La poetisa uruguaya es una de las grandes investigadoras de la literatura del tango. Su sensibilidad es una llave hacia la emoción de un mundo que la intriga, la subyuga y la obliga a descubrirlo en sus misterios. Su rastreo técnico la lleva desde las letras primitivas previlloldianas hasta los vuelos metafísicos del surrealismo poético de Horacio Ferrer.
Escribió mucho sobre el tango: artículos en Marcha y en revistas especializadas, además de cinco libros en el período que va de 1965 a 1995. Es decir, treinta años de fijación emotiva a gran escala. Las letras del tango eran parte vital de sus encuentros con los duendes misteriosos de la creación poética.
Todo arte popular es inconcluso. Siempre tiene para dar más. Sus limitaciones pueden abrir nuevos caminos de belleza, acumulando modificaciones perfectibles y renovando tradiciones de identidad. A Idea Vilariño las letras del tango le parecían un hermoso sendero de identidades creadoras de los pueblos.
En 1995, en su libro “El tango”, del sello Cal y Canto escribía: “Los verdaderos poetas del tango, los verdaderamente inspirados, los que tenían algo que decir y supieron decirlo en tangos, dan el más alto nivel del género, acompañados por una muchedumbre de buenos seguidores, y esa masa de canciones permite cerrar los ojos, o los oídos, a los productos torpes o fabricados en serie que convivieron con ellos. A tales poetas deben los pueblos rioplatenses haber tenido, por más de medio siglo, la posesión y el disfrute de una canción popular de calidad y originalidad excepcionales, que no tiene par en la meso música de otras regiones”.
Así de tajante es esta afirmación de Idea: el tango en su calidad de canción popular no tiene par en su forma y modalidades propias. Ciertos poetas del tango son alta poesía. Alta poesía y punto.
La canción popular como verdad cultural
Para la poetisa el tango puede pintar los más variados paisajes humanos en un brevísimo tiempo, por su aptitud para representar la vida, muchas veces atrapada entre el deseo intenso de vivir y la conciencia de la finitud existencial. El tango es la negación y la afirmación de Dios a la vez. Es el latido triste y nostálgico, a veces fatalista, de lo que se vivió y que añora siempre horizontes de esperanza.
En la vida como en la poesía, la metáfora ahonda más en la verdad que el relato directo de las cosas. El tango es el vehículo privilegiado del lenguaje popular, crea imágenes y riquezas expresivas que le son propias. Esta es la base de toda cultura, y no la que dictan ciertas élites que abrevan en fuentes ajenas al espacio en que se vive; son las mismas que han desdeñado toda expresión cultural que nace desde lo popular.
El tango tuvo un proceso de desarrollo muy genuino en lo ambiental, en sus climas espirituales, en sus lugares de reclusión. Primero fueron los lupanares y los patios de los conventillos, luego el cafetín y el cabaret; más tarde los salones refinados, el teatro y la radio, y finalmente concierto de las grandes ciudades. Con triunfos y decadencias el tango ha sobrevivido durante más de 140 años aproximadamente. Siempre en permanente evolución estética. Primero, aquellas primeras letras prostibularias hasta la más refinada poesía de las últimas décadas; luego, aquellas primeras agrupaciones musicales de escasísimos recursos técnicos hasta los conciertos y las obras musicales de Astor Piazzolla, Eduardo Rovira, Raúl Garello, entre muchos otros; en todo ese tiempo ha corrido mucha agua por debajo del puente de la historia. Todo esto lo percibió con rigor y estudio Idea Vilariño, pero sobre todo con convicción apasionada.
Uno de los tantos vínculos espirituales que la poetisa tuvo con el tango fue a través de la obra del poeta Homero Manzi.
Homero Manzione fue un intelectual de fuste, de gran militancia universitaria. Nacido en el pueblo de Añatuya, en la provincia de Buenos Aires, en el año 1907. Muy joven se radicó en Buenos Aires y participó de aquel gran movimiento nacional anti imperialista que se formó en 1935, FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina).
Manzione no es otro que el gran poeta popular Homero Manzi, autor de algunos tangos inmortales como “Sur”, “Barrio de tango”, “Malena”, entre otros. Discípulo poético de Rubén Darío y la generación española de 1927, con especial preferencia por Miguel Hernández, Manzi fue una de las plumas fundamentales que elevó la letrística del tango a la categoría de alta poesía.
En un libro de la autoría de Héctor Gagliardi, titulado “Por las calles del recuerdo”, Homero Manzi en el prólogo afirmaba: “¿Para qué nuestra música?, ¿Para qué nuestra ciencia? ¿Para qué nuestro vino? Todo lo que cruzaba el mar era mejor, y cuando no teníamos salvación, apareció lo popular para salvarnos.
Instinto de pueblo. Creación de pueblo. Tenacidad de pueblo.
Lo popular no comparó lo malo con lo bueno. Hacía lo malo y mientras lo hacía creaba el gusto necesario para no rechazar su propia factura y, ciegamente, inconscientemente, estoicamente, prestó su aceptación a lo que surgía de sí mismo y su repudio heroico a lo que venía desde lejos. Mientras tanto, lo antipopular, es decir, lo culto, es decir, lo perfecto, rechazando todo lo propio y aceptando lo ajeno, trababa esa esperanza de ser que es el destino triunfador de América”.
Este es el destino que eligió Manzi: crear cultura nacional y latinoamericana. Lo hizo por medio del tango, la milonga federal, el teatro y el cine. Idea Vilariño en el libro anteriormente mencionado, dice sobre su figura: “Es difícil explicarse en qué consiste la excelencia, de qué deriva la calidad de la poesía de Manzi. Es la obra de un hombre fino y sensible, de un buen escritor, de un poeta, pero es poesía comunicante, popular porque alcanza a todos, poesía que no necesita recurrir a lunfardismos porque un lenguaje claro y depurado le alcanza para evocar, para transmitir la honda vivencia del arrabal y sus fantasmas, que no necesita, no busca asustar al buen burgués ni deslumbrar ni emular a los intelectuales con vanguardismos trasnochados o con una carga de metáforas que pudiera alejar a su destinatario natural: la gente”.
Idea Vilariño recorrió gran parte de la trayectoria poética del tango, se sumergió en ella como parte de un sentido de sentir, de vibrar y de vivir. En eso también radica su genialidad de creadora.
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