su espíritu la idea. Y en su testamento dejó por escrito la voluntad de que su biblioteca personal y su casa constituyeran la primera Biblioteca Pública de Montevideo. Así Dámaso Antonio Larrañaga, el 4 de agosto de 1815, escribe al Cabildo sobre la necesidad de fundar una biblioteca pública para suplir la falta de maestros, y se ofrece para ejercer el cargo de director de la misma.
Leer es al espíritu, como la comida al cuerpo, depende de la dieta, la salud de la que gocemos
Consultado Artigas al respecto, responde: “Yo jamás dejaría de poner el sello de mi aprobación a cualquier obra que en su objetivo llevase esculpido el título de la pública felicidad. Conozco las ventajas de una biblioteca pública y espero que V.S. cooperará con el esfuerzo e influjo a perfeccionarla coadyuvando los heroicos esfuerzos de tan virtuosos ciudadano…”.
La biblioteca fue ubicada en los altos del Fuerte de Montevideo, actual plaza Zabala y así, el 26 de mayo de 1816, Larrañaga en su discurso inaugural afirma: “Una biblioteca no es otra cosa que un domicilio o ilustre asamblea en que se reúnen, como de asiento, todos los más sublimes ingenios del orbe literario o por mejor decir, el foco en que se reconcentran las luces más brillantes que se han esparcido por los sabios de todos los países y de todos los tiempos. Estas luces son las que el ilustrado y el Gobierno vienen a hacer comunes a sus conciudadanos”.
La repercusión de este hecho hizo que Artigas determinara como santo y seña de su ejército en Purificación, la famosa frase: “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”.
Lo que estaba detrás de esta actitud emancipadora artiguista, no solo era la formación de un nuevo gobierno sino también de un nuevo hombre, y para ello era necesario formar ciudadanos ilustres capaces de estar a la altura de las circunstancias internacionales.
Nuestra tradición literaria
La apreciación de Larrañaga fue certera y muy borgiana al mismo tiempo, la lectura de los libros nos permite un viaje al pasado, un contacto con la eternidad. Umberto Eco decía que la lectura permite prolongar nuestra vida pero hacia atrás. Es interesante concebir como esta Biblioteca Nacional fue el paso inicial de nuestra inteligencia, el germen original de su ser. Pérez Castellano redactó obras muy importantes, como Observaciones sobre Agricultura (1813-1814), lo mismo que Larrañaga, que escribió un Compendio del idioma chaná, y el Diario de viaje de Montevideo a Paysandú, entre otras. Estos no solo salvaguardaban el conocimiento, sino que eran sujetos productores del mismo. En el Artiguismo había una voluntad expresa no solo de una emancipación política basada en la justicia y la libertad, sino también una emancipación cultural de raíz humanista.
Fue en ese momento en que emanan nuestros primeros aportes al americanismo literario hispanoamericano, y encontraremos escritores como los anteriores mencionados, de carácter científico, y otros de género poético como lo fue Bartolomé Hidalgo. Así de esta raíz surgirá nuestra tradición literaria, y vendrán luego Acuña de Figueroa, Zorrilla de San Martín, Acevedo Díaz, Rodó, etc.
La alfabetización de la sociedad postmoderna ha provocado, como nunca antes en la historia, los mayores índices de lectura y escritura, y hoy día es difícil imaginarse un mundo sin bibliotecas públicas, pues hasta las hay digitales. Sin embargo, ante el fenómeno de internet, las redes sociales y la gran acumulación de material de lectura, el desafío ya no es aprender a leer y escribir solamente, sino también aprender a discernir entre las multiplicidad de opciones escritas pudiendo distinguir entre una fake news y un artículo de periodismo de investigación para citar un ejemplo. Leer es al espíritu como la comida al cuerpo, depende de la dieta la salud de la que gocemos. Como decía Borges, “que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”.
Así la Biblioteca Nacional sigue siendo un símbolo de la época artiguista, cuya vigencia permanece en el desafío constante que tenemos como ciudadanos orientales de participar y estar presentes con nuestro aporte en el concierto de la ideas, de la historia, no ya de nuestro pueblo únicamente, sino también de nuestra humanidad con todo lo que ello implique.
TE PUEDE INTERESAR