Se ha sostenido que los grandes enfrentamientos en la época contemporánea son exclusivamente de carácter político-económico. Todo se reduce, según esta afirmación, a un reduccionismo ideológico determinante de todos los factores de la realidad. Las ideologías, sean del signo que sean, aprietan la realidad en los marcos de sus categorías doctrinarias.
La lucha no es por el dominio de la realidad sino por la interpretación de dicha realidad. La confrontación, entonces, es por el dominio de las interpretaciones de la historia.
Con la falta de pensamiento filosófico y la asfixia de las ideologías del pasado, el mundo contemporáneo camina por el sendero de la violencia y la intolerancia de lo distinto. Los números de lo redituable y la política interesada de lo inmediato ha descaecido la gran política del bien común y vamos transitando por los campos minados de la incertidumbre histórica.
Nuestra convicción es que la gran batalla de la edad contemporánea es la batalla cultural. La batalla por los símbolos, los signos, los valores, las costumbres, las tradiciones comunes, las claves de interpretaciones por la cual se abordan los desafíos de los tiempos. Como dicen los filósofos de la ciencia, esta es una batalla epistemológica, es decir, cuál es el prisma por donde miramos la historia.
En este cuarto oscuro de los acontecimientos actuales, la resurrección de las artes es el gran frente de las grandes controversias culturales. Todo indica que los grandes signos de la militancia por el bien común pasan hoy por rescatar y revivir las identidades culturales; hacer conocer las culturas particulares, ponerlas en el conocimiento masivo de los pueblos. Este es el gran hecho político de la contemporaneidad. Es lo que quiebra, lo que desfibra la homogeneidad despersonalizada de una globalización falsa, que esconde ciertas hegemonías interesadas que agudizan más la desigualdad mundial.
Es lo que el papa Francisco llama “el dominio de la cultura del descarte”. Descartar todo aquello que no es eficaz al sistema dominante. No existe la gratuidad, todo se mide por el interés, en algún caso muy abusivo.
Identidad cultural
La gran misión de los pueblos es que defiendan y profundicen, cada uno, su belleza cultural. Su pintura, su literatura, su lengua, su música, sus emblemas de convivencia. En los acontecimientos mundiales de los últimos 50 años aparece una nueva categoría histórica para definir los diferentes niveles de desarrollo integral de los pueblos. La categoría SUR y la categoría NORTE. No son categorías solo geográficas, sino que refieren más a las diversidades económicas y a los dispares desarrollos culturales, en cuanto a tecnologías y conocimientos científicos. Digamos que si miramos a la distancia estas dos realidades (norte y sur), las diferencias son tan variadas y profundas que daría la impresión de que el SUR no tiene mucho destino en el mediano plazo, que no tiene muchas reservas culturales y económicas. El NORTE absorbe riquezas, las utiliza y pasa a comandar la historia en forma totalmente inconsulta.
Pero, analizando los hechos con más profundidad, ¿esto que acabamos de decir será tan así?
El famoso pintor Joaquín Torres García resolvió el problema pintando América Latina con inversión geográfica, pintando el mapa al revés. El norte pasó al sur y viceversa. Es decir, para el artista, todo es cuestión de miradas y de actitud en esas miradas.
El SUR será conceptualmente norte cuando tome conciencia de sus riquezas, del potencial cultural que tiene. Que el estallido de su total autonomía está en que reconozca primero su más honda identidad cultural. Está en rastrear su antropología cultural, los diseños espirituales que armaron su ser histórico.
Todo esto, ¿cómo lo entramamos con nuestro tema: el tango? Para nosotros, aquí está una de las claves de la conciencia histórico-cultural de los rioplatenses: la batalla por no quedar alienados culturalmente.
Una persona alienada es aquella que vive en una geografía determinada, pero con la cabeza y la sensibilidad de otra geografía. Vive fuera de los cielos que le dieron vida. No se percibe como hijo cultural de una música, de una pintura, de un paisaje, de una tradición de pensamiento.
Los letrados profesionales tampoco son inmunes a la seducción de las falsificaciones inteligentes. Y a veces se transmiten relatos que van en sentido contrario a nuestra identidad cultural. Normalmente el área más descuidada en la transmisión son las vivencias populares y sobre todo su música. Pero los pueblos tienen esa terquedad histórica de defender lo propio tácita o explícitamente. Sin regateos.
Tango: militancia cultural
En los últimos veinte años en el Río de la Plata se ha venido produciendo una gran revolución cultural en la nueva pueblada juvenil: reconocer que el tango es el alma musical del Río de la Plata.
Ramiro Gallo, un sostenedor fantasista de la lírica porteña y un músico de renombre, ha dicho que esta época es “el triunfo del amor al tango”. Cambió como brújula musical de su vida la fila de cuerdas del teatro Colón para ser un violín de los escenarios del mundo que interpreta a los grandes del tango.
Carlos Varela, un cantor argentino, músico, productor cultural, hombre de tango, la viene remando de forma empecinada desde los años 90 del siglo pasado, con su concepto del sur cultural, poniendo al tango y al canto criollo como ejes de la identidad cultural rioplatense.
La música del tango es una militancia cultural, es una forma de la descolonización pedagógica, es un área impostergable de nuestra conciencia de ser en sí.
Aquí hacemos nuestras las palabras de nuestra poetisa Idea Vilariño: “Deben ser pocos los instrumentos de estudio sobre los cuales ha recaído un cúmulo tal de falacias, generalizaciones fáciles, torpes, poco rigurosas, de afirmaciones sin respaldo o apoyadas en afirmaciones inverificables que casi siempre, no fueron sino pareceres, ocurrencias brillantes, improvisaciones y talenteos, cargados de subjetividad, de prevenciones, de prejuicios diversos”. Idea Vilariño, Tangos, editorial Arca, 1967.
Es más, nuestra poetisa llegó a decir, tomando la cita de otro estudioso como Tulio Carella, que “el estudio del tango requiere un entusiasmo especializado”. Entusiasmo, pasión, amor, por el tango, sobre la base de una especialidad. Caminar la historia sobre la afirmación cultural del SUR americano.
Internarnos en la música del tango, en sus diferentes relieves espirituales, en los susurros melancólicos de sus contrapuntos, entre sus cuerdas líricas y el rezongo del bandoneón; en la sonoridad brillante y conductora del instrumento madre de la música: el piano.
Tendríamos que beber en el caudaloso río de los poetas, apropiarse de sus oleadas metafóricas, de sus crónicas de vida. Esta es una tarea entusiasta y especializada de claro signo identitario.
En las últimas décadas, en el tango, se han producido tres grandes hechos revulsivos que siguen cambiando cualitativamente nuestra música popular.
# Esta música del Río de la Plata ha pasado a ser integrante oficial de muchos repertorios de orquestas sinfónicas y filarmónicas de los Estados Unidos y Europa. Una música del sur cultural, una música del arte latino, se abrió paso en el mundo quebrando la hegemonía prepotente de la música anglosajona.
# El crecimiento en calidad interpretativa de cada uno de sus instrumentos, lográndose enormes arreglos musicales, dignos de la mejor expresión artística de toda la música en general. Los grandes solistas del tango acceden con naturalidad a las grandes orquestas de la llamada música clásica del mundo. La producción de obras tangueras es abundante y de calidad. Directores, arregladores, intérpretes, compositores del tango, despliegan su belleza a lo largo y ancho del mundo. Es como una corriente subterránea imparable que va despertando cada vez más atención.
# El gran aluvión de jóvenes en el tango que se da en los últimos veinte años, en el Río de la Plata y en el mundo. Es una situación social que merecería un análisis pormenorizado de este fenómeno verdaderamente revulsivo de la historia musical contemporánea. Subsumidos en la clandestinidad social por los medios de comunicación masivos y por el mundo letrado, muchos jóvenes han armado su propio espacio de creación artística al margen de lo oficial y se expresan en los diferentes formatos musicales como auténtico crisol tanguero.
Estos jóvenes tangueros arremeten contra el statu quo de la difusión musical extranjerizante y banal, y hacen su propio testimonio musical marcando intensamente su filiación en el sur cultural. Porque el tango es una música del sur que se introduce como bandera estética en el mundo del norte cultural. Así el tango contemporáneo es música y pregón a la vez. Músicos, compositores y letristas jóvenes, todos aunados en un mismo propósito: el tango vale la pena tocarlo y vivirlo, y es en forma auténtica una belleza cultural de alta estirpe musical.
¿No es acaso el tango, patrimonio cultural intangible de la humanidad?
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