La cuarentena forzada a todos nos afecta de una u otra forma.
Se ven por las redes una enorme cantidad de artistas, educadores, filósofos, cocineros, violinistas y chantas.
Una ola arrolladora de solidaridad, inimaginable apenas hace 40 días.
He descubierto a gente que tiene un enorme don para la comunicación y el histrionismo.
También, esta cuarentena sirve para ver más claramente las miserias humanas, la “mala gente”, los “peores orientales” que habitan nuestra patria, que por suerte son minoría, pero hay y horadan con sus escritos, comentarios o videos, primero los ojos, por las faltas, y después el corazón, ante tanto desatino.
Duele ver que la pérdida de valores y educación por la decadencia generada en quince años de una pésima conducción política, haga tanta mella en la cabeza de muchos uruguayos, que “parecen” no fueran capaces de diferenciar una banana de un calefón.
Leer los intransigentes y destructores comentarios de gente que hasta hace poco estaba en el poder, da náuseas
Es no querer admitir, bajo ninguna circunstancia, que se está viviendo una situación inimaginable. No da para filme de terror, ya que ni el más avezado escritor, ni la mente más perversa, ni el más experimentado director de cine podría dirigir o siquiera imaginarlo.
Escuchar como problema central las dificultades que acarrea la convivencia con tu propia familia, esposa e hijos, nos puede describir como una sociedad muy enferma. Hace que admire aún más a los abuelos que en el medio del campo, sin ayuda de psicólogos y de acompañantes terapéuticos, criaron hijos y llevaron más de 40 años casados.
Duele confirmar que la educación, que empieza en casa, falla por todos lados. El ejemplo de los vivos que van a buscar la vianda alimentaria del CEIP en sendos automóviles y luego andan quejándose en Facebook, desde su iPhone de última generación, dan pena y cuando no, bronca.
Pero quiero quedarme con lo positivo, la admiración y el respeto que generan en los habitantes de la casi intransitada Montevideo, los médicos, el personal de la salud, los policías, los bomberos y todos aquellos que se arriesgan a diario por el bien común.
Me quedo con el comentario de una señora que dijo: “Cuando los veo al presidente y ministros en televisión, en las conferencias, tan centrados, tan ubicados, arreglados y bien vestidos, me parece hasta oler el aroma del perfume. Qué orgullo haberlos votado”.
Y yo me quedo con don Héctor Pelfort, que por la cuarentena me envía versos patrióticos para que les ponga música y se los grabe.
Me mandó uno muy lindo que se llama “Oriental”, que empieza con un verso que resume todo: “Soy esa mano tendida, al caído que precisa”, los invito a escucharla y verla en el código que está abajo.
Que la disfruten y quédese en casa escuchando más canciones.
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