“Mi única gran tarea, lo único que sé, tal vez más que nadie, es cuanto tiene que ver con ritmos. El trabajo exhaustivo sobre textos me ha llevado a resultados esclarecedores, milagrosos, increíbles, sobre los autores que trabajé. Tengo un libro con 4 partes: Machado, Julio, Darío y Bécquer…”
Idea Vilariño, carta enviada a Ángel Rama (Julio-Agosto 1978).
En la tradición uruguaya, hubo varios artistas y escritores cuya labor trascendió sus propia creación artística, y trataron de llevar sus postulados teóricos, sus formas de trabajo, a un plano “educativo”, tal es el caso de Figari como hemos visto en otros artículos, de Rodó, que lo desarrolló teóricamente a través de sus ideas, de Torres García y su constructivismo universal, de Vaz Ferreira y su lógica viva, para sólo nombrar algunos. En el caso de la escritura, y sobre todo en poesía, Idea Vilariño además de su obra poética, sus traducciones, etc., desarrolló una labor intelectual que nada tiene que envidiarle a los afamados trabajos sobre poesía del español Dámaso Alonso. La impronta de nuestra pensadora, tiene una originalidad que vale la pena rescatar en el día de su natalicio, y en esas obras sintetiza los trabajos de otros intelectuales como Servién pero ubicándolos en el plano de los estrictamente poético.
Ya Real de Azúa había vislumbrado una relación entre los postulados de Torres García desarrollados a través de su obra y su Taller, como la geometría del espacio, el número, el orden, y los postulados de algunos escritores de la generación del 45, como Idea Vilariño. Ella justamente en su “Poética”, apreciaba el ritmo sonoro de la poesía, midiéndolo como los antiguos, con números, con frecuencias, con simetrías. De hecho podemos ver también una continuidad entre ella y los escritores del novecientos, como Vaz Ferreira y Rodó, en lo que refiere al culto por la forma y la belleza.
La gramática: hija de la poesía
Desde la antigüedad la poesía ha ocupado un lugar fundamental en el desarrollo humano. De hecho las gramáticas son hijas directas de la poesía, fue en el seno de las creaciones poéticas donde se efectuaron por medio de la praxis las reglas del bello hablar (C. Watkins, “How to kill a dragon”). No sólo eso, sino que además hubo una relación directa entre poesía y memoria. Es importante recordar que la escritura se introduce tardíamente en las culturas humanas, durante miles de años el ser humano guardó sus conocimientos en fórmulas simbólicas y en poesía. Los ritmos de la poesía, ayudaban al sabio a retener en la memoria esos saberes que constituían la piedra fundamental de su cultura, esa es la razón por la que los pueblos primitivos promulgaban sus leyes en verso.
Platón en el Fedro narra una historia interesante acerca del origen de la escritura y los cambios que provocó ésta en la memoria colectiva. En ella, narra el encuentro entre un sabio Faraón, y Toth, el dios del conocimiento egipcio. Toth viene a traerle al sabio Faraón una serie de regalos entre los que se encuentra la escritura. Cuando el sabio Faraón recibe la escritura mira a Toth estupefacto y le dice que aquel regalo más que un regalo es una maldición, pues los hombres antes de la escritura guardaban las palabras dentro de sí mismos (memorizándolas), y con la escritura, los guardarán fuera (en el “libro”). Y de hecho así sucedió, pues en las sociedades completamente alfabetizadas se perdió el hábito de memorizar contenidos, y también, el de escuchar o contar una historia en voz alta en conjunto, pasando a la lectura en silencio de los signos impresos sobre el papel, en soledad… La escritura como tecnología de la información fue el primer paso de un largo recorrido tecnológico que culminó con el desarrollo del internet. En un principio los seres humanos guardaban sus conocimientos dentro de sí mismos, luego en los libros, y actualmente en la web.
“No hay poesía sin ritmo”
Volviendo a la poesía, hemos visto, que sus características o cualidades rítmicas fueron las que la hicieron esencial a la cultura humana por su capacidad de memorizarse fácilmente. Idea Vilariño decía “No se podría afirmar que ritmo es toda la poesía, pero sí que no hay poesía sin ritmo”. Y realiza una crítica a los defensores del verso libre: “…algún día habrá que aceptar que mucho de ese verso libre fue mala poesía o no fue tan libre, o no fue nada, como pasó por otra parte, con mucho verso regular. Habrá que aceptar que muchos llamados poetas no fueron tales, aun en el caso de individuos delicados, profundos, inteligentes y originales”.
Para Idea Vilariño la poesía debía mantener lo que había sido inherente a si misma durante miles de años, y no aquello que las vanguardias en su momento habían tratado de promover disolviendo las viejas estructuras rítmicas y formales, como Haroldo del Campos en su manifiesto de la Poesía Concreta que declaraba terminado el ciclo histórico del verso.
Desde ese lugar ella plantea una vieja pregunta: “¿cómo debemos escuchar la poesía?” Plutarco (como muchos otros después), le dedicó un pequeño discurso al tema, sin embargo ahondó más en el contenido de la poesía que en su estructura, pero Idea Vilariño, a través de sus pesquisas intelectuales, consideraba que lo que diferenciaba la poesía de otros discursos del lenguaje, era justamente su cualidad rítmica, musical, y este fenómeno sonoro, era legible, en definitiva, como en la música, mediante medidas y números. De ahí viene el tema de los metros poéticos, como el endecasílabo (versos de 11 sílabas), alejandrino (versos 14 sílabas), etc.
Idea Vilariño escribió varios ensayos al respecto: “Grupos simétricos en la poesía de Antonio Machado” (1951), “La rima en Herrera y Reissig” (1955), “Grupos simétricos en poesía” (1958), “La masa sonora del poema” (1986). En estos trabajos desarrolló su labor teórica en torno a la poesía, la idea de fondo en ellos fue desarrollar un método de lectura, capaz de comprender aspectos sonoros de la poesía como la duración y la intensidad de los paquetes rítmicos que se manifiestan en cada verso, por ejemplo en el verso de Quevedo: “Miré los muros de la patria mía”, o en el de Borges: “Torne en mi voz la métrica del persa”, ambos versos son endecasílabos (11 sílabas) pero las sílabas tónicas acentuadas varían en su posición en uno y otro, cambiando así el ritmo y la tonalidad del verso en cada caso. Su análisis comprende también, las vocales acentuadas, su timbre, su altura, su intensidad y otros aspectos que no voy a enumerar aquí.
Ignacio Bajter en un artículo suyo publicado en la Revista de la Biblioteca Nacional 2014, dice: “Los estudios del ritmo en los que Idea trabajó, con propiedad son el sustrato, la raíz de una poética cuya seducción no está en lo que trata y representa, en sus temas, sino en la organización sonora, en el instinto musical, ‘un signo original y poderoso que se adueña de la atención del lector y se graba en su memoria’”.
Vilariño no pensaba que el poeta debía encasillar su creatividad en moldes preestablecidos, pero si consideraba que el poeta, debía poseer todo el repertorio técnico posible para poder realizar su creación debidamente en el momento en que la inspiración llegase a él. También pensaba que los críticos literarios deberían poseer el conocimiento de estas técnicas, porque de otro modo estarían dejando de lado lo esencial a la poesía que es su cualidad musical.
No podemos tratar aquí a fondo la poética de Idea Vilariño, pero lo esencial de sus trabajos se traduce en que debemos educar nuestro oído para escuchar poesía y más aún para escribirla. Sin embargo, lo que me parece importante recalcar a modo de conclusión, es que en Uruguay, en su historia, permanecen casi intactos un cúmulo de tesoros intelectuales, que están allí, dispersos en los anaqueles de la biblioteca, aguardando que nuestra “Inteligencia” (en términos de A. Ardao) se apropie de ellos, no sólo para darle un sentido y una praxis a una actividad esencial dentro de las Letras como la poesía, sino para que contribuya a nuestro propio desarrollo intelectual y cultural, como ser colectivo, en nuestros diversos espacios y manifestaciones, y como afirmaba Rodó en el Ariel: “El buen gusto ‘es una rienda firme de criterio’”.
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