Desde el octavo mandamiento de la ley mosaica, ha quedado cincelado que está mal mentir. Pero gran parte de la humanidad insiste en dicha conducta e incluso en otros pecados más graves aún. Martínez Selva, un catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia, no se dedica a las mentiras prácticamente inofensivas con consecuencias intrascendentes. Su ensayo tiene un maravilloso entrecruzamiento entre historia, antropología y psicología. Lo afrontado son las grandes mentiras, las que afectan a mucha gente y sus consecuencias. Analiza a las personas que mienten sistemáticamente y que hacen, o poseen la habilidad de hacer, algo vetado a la mayoría de los mortales: mentir mucho y a lo grande. Realiza, entonces, una incursión en la psicología del fabulador, del fabricante de quimeras y de ilusiones, que actúa impulsado por la necesidad, el afán de lucro, la vanidad, o por varios de dichos motivos a la vez, para saber cómo es su mente y qué ocurre en su cerebro. Estudia patrones de conducta y perfiles que permiten conocer cómo piensan y actúan los fabuladores, e ilustra sus explicaciones con historias de grandes mentirosos y grandes mentiras.
Las personas seleccionadas parecen provenientes de la mente de un febril escritor, pero son parte de nuestro pasado y siguen teniendo implicancias hasta el día de hoy. “Tricky” Nixon fue un político norteamericano con una increíble capacidad para mentir. Watergate fue el caso por el cual debió renunciar en un proceso judicial que había sido su hecatombe. Pero quedó como consecuencia su secretario de Estado, Kissinger, definiendo por décadas las intervenciones norteamericanas. Pero también está Anthony Blunt, un especialista en arte británico de la mayor confianza de la monarquía. De hecho, era el curador de la Pinacoteca Real. Lástima que integraba el “Quinteto de Cambridge”, la más exitosa célula de agentes soviéticos. Tanto fue el escándalo, al tener grado nobiliario conferido por la reina, que hubo que esperar quince años de ser descubierto que su nombre fuese público como traidor. Pero quizás el más sobrecogedor sea el de Enric Marco, que juró haber sido prisionero en un campo de concentración nazi y por ende dirigió organizaciones de víctimas. Su historia dio origen a la novela de Cercas, “El impostor”, por ser el caso emblemático de un mitómano con graves consecuencias sociales.
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