El escritor, nacido en Baracaldo en 1970, hace en su reciente ensayo Cartas del sobrino a su diablo una crítica mordaz a la España de hoy, fácilmente aplicable al mundo contemporáneo, en donde la pandemia que lo azota no hace más que poner en evidencia problemas que ya estaban presentes.
Un éxito temprano
Juan Manuel de Prada tenía apenas veintiséis años cuando ganó el premio Planeta con su novela La Tempestad (1997) y antes de ello ya había publicado la colección de relatos El silencio del patinador, y las novelas Coños (1994) y Las máscaras del héroe (1996) que tuvo gran repercusión incluso en la prensa internacional. Un año más tarde de obtener el Planeta, De Prada es seleccionado por la revista The New Yorker como uno de los seis escritores jóvenes europeos más importantes.
La joven promesa no defraudó ni a críticos ni a lectores, y en el año 2003 el escritor obtiene el Premio Primavera de Novela y el Nacional de Narrativa con La vida invisible y en el año 2007 El séptimo velo recibe el premio Biblioteca Breve de Seix Barral.
Periodismo y ensayo
La actividad periodística de Juan Manuel de Prada ha sido intensa, colaborando tanto en la prensa impresa (El Mundo, ABC, XL semanal) como en programas de radio y televisión.
Muchas de sus notas se reúnen en libros como La nueva tiranía, colección de artículos sobre la Matrix progre y Nadando contra corriente. Su labor periodística no deja en segundo plano la producción narrativa, como demuestran las novelas Me hallará la muerte (2012) y Morir bajo tu cielo (2014), Mirlo blanco, cisne negro (2016) y Lucía en la noche (2019).
Cartas del sobrino a su diablo (2020), recopila las notas que Juan Manuel de Prada ha ido publicando en el diario ABC durante el período de confinamiento debido a la crisis del coronavirus. El autor se inspira en Cartas del diablo a su sobrino, obra apologética cristiana de Clive Staples Lewis escrita en 1942, en la que el diablo instruye a su joven e inexperto sobrino sobre las estrategias para hacer caer al hombre en las redes del mal. En la obra de Juan Manuel de Prada, que transcurre en la España actual, el sobrino del diablo, consciente de que se han roto todos los andamiajes morales, desdeña los consejos de su tío. El mundo ha cambiado y ya el mal ha cobrado carta de naturaleza y no necesita disfrazarse de bien. Hoy ya el mal parece bien y si se disfrazara dejaría de parecerlo.
Un mensaje rebelde y contundente
Juan Manuel de Prada transita a conciencia los caminos diversos y fecundos de la heterodoxia en una sociedad que va rumbo a la descrita por Huxley en Un mundo feliz. La salida posible es el disenso, en el convencimiento, compartido con su admirado Chesterton, de que “hay que liberarse de la degradante esclavitud de ser hijos de nuestra época”.
Respecto a la publicación en el diario de las sucesivas notas que componen Cartas del sobrino a su diablo, el autor reconoce que ha sido problemática, porque el público, en medio del azote de la pandemia, prefería “mensajes positivos” que ni siquiera rozaran temas filosóficos y mucho menos teológicos.
Bastante alejado de los paradigmas culturales de la época, Juan Manuel de Prada se considera un escritor con una visión cristiana del mundo, lo que no debería ser algo exótico dado que el cristianismo nos constituye como civilización y nación. Cuando habla de su libro asegura que España está madura para la acción del “padre de la mentira”, y se refiere a menudo al diablo, sin eufemismos.
La visión crítica de la realidad se vuelve despiadada. En una Europa descristianizada la muerte se oculta, convertida en un tema de mal gusto que más vale no tocar, cuando se ha dejado de creer en la vida eterna. Y como dice Chesterton “dejamos de creer en Dios y empezamos a creer en cualquier cosa”. Se ha entronizado la “libertad de querer”, la pura autodeterminación, que promete al individuo actuar según sea su voluntad y que ha convertido a los hombres de nuestro tiempo en amasijos de pulsiones aberrantes que puedan asesinar a sus hijos en gestación o dejar morir a sus viejos en los modernos morideros llamados residencias, o incluso matarlos con una inyección, creyendo además que actúan piadosamente.
Nuestra época, sigue diciendo el autor, ha consumado aquella sobrecogedora inversión de la conciencia moral señalada por el profeta Isaías: “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno y a lo bueno malo, que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!”
Cabe preguntarse si hay algún atisbo de salvación, a lo que Juan Manuel de Prada responde que el diablo siempre se olvida de poner la tapadera en su guiso, o sea que Dios siempre se las arregla para abrir una rendija por la que el hombre pueda salvar su alma, aun cuando parece que está perdido y atrapado.
*Columnista especial para La Mañana desde Madrid
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