La Asociación Rural del Uruguay inaugura una nueva edición de su tradicional Exposición Ganadera, Comercial e Industrial, la que, desde su primera edición celebrada en 1883 se ha constituido en uno de los eventos más importantes del país, con un sitio de honor en la historia agropecuaria. Por diferentes circunstancias en los siguientes treinta años de aquella primera edición, la muestra tuvo diferentes sedes, y no fue de carácter anual.
En 1909, atendiendo una vieja aspiración de poder contar con un predio fijo para las exposiciones ganaderas, se concretó la cesión de un predio de propiedad municipal cito en el barrio del Prado, emplazado entre la avenida Buschental y el Camino Reyes, muy próximo al sitio donde el empresario y banquero natural de Estrasburgo, José de Buschental, había instalado a mediados del siglo XIX la primera cabaña del Uruguay. Tras ello se conformó una comisión para la planificación de las obras necesarias, que resolvió considerar una serie de planos ya proyectados en el año 1906 por los arquitectos Buigas Monravá, Aubriot y Gómez Ferrer, que fueron premiados en un concurso convocado por la División de Ganadería del Ministerio de Industrias. La comisión aprobó esos planos y propuso su realización al gobierno, quedando las obras bajo la responsabilidad de la Asociación Rural del Uruguay y, su ejecución y seguimiento a cargo de un Comité Ejecutivo conformado por los señores Eugenio O’Neill Melis, Félix Buxareo Oribe, y el ingeniero José Gianelli.
Los trabajos comenzaron en 1910 y finalizaron en el primer semestre del año 1913, destacándose entre avenidas con arboledas y canteros enjardinados, tres espacios que se convirtieron en emblemáticos: El Ruedo, el Palco y los Pabellones. El Ruedo, fue pensado como eje entorno al cual se organizaron el palco y los pabellones; un espacio a cielo abierto por el que a lo largo de los años ha desfilado lo mejor de la cabaña nacional, a la hora de las juras, los remates, o del tradicional desfile de los grandes campeones.
Originalmente su diseño fue circular, pero con el correr de los años tras algunas intervenciones, fue adquiriendo una forma no tan así definida. El otro espacio emblemático, el Palco, originalmente tenía un sector superior de estructura de madera, y por debajo una planta con instalaciones para servicios de lunch, sanitarios y oficinas para la administración. Siendo este espacio con el paso de los años, objeto de reformas, ampliaciones y empaque de estilo, que lo fueron modificando hasta alcanzar su actual fisonomía.
Mención especial merecen los pabellones levantados -tres de los cinco originalmente planificados-, y que resultaron de un alto valor emblemático y arquitectónico, a tal punto que fueron declarados Monumento Histórico Nacional en 1975. Los mismos se organizaron en forma de abanico en torno al ruedo, donde su autor, el afamado arquitecto catalán Cayetano Buigas y Monravá, realizó una cuidadosa utilización del lenguaje formal del modernismo catalán, fuertemente inspirado en la obra del español Antonio Gaudí, y que quedó plasmada en la decoración sobre los accesos como en las esquinas, con una ornamentación colorida, con inspiración vegetal, desarrollada bajo la técnica catalana del recubrimiento de azulejos partidos (trencadís). Por otro lado, se resaltaron los accesos, ventanas laterales, cubiertas, aristas y basamento, con diferentes y sobrios juegos realizados en ladrillo visto calcáreo, a la vez que se buscó reducir la verticalidad de los muros con la creación de un zócalo inclinado.
En la mañana del 25 de agosto de 1913, que amaneció gris y acompañada de una pertinaz llovizna, se comenzó a escribir una nueva historia en las páginas de las muestras ganaderas, porque ese día no solo se inauguró la 8ª edición de la Exposición Ganadera y Comercial, con la que se retomó la realización de las exposiciones después de cuatro años, sino que también se inauguró el predio ferial del Prado. Un lugar que resultó acorde a los requerimientos de la época, y marcó un importante hito en la historia de las exposiciones ganaderas, por cuanto desde entonces hasta la fecha las mismas se celebraron allí anualmente en forma ininterrumpida, pasando por este parque de exposiciones a lo largo de 106 años, lo mejor de la cabaña nacional. Un motivo que un país de innegables raíces agropecuarias merece celebrase como lo hace la Asociación Rural del Uruguay, convocando anualmente para una nueva muestra de lo mejor de la genética ganadera, del comercio y de la industria a ella ligadas y, del trabajo de varias generaciones de hombres y mujeres que a lo largo del tiempo han confiado en el potencial del campo uruguayo, convencidos en su función y destino, tan bien reseñados en aquella histórica frase que hace exactamente cincuenta años atrás pronunciara el entonces presidente de la Institución, el ingeniero agrónomo Luis Artagaveytia Piñeyro, en ocasión del acto de clausura de la muestra del año 1969: “El Uruguay se salva con el agro, o sin él perece”.
(*) Ingeniero Agrónomo
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