Si alguno de los hermanos, dondequiera que esté, cayera enfermo, los otros hermanos no lo abandonen, sino designen a uno o más hermanos, si fuera necesario, que le sirvan como querrían ellos ser servidos, pero en caso de extrema necesidad, pueden confiarlo a alguna persona que se haga cargo de lo necesario para su enfermedad.
San Francisco de Asís
Nos pareció interesante, en la situación sanitaria y económica actual, valorar positivamente las acciones humanitarias, filantrópicas y caritativas, de nuestra sociedad, en momentos verdaderamente difíciles en todo sentido. Por eso creo relevante volver la mirada sobre la historia de los centros sanitarios y cómo estos se lograron desarrollar gracias al accionar de los diversos actores sociales en un momento determinado.
Podemos afirmar sin lugar a dudas que la caridad fue la piedra fundamental sobre la que se erigieron los hospitales. San Agustín s. IV, en su obra De doctrina christiana consideraba que la caridad componía no sólo un valor moral y ético, sino más bien una inteligencia capaz de abordar al universo íntegramente, un lente para leer la vida misma, y por supuesto a las Escrituras, por lo que para él la caridad tenía hasta una función hermenéutica.
La etimología de la palabra caridad es sumamente interesante, proviene del lat. Caritas, que su vez viene de la raíz del indoeuropeo “Ka”: amar, de la que se forma en sánscrito “Kama”, palabra muy conocida por la popularidad del Libro del Amor hindú, el Kama Sutra. En conclusión la caridad es la forma cristiana de llamarle al amor en su dimensión trascendental, y es a su vez este amor, un nexo que permite a través de él ahondar en la naturaleza del ser humano, del espacio y de la divinidad.
En el Medioevo la caridad se ejercía de diversas maneras, y fue muy común que nobles, y prohombres burgueses a los que les iba bien, donaran importantes sumas de dinero para la edificación, o acondicionamiento, de hospitales o de centros sanitarios de otra especie.
Los primeros centros asistenciales en la Edad Media se desarrollaron en los monasterios, se determinaba un espacio dentro del recinto, consagrado al cuidado de enfermos, que se denominaba en latín infirmarum, de ahí proviene nuestra palabras enfermería, y otro para recibir a pobres y peregrinos, llamado hospitale pauperum.
Los primeros centros asistenciales en la Edad Media se desarrollaron en los monasterios
Hay que tener en cuenta que los monasterios desde los primeros tiempos de la Edad Media, cuando las ciudades del imperio romano se extinguieron por las enfermedades, el crimen y la inseguridad, se convirtieron en los centros culturales del momento. Había clérigos regulares y clérigos seculares, además de viajeros que iban a los monasterios a estudiar pues eran a su vez los primeros centros de estudios en ésta época. Había monasterios famosos por sus bibliotecas, por sus avances técnicos, sus talleres, por la organización económica que permitía una vida casi autárquica. La disciplina y la organización de la vida monacal fue el ambiente propicio para el desarrollo del espacio para el cuidado de enfermos, y en ese proceso, fue surgiendo la institución que luego evolucionaría hacia el moderno Hospital.
En los inicios de la Edad Media los monjes aprendieron de los médicos seglares, el conocimiento de la medicina, pero poco a poco los monjes fueron ganando terreno y fueron desplazándolos en saber y dedicación. El éxito de los monjes como médicos durante éste período tuvo que ver con la caridad como valor trascendente, lo que hacía que los monjes no tuvieran reparos en atender a enfermos contagiosos, por ejemplo, a diferencia de los médicos seglares, o a la abnegación de la que eran capaces a la hora de ayudar a los más necesitados. La asistencia sanitaria por su parte, no sólo se realizaba dentro del monasterio, pues existe alguna mención documental, en la que se refiere como un monje médico realiza una visita domiciliaria a un enfermo.
Es interesante mencionar que en el monasterio también había un huerto dedicado exclusivamente a las hierbas medicinales con las que se componían los remedios de la época. Hildegarda von Bingen, una monja que fue filósofa, médica, música, escritora, etc. del siglo XII, muy de moda actualmente en Europa, escribió una obra esencial en torno a la composición de los remedios, medicamentos y tratamientos en la época, lo que nos induce a afirmar que el monasterio era también un laboratorio.
Los hospitales entonces cumplían una función polivalente, el cuidado de enfermos por un lado, y la acogida de los necesitados por el otro. En definitiva su cometido era el servicio a la comunidad en favor de los pobres, en una época en que la pobreza se había extendido.
A partir del siglo XIV, siglo tumultuoso a nivel sanitario, los hospitales comienzan a centrarse en el cuidado de enfermos, y a crearse en edificios exclusivos en las afueras de la ciudad. Estos centros fueron los primeros a los que se les denominaba hospital tal como lo hacemos hoy día. También se crearon edificios específicos para algunas enfermedades en las que no se permitía el contacto con otros enfermos como las Leproserías.
De este modo la caridad y la filantropía fueron los pilares, los cimientos sobre los que se desarrollaron las instituciones sanitarias occidentales, como también e igual de importantes, los centros educativos para la formación de profesionales como médicos, pues del mismo seno, de los monasterios primero, y de las escuelas catedralicias después, nacen las Universidades.
Así ante la situación actual son aplaudidas las acciones de tipo filantrópico y caritativo, que buscan el equilibrio y el bienestar social en un momento que lo amerita. Las crisis nos presentan desafíos que una vez superados por medio del trabajo, el amor y la paciencia, nos dejan una gran enseñanza acerca de lo que somos capaces de hacer y realizar como conjunto más allá de nuestras diferencias individuales.
Como decía Rodó, reformarse es vivir, y este es nuestro momento oportuno de vivir, por lo que se nos hace necesario hallar la forma, ya propia y adecuada, a nuestro tiempo.