José Enrique Rodo. Una biografía intelectual. Gustavo San Román. PLANETA-MEC. 604 págs., julio 2021. $990.
Rodó, desconocido e ignorado por gran parte de sus connacionales, se merecía este homenaje: una sólida, documentada y meditada biografía realizada por un uruguayo que en la lejanía de su patria logra aquilatar qué es lo permanente y qué es lo fútil.
El relámpago intelectual y ético que significó Rodó era un desafío difícilmente asimilable por ciertas élites. Al no poder derrotarlo en la polémica, se optó por el silenciamiento progresivo. Décadas más tarde, al soslayamiento continuo se sumó la tergiversación y una nueva andanada de críticas: “no comprometerse lo suficiente con las realidades concretas de un continente subdesarrollado” (Carlos Quijano), poseer un estilo “extremadamente irritante” (Carlos Fuentes), ser autoritario y violento en su enfoque (González Echeverría); tener una postura elitista y profundamente conservadora (Rock, Barrán); desinterés y negligencia en cuanto a las culturas amerindias (Brotherson).
San Román desmonta esta cuasi “leyenda negra” de forma metódica a lo largo de la obra. La recuperación del legado rodoniano lo realiza a partir de tres ejes. El primero se define por el parteaguas que implicó en la historia cultural y en la definición de América Latina. El segundo con el valor del humanismo de Rodó, el tercero, no tan paradójicamente, con la estética de su escritura, cumbre del modernismo. En síntesis: “También necesitamos a Rodó para pensar en Uruguay”.
El esfuerzo intelectual de San Román apunta a comprender la génesis del Ariel, “explorará tanto las condiciones que llevaron a que se produjera una obra de tal impacto en el mundo de habla hispana en el más pequeño de los países del continente, como las resonancias que tuvo allí. Rodó actuó en el período en que Uruguay pasó de ser una de las sociedades más turbulentas del continente durante el siglo XX a convertirse en una de las repúblicas más progresistas del mundo, debido en gran medida a los logros del dos veces presidente José Batlle y Ordóñez. Rodó apoyó la llegada de Batlle al poder en un tiempo de incertidumbre política y compartió su compromiso con las ideas liberales; pero, más tarde, y por razones que se explorarán luego, la relación entre ambos se volvió problemática. Por lo menos a primera vista, Rodó fue el perdedor. Sin embargo, a pesar de la derrota política, este libro sostiene que su obra contribuyó significativamente al respeto del país por la cultura y la educación, y por la asertividad razonada y el consenso en la democracia y en la diplomacia”.
San Román acierta en recuperar el sentido del humanismo en Rodó; en estas épocas de ansiedad construida es bueno retomar la senda del “ocio noble”: un tiempo para meditar regularmente. “La crítica que hace Rodó del materialismo y del pensamiento dogmático, y su exhortación a apreciar la excelencia y la belleza sin dejar de comprometernos con nuestras realidades políticas y sociales (como expresa la parábola de los seis peregrinos en Motivos…) siguen siendo relevantes herramientas para pensar contra el fanatismo y el consumismo”.
El idioma que nos hermana y nos da identidad es cuasi sagrado en Rodó. Su estética lindante con la perfección no es mero alarde decimonónico, es producto de una actitud reverencial frente a tan imprescindible instrumento. “Las grandes ideas deben estar expresadas en un lenguaje superior”.
Al leer a San Román uno queda invadido por un extraño optimismo: con un estilo claro y conciso logra explicitar temáticas filosóficas e ideológicas tradicionalmente consideradas abstrusas. El capítulo sobre Religión y Liberalismo y jacobinismo es una cota alta en una obra excelente. ¡Recomendación superlativa!
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