El Museo Nacional de Artes Visuales abrió la exposición “Otro Expresionismo: 100 años de Jorge Páez Vilaró”, una muestra que recorre las etapas de un artista que formó parte de una generación fundamental de nuestro arte, comprometido con el patrimonio y la cultura moderna de Uruguay que siembra la pregunta de si eso que nos hace tan típicamente nosotros no es, justamente, lo que nos acerca a Occidente.
Las fechas sirven de excusa. Nos motivan a darle lugar a las cosas. A veces, incluso, facilitan el proceso. El próximo 19 de mayo se cumplirá el centenario del nacimiento de Jorge Páez Vilaró. Hermano del artista Carlos Páez Vilaró, ambos pueden definirse por sus propios proyectos artísticos. En esta dimensión conmemorativa de recuerdos y memorias, se ha elegido homenajear a Jorge a través de una retrospectiva que intenta mostrar todos sus periodos. La exposición “Otro Expresionismo”, que comenzó el pasado 22 de abril en el Museo Nacional de Artes Visuales, y que se extenderá hasta el 24 de junio, se encuentra bajo la curaduría de Manuel Neves, quien llegó directamente para la muestra desde Francia, en una Europa muy conectada con la obra del artista.
En una fría mañana de Semana Santa, el también historiador compartió un café con La Mañana y realizó un recorrido por las distintas etapas artísticas del dibujante, pintor, coleccionista de arte, galerista, periodista y gestor cultural, a quien definió como muy importante para toda su generación, sobre el cual “Uruguay y el Museo Nacional tiene una deuda dado que no ha sido suficientemente reconocido”.
Otro expresionismo
Con el nombre de la muestra, Neves busca poner en juego dos elementos. Por un lado, el expresionismo, corriente a la que pertenece el artista. No es una obra que surja de la razón. Digámoslo con el propio arte: si por sí es difícil separar lo racional de lo subjetivo, aún en una tradición de arte vinculada a ciertas reglas y a la razón, la obra de Paez Vilaró se acercaría más a la poesía que a la geometría.
Luego, viene el “Otro”. Este segundo elemento nos obliga a trasladarnos a la década de los 60, cuando el artista estuvo vinculado a una nueva corriente: la figuración. En Argentina, esta corriente la exploró un grupo que eligió llamarse Nueva Figuración y que realizaba un recorrido de un expresionismo singular, más vinculado al proceso histórico. Lo “otro” apela a esa relación con la nueva figuración que tuvo Jorge.
Pero para entender ambos elementos debemos mirar hacia atrás. Páez Vilaró pertenece a una generación clave en el arte de nuestro país, integrada por artistas tales como Juan Ventayol, Manuel Espínola Gómez, María Freire, Carlos Páez Vilaró, Raúl Pavlotzky, Rómulo Aguerre, Alfredo Testoni, Washington Barcala, Hilda López, Américo Spósito y Jorge Damiani; personas que se formaron entre los años ‘30 y ‘40 del siglo pasado, en un “Uruguay feliz”. Al respecto, Neves señaló: “Se trata de toda una generación que vivió toda la crisis del Uruguay clásico y que, en un momento, a fines de los años ’50 y con el ingreso de la vanguardia, vivió un quiebre, toda ella, aunque sin haber realizado un acuerdo”. Hasta entonces, el tipo de arte que se vivía corría por una figuración un tanto modernista, nada revolucionario, más bien, de hecho, “algo pacato”.
Esa entrada a la vanguardia sucedió a través del informalismo, la abstracción. En ella Páez Vilaró trabajó de especial modo en la superficie del cuadro con materiales y signos. “Es una abstracción totalmente gestual, sin figuras, un trabajo de la materia, la textura y los colores”, describió el curador.
La conexión con Cobra
Pero, a pesar de que haya sido un fenómeno vivido en su generación, la influencia europea de Páez Vilaró es particular. De su grupo fue el que viajó más al viejo continente, llegando a vivir muchos años en Londres, y sentó una conexión con el grupo Cobra, un grupo de artistas europeos de Países Bajos surgido entre la década del ‘40 y el ‘50, de corta duración, pero de larga influencia. Un grupo que, según palabras de Neves, rompió un tanto los límites entre ilustración y figuración, donde también funcionó el surrealismo, la artesanía.
El retorno a la figuración
Ya en el año 1974, luego de la influencia de Cobra y de su paso por el Informalismo, Páez Vilaró retornó a la figuración. En esta última etapa, con toda su pasada experiencia, intentó crear una visualidad de la vida urbana, de los bares, el tango y las escenas rioplatenses. “La vida moderna se crea cuando la noche se ilumina. Cuando surge el gas y la electricidad las personas empiezan a vivir la noche, van al cine, a eventos, la gente baila, escucha música. El arte moderno visualiza y refleja eso”, observa Neves.
En sus temas centrales, Páez Vilaró recorrió los bares y el tango. Al final de su vida, y debido a sus viajes, se interesó más en los paisajes. Entre las décadas del ‘80 y ‘90 se movió entre Colonia, Montevideo y Maldonado, desarrollando un compromiso con la idea patrimonial, recordó Neves. De hecho, creó el Museo de Arte Americano de Maldonado, sitio en el que presentó colecciones de arte precolombino, colonial, popular y contemporáneo latinoamericano.
El artista desarrolló aquí series donde recorren el paisaje, la ruralidad y la playa. “Resulta interesante la profundización que realiza con el tema de la playa, ya que habla de este lugar como espacio de vacaciones o de diversión, pero también de una cultura vinculada con nuestro país. Uruguay, a partir del batllismo, pudo tener vacaciones pagas y un montón de cosas a nivel social que hicieron de ella un espacio democratizado, no como el europeo o el brasileño”, opinó Neves.
Sin embargo, el curador indicó que parte de la generación que integra Páez Vilaró tiene una especie de intuición que los habita de ser parte de algo que vaya más allá del arte uruguayo, y sí de producir un arte que escape a la idea de lo nacional, de cierta identidad. En concreto, de realizar un arte más relacionado con lo Universal. “Un arte que trascienda esa idea de Estado Nación”, indica Neves y agregó: “Páez Vilaró siempre tuvo el impulso de estar conectado con el exterior: fue periodista, comisario de exposiciones, promotor, pero también había en él una idea de ser parte de algo que era occidental. Y, en ello, lo importante no es definir si hay un acto occidental, sino que hay una idea de Occidente, una idea de cultura que surge en torno al Mediterráneo, de una base compartida que hace a Occidente. Todo el mundo entiende el Occidente de una forma en común y genera un arte que tiene un hilo conductor común”, explica Neves.
El mundo detrás del artista
En “Otro Expresionismo” uno puede encontrar la respuesta sobre cómo Páez Vilaró ve el mundo. “Jorge estaba muy comprometido con el arte. Lo que quería expresar o representar es la cultura moderna de Uruguay, definida por el tango, la actividad social, los bares, la integración humana, política, un tipo de paisaje, la playa”, explicó Neves.
El artista pinta la playa porque habla de la cultura uruguaya, como el tango y los bares también lo hacen. Pero también, su proyecto artístico pasa por intentar definir esa cultura a través de los elementos que son característicos al uruguayo y que, al mismo tiempo, lo trascienden. Ese bar que pinta es tan típicamente uruguayo que incluso podría estar en Buenos Aires, Nueva York o Londres. En definitiva, “Jorge siempre está en una situación de creer que la aldea habla de lo universal, que lo local siempre se refiere a ella”, resumió Neves.
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