José D’Elía: Memorias de la esperanza. Tomo 1, 1996, 204 págs., Tomo 2, 1998, 214 págs. Gustavo Trullen, Jorge Chagas. TRILCE.
Ha pasado cuarto siglo de su publicación y su lectura adquiere cada día mayor pertinencia. La primera razón es la recuperación de la figura señera de “Pepe” D’Elía. Nacido en Treinta y Tres (1916-2007), fue un sindicalista y político definido por sus férreas convicciones en la necesidad de construir una sociedad más justa para todos. Pero ese compromiso vital estaba acompañado de una serena sabiduría que lo hacía privilegiar el diálogo y la negociación en todo contexto. Y lo complejo de las horas que le tocó actuar, desde el Congreso del Pueblo en los albores de la década del 60, el derrumbe del Uruguay liberal y la larga noche dictatorial son más que pruebas elocuentes de dicha vocación de encuentro con el otro.
La segunda razón es por la técnica narrativa aquí desarrollada por Chagas y Trullen. ¿Cómo abordar una biografía de alguien definido por la sobriedad y un estoicismo que lo hacía rehuir la mirada pública? La dupla de historiadores, que también han publicado Pacheco, la Trama Oculta del poder y Guillermo Chifflet. El Combate de la Pluma opta por recrear, a partir de un largo proceso de investigación, una hipotética entrevista de Pepe D’Elía con dos jóvenes estudiantes en la que va explicitando desde lo cotidiano hasta los eventos que han definido la historia de nuestra patria en las últimas décadas.
Eran diez hermanos, hijos de Germán D’Elía, un coronel colorado de la fracción riverista con una destacada actuación en la Guerra de 1904. De esa experiencia asumió transmitir a su descendencia: “Nada peor que corra sangre entre hermanos”. En la emigración a Montevideo, surge rápidamente un hondo compromiso social en los hermanos, producto también de los valores católicos inculcados por la educación materna. José, empleado de comercio, rápidamente se comienza a destacar como un sólido sindicalista en su gremio. Luego vendrán los arduos procesos que concretaron el Congreso del Pueblo y en la posterior Convención Nacional de Trabajadores.
Un punto alto de la obra es la narración de cómo el Dr. José Claudio Williman (h) asume la ardorosa defensa de dichos proyectos, explicitando cómo los trabajadores agremiados eran radicalmente independientes en ese mundo signado por los avatares y las intrigas de la Guerra Fría. Pero es en el racconto de las febriles negociaciones con el Gral. Gestido, en el contexto de la confrontación fatal entre desarrollistas y las líneas más cercanas a los neoclásicos, que la figura de Pepe D’Elía se agiganta en su búsqueda, muchas veces solitaria, de espacios de encuentro entre empresarios, Estado y trabajadores.
Quizás para enmarcar el real sentido de su lucha por construir sindicatos fuertes, sea necesario recordar lo que dijo José Enrique Rodó: “El trabajador aislado es instrumento de fines ajenos; el trabajador asociado, es dueño y señor de su destino”.
TE PUEDE INTERESAR