Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia. Byung-Chul Han. TAURUS.103 pags., $690. 2021.
El filósofo surcoreano, formado en Alemania, dirige en su último trabajo la mirada hacia la nueva forma de gobierno: el régimen de la información. Es claro que la digitalización es indetenible. Todo lo que nos rodea está signado crecientemente por la revolución informática. Hoy la digitalización también afecta a la esfera política y provoca graves trastornos en el proceso democrático.
Las campañas electorales son guerras de información que se libran con todos los medios tecnológicos y psicológicos imaginables. Los bots difunden noticias falsas y discursos de odio e influyen en la formación de la opinión pública. Los ejércitos de trolls intervienen en las campañas y apuntalan la desinformación. Basta recordar la actuación de una subsidiaria de Facebook, Cambridge Analytica, con su peso decisivo en procesos electorales de la década pasada. Es casi lógico que las teorías de la conspiración y la propaganda dominen el debate político. Mediante la ingeniería de datos, la psicometría y la psicopolítica digital, se intenta influir en el comportamiento electoral y evitar las decisiones conscientes. El cambio estructural de la esfera pública en el mundo digital pasa a ser, entonces, uno de los factores claves en el explicitación de la crisis de la democracia a la que estamos asistiendo.
“El capitalismo de la información se apropia de técnicas de poder neoliberales. A diferencia de las técnicas de poder del régimen de la disciplina, no funcionan con coerciones y prohibiciones, sino con incentivos positivos. Explotan la libertad, en lugar de suprimirla. Controlan nuestra voluntad en el plano inconsciente, en lugar de quebrantarla violentamente. El poder disciplinario represivo deja paso a un poder inteligente que no da órdenes, sino que susurra, que no manda, sino que da con el codo, es decir, da un toque con medios sutiles para controlar el comportamiento. La vigilancia y el castigo, que caracterizan el régimen de la disciplina según Foucault, dejan paso a la motivación y la optimización. En el régimen neoliberal de la información, la dominación se presenta como libertad, comunicación y community”.
“Los influencer de Youtube e Instagram también han interiorizado las técnicas de poder neoliberales. Influencers de viajes, de belleza o de fitness invocan sin cesar la libertad, la creatividad y la autenticidad. Los anuncios de productos, incluidos con habilidad en su autoescenificación, no se consideran molestos. De ese modo, son específicamente buscados y codiciados, mientras que en Youtube los anuncios convencionales son eliminados por el bloqueador de anuncios. Los influencers son venerados como modelos a los que seguir. Ello dota a su imagen de una dimensión religiosa. Los influencers, como inductores o motivadores, se muestran como salvadores. Los seguidores, como discípulos, participan de sus vidas al comprar los productos que los influencers dicen consumir en su vida cotidiana escenificada”.
“Nos creemos libres, mientras nuestras vidas están sometidas a toda una protocolización para el control de la conducta psicopolítica. En el régimen neoliberal de la información, no es la conciencia de la vigilancia permanente, sino la libertad sentida, lo que asegure el funcionamiento del poder. En contraste con la intocable telepantalla del Big Brother, la pantalla táctil inteligente hace que todo esté disponible y sea consumible. De ese modo se crea la ilusión de la ‘libertad de la yema de los dedos’. En el régimen de la información, ser libre no significa actuar, sino hacer clic, dar al like y postear. Así, apenas encuentra resistencia”.
Bienvenidos a una distopía que haría empalidecer a George Orwell.
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