La agonía del Cristianismo. Miguel de Unamuno. ESPASA CALPE, 152 págs., 1942.
Filósofo y escritor, brillante exponente de la llamada Generación del 98, conjugó sus cualidades intelectuales con un profundo compromiso ético. Marcado por lo que se podría definir como un existencialismo cristiano, fue un inconformista con todo dogma que hizo de la polémica una forma de búsqueda.
Un vasco muy español, republicano cercano al socialismo en sus inicios, sus manifiestas antipatías con la República más tarde lo llevan a que el Gobierno de Burgos lo nombre nuevamente Rector de la Universidad de Salamanca, cargo del que es destituido por su público enfrentamiento con Miguel de Astray.
Siempre fue un heterodoxo inclaudicable, lo que le generó ser objeto de críticas feroces que le atribuían “un histrionismo hambriento de notoriedad” pero que una lectura de su periplo vital lleva indudablemente a reconocer su honestidad aunada a un individualismo irreductible.
“Mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarla mientras viva, mi religión es luchar incesantemente e incansablemente con el misterio, mi religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta caer de la noche, como dicen que con él luchó Jacob”.
La libertad es el rasgo distintivo del que busca la verdad, Unamuno admite que su ser se identifica con el Cristianismo, pero no con las iglesias que administran su legado; “Considero cristiano a todo el que invoca con respeto y amor el nombre de Cristo, y me repugnan los ortodoxos, sean católicos o protestantes… Y si creo en Dios, o por lo menos, creo creer en Él, es, ante todo, porque se me revela, por vía cordial, en el Evangelio y a través de Cristo y de la Historia. Es cosa del corazón”.
Pero se adelanta a las críticas: “Los liberales o progresistas tontos me tendrán por reaccionario y acaso por místico, sin saber, por supuesto, lo que esto quiere decir , y los conservadores y reaccionarios tontos me tendrán por una especie de anarquista espiritual, y unos y otros, por un pobre señor afanoso … de pasar por original”
Al leer a Unamuno comprendemos el porqué de la larga amistad que lo unía con José Enrique Rodó, atestiguada en la conceptuosa correspondencia que cifró a Hispanoamérica.
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