La fe en el desierto. Ricardo Mezzera. MARIANA ZABALA EDICIONES. 229 págs., $500.
La literatura nacional está definida por brillantes novelas históricas: desde “Ismael” y “El combate de la tapera”, (Acevedo Díaz) pasando por “Bernabé, Bernabé” de Tomás de Mattos hasta “La cacería” de la mano de Alejandro Paternain. Hoy se suma “La fe en el desierto”, la que recupera un trozo de nuestra historia poco frecuentado, pero quizás clave para comprender nuestra génesis y algunos aspectos definitorios de nuestra identidad.
Mezzera, con una pluma certera, sostenido por una exhaustiva y metódica investigación, recrea con maestría la sociedad indiana de la Banda Oriental. Era pradera, frontera, puerto, pero también una tierra marcada por la violencia cotidiana de una sociedad en formación y por ser un territorio en permanente disputa.
Españoles, criollos, guaraníes, británicos y bandeirantes eran parte del friso humano de la época. El complejo proceso de la colonización estaba atemperado por la acción jesuítica en las Misiones. Miles de guaraníes recreaban un modo de vida muy alternativo al que les hubiese deparado un dominio portugués. Todo ese mundo está a punto de estallar; en lejanos palacios de España y Portugal están redefiniendo fronteras. La guerra se respira. El Tratado de Madrid de 1750 será tan solo el preámbulo para la expulsión de los jesuitas de España en 1767. El 2 de abril, las casas jesuíticas fueron cercadas al amanecer para cumplir la Pragmática Sanción de Carlos III: “Por gravísimas causas relativas a la obligación en que me hallo constituido de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia de mis pueblos, y otras urgentes, justas y necesarias que reservo en mi real ánimo, usando la suprema autoridad que el Todopoderoso ha depositado en mis manos…”.
“La fe en el desierto” tiene como norte recrear los rostros de las personas que sufrieron estos avatares en una lejana comarca de los dominios de la Corona. Un jesuita radicado en Montevideo, Esteban de Achucarro, será testigo privilegiado de las implicancias últimas de tan polémica decisión.
Mezzera apuesta por una estructura narrativa por la cual los distintos personajes convergen desde sus peripecias, muchas de ellas dramáticas, algunas épicas, todas profundamente humanas, en una novela casi coral. Una opción acertada para mostrar una sociedad en un contexto límite, pero en el que, como siempre, hay que luchar por un mañana mejor, donde todo tendrá otra luz porque el más sublime sentimiento, el amor, estará presente.
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