“Si una vida pudiese reflejarse en una hoja, significaría que fue una vida corta e insulsa. No es mi caso. Aun así, la prefiero a la (para mí) inconveniente expresión ‘currículum’, generalmente acumulación de naderías que pronto se llevará el viento, y que a lo sumo reflejan la magnitud del ego que las sustenta. Tampoco ‘biografía’ es santo de mi devoción” (sic).
Así comienza la “hoja de vida” que escribió el maestro Jorge Risi a modo de presentación en su página web. La vida de Risi es una de tantas facetas, que ha construido a tantos seres o los ha ayudado en su construcción, que su currículum podría abarcar miles de vidas en las que dejó su mensaje, su método y su ser.
Jorge Risi es más bien conocido por la mayoría de las personas como un violinista excepcional. Llegó a ser concertino de la filarmónica de la Ciudad de México, presidente del SODRE y director de orquesta, pero creo que el papel más importante que jugó en su vida y en la de cientos de jóvenes, niños y adultos es la de docente y pedagogo de la música.
En la música suele haber docentes que marcan la vida de uno, el trabajo individual, personalizado y profundo crea muchas veces grandes afectos por nuestros docentes, que pasan a ser como padres, madres, tías o tíos. El día de su muerte en muchos grupos de músicos se lamentó la partida de ese maestro que tantas personas que fue “medio docente, medio padre”. Estos “hijos” de Risi hoy están desperdigados por todo el país y otras partes del mundo, comunicando y llevando a cabo aproximaciones pedagógicas sanas en la música y en otras disciplinas. Estos hijos de los que hablo son literales y figurados. Jorge adoptó niños; mientras trabajaba de concertino criaba a los hijos de su cuñado cuando estuvo preso al igual que a los niños de una pareja amiga que había fallecido. Mis contactos con sus exalumnos siempre matizan la idea de su relación con Risi como un profesor, un amigo y un padre.
“Cambiar de ruta para llegar al fin que nos habíamos propuesto”
El maestro hablaba de que “aprender a tocar el violín sirve para mucho más que tocar el violín” y al leer sus artículos se transparenta muy fácilmente la idea de una enseñanza liberadora, que no solo busca el tocar el instrumento por el hecho de tocarlo. El método que Risi fue creando a través de los años no es un monolito, se hizo en constante diálogo con sus estudiantes y los “replicadores” de sus ideas, sentado en rondas preguntando y preguntando: “¿Qué estamos haciendo?”. Recojo esta sección de uno de sus artículos sobre enseñar el violín:
“La capacidad de transmitir, de acompañar a otros en un camino que lo acerque a la vida que ha elegido se hereda, y se aprende en la teoría (poco) o en la práctica (mucho más). La práctica nos plantea siempre problemas impensados, y apela a nuestro conocimiento previo, tanto como a nuestra capacidad de improvisar.
A veces este concepto puede llegar a ser traicionero, si intentamos aplicarlo mecánicamente a otras personas. Que tienen muchas veces estructuras personales totalmente diferentes y que, sin darnos cuenta, intentamos hacer parecer a las nuestras. Y aquí surge una de las primeras leyes de la enseñanza: El respeto por el otro: el tratar de entender al otro, y acompañarlo en su desarrollo sea este bueno, fantástico o pésimo.
Despojarnos hasta donde sea posible de la rutina en la que inevitablemente caemos al ejercer una actividad por años. Es imposible, por cansancio, por hastío, por mil otras razones, no caer en repeticiones que muchas veces no se adaptan a la persona que tenemos delante y que pretendemos acompañar. Y de aquí, de a poco, surgen algunas ideas rectoras de ese proceso que llamamos enseñanza.
Antes de enseñar y transmitir contenidos, por buenos que estos sean, observar, escudriñar al otro, y tratar de ver con la mayor celeridad posible, quién es.
Esto es un proceso que es deseable se lleve a cabo lo más pronto posible. Sin embargo, la experiencia nos dice que a veces pasan años antes de que se comprenda cabalmente al otro. Claro está, en esos años cambiamos nosotros, y cambian los otros. Cambia la relación. Y quizás aquí llegamos a otro de los principios: la adaptabilidad (plasticidad), el aceptar que por el camino debemos posiblemente cambiar de ruta para llegar al fin que nos habíamos propuesto”.
Grupos Sonantes
La ambición de Risi en su proyecto de “Grupos Sonantes”, hoy en día desfinanciado y abandonado, se encargó de llevar la música a muchas ciudades y pueblos del interior en una calidad que para mí no solo es correcta, es fundamental. No todas las personas que quieren tocar un instrumento quieren ser profesionales, invertir en la formación artística de una población en general, sin distinguir su edad, su género, su clase social o su intención es algo no solo refrescante en la idea de democratizar la cultura, es en sí una forma de enseñar algo que muchas veces se pasa por alto: hay muchos niveles de acercamiento a la música y todos son válidos.
Extender los límites de la música significaba para Risi ser una cara presente en cada uno de sus proyectos, siendo concertino de la sinfónica de la RAI italiana volvía al paisito para tocar con gurises en Bella Unión, Young, Carmelo y decenas de ciudades más, localidades que vieron y agarraron por primera vez un violín, una viola, un cello o un contrabajo gracias a Jorge. En sus propias palabras tocar como concertino en la RAI o en CDMX tenía el mismo valor que sentarse a tocar lado a lado con sus estudiantes, tocando en cameratas, a veces con violines chinos haciéndolos sonar junto al resto de instrumentos, nunca vistos en ciertos lugares del país, integrando la horizontalidad de la fila de las cameratas desde su lugar de prodigio. Nadie valía más que nadie en el enfoque de Risi, todos podían tocar y hacer de su música lo que quisieran.
Hace varios meses empecé a dar clases en Carmelo, donde antes había una de las “sedes” de Grupos Sonantes, hoy en día “Sonantes Carmelo” funciona en base a la solidaridad de la gente de la ciudad y algunos apoyos de la intendencia. Cuando la universidad dejó de financiar este proyecto, una población entera se resistió e hizo suyo lo que siempre les perteneció: el espacio para aprender y enseñar música, donde se puede encontrar gente que solo quiere tocar por amor a la música, gente que quiere ser profesional de su instrumento y especialmente personas que se dieron cuenta del valor de tocar en conjunto y aprender y hermanarse en un proyecto que es de todos, donde tocan tanto niños como ancianos, peones y patrones, hombres y mujeres que entendieron el mensaje de Risi. Aprender música trae mucho más que aprender a hacer sonar un instrumento. Sin estos programas la música en este país sería infinitamente más pobre, el impacto del proyecto hizo llegar muy lejos a muchas personas que hoy en día son músicos profesionales o docentes.
Un hombre que sufrió el exilio y vivió más adversidades de las que uno puede imaginar, porque él quería ayudar, él quería hacer, ser parte. Risi decidió que iba a cambiar el mundo y se puso al pie del cañón, no fue pasivo en sus ideas, las impulsó hasta el último momento de su vida.
Quiero resaltar la resiliencia del grupo de Sonantes Carmelo por ponerse a los hombros la responsabilidad de continuar en una tarea tan noble y tan nutritiva, y en especial a mi colega Nacho Rodriguez, docente de cello y director de la camerata de cuerdas de Carmelo. Originario de Young, donde antes había un núcleo de Grupos Sonantes, él aprendió a tocar el cello bajo la batuta de Risi, y se puso al hombro la responsabilidad de que el proyecto de su viejo mentor no muriera. Puede que Risi haya muerto, pero su legado nos sobrevivirá a todos.
Una página de periódico es muy poco para intentar homenajear a una persona tan gigante, siento en mí el sufrimiento y las condolencias de todos los que fueron parte de su vida y mantendrán el amor a Risi y a la música.
Gracias, Jorge.
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